Platón era bastante joven cuando salió de Atenas, pero ya guardaba una pena dentro de sí: haber presenciado la condena a muerte de su maestro Sócrates.
Viajó muy lejos en busca de ideas, pasó olímpicamente de la tiranía y consiguió romper las cadenas de su prisión cavernosa. A punto estuvo de tirar la toalla pero, afortunadamente, la sabiduría estaba de su parte. Con una rapidez maratoniana levantó la Academia y desde entonces toda Grecia persiguió la verdad.