Acercarse a las narraciones de Lola Ancira es como sumergirse por completo en una biblioteca que formase parte de algún cuadro ignoto de Remedios Varo, al mismo tiempo que se cuenta con la fortuna de tener a Jorge Luis Borges como guía en tan laberíntica aventura. Estamos ante un repertorio de quince relatos cohesionados por la multitud de criaturas inefables que lo habitan, lo mismo mitológicas que procedentes de la transmutada condición humana que parece definir estas primeras décadas del siglo XXI. La autora retoma el pincel exiliado de la Varo y la pluma fuente de Borges para, con la perspectiva de ambos clásicos, abordar el infinito caudal narrativo que hemos recibido en herencia los seres humanos, tesoro en el que, al igual que la proverbial liebre, de repente saltan no sólo las influencias literarias, sino también las procedentes del séptimo y noveno arte. —El País