El tango es un lamento, una queja, un grito de dolor o de rebeldía. También una danza de apasionados o desesperados. Tangos en prosa recoge las confesiones de algunos personajes variopintos, que a veces suenan lacrimógenas o rabiosas, y otras saltarinas y frescas, aunque por lo general abundan las voces alucinadas, como la voz del escritor novato que busca transformarse en un piensa-frases; la de una rata que necesita saber cómo sería vivir como objeto de experimentos; la voz de un pianista de jazz con una técnica inigualable; la de una alemana con demencia senil en Sudamérica; la de la enana a la que confunden constantemente con una niña o la de la chica que más que tangos canta boleros después de comprobar en qué puede convertirse una mancha de café.