El lector de este libro advertirá el doble influjo que anima la poesía de María Baranda. Por un lado, la concentración de su escritura, detrás de la cual anidan imágenes insólitas; y, por el otro, la vastedad de los temas que la atañen: la naturaleza, las sombras del día y la claridad de la noche, la luz y su infinita gama de claroscuros. No es, por tanto, una exageración decir que en los poemas de Nadie, los ojos están contenidos todos los elementos del asombro. Baranda nos presenta aquí una poesía fabricada con la revelación del instante, el descubrimiento de una emoción que se abre paso gracias a su mirada poética. Así, en Nadie los ojos se leen también los versos inscritos por Javier Marín en la solidez material de una escultura.