Sofía comienza su carrera como defensora de oficio en la corte municipal de la ciudad de Seattle, Washington. La joven mexicana se aboca a su profesión con gran ilusión, convencida de que lo único que sus clientes necesitan para combatir los abusos del sistema jurídico es una abogada comprometida a la causa, como ella. Melanie es la detective veterana que la jefa del despacho le asigna para ayudarla a resolver los casos. A pesar de que Sofía y Melanie forman buen equipo, sus personalidades contrastan, y ha de ser Rhonda, la secretaria del despacho, quien intercede entre ellas, navegando con destreza por un lado la ingenuidad de la abogada soñadora, y por el otro el hostil cinismo de la detective realista. La narración de las tres mujeres nos traslada al mundo inhóspito del litigio penal por el cual desfilan psicópatas, prostitutas, pandilleros y drogadictos. Los retos profesionales que las narradoras han de sobrellevar, queriendo ayudar a los peregrinos personajes que circulan por el despacho, es sólo una de las partes que deben barajar, además de los hijos, quienes en el apogeo de su adolescencia, se empeñan en retar la autoridad materna. La novela abre una ventana para que el lector contemple ese mundo de cortes y celdas que la sociedad ha creado en su afán de procurar aquello que llaman la justicia.