Este tercer poemario de María Paz Guerrero está habitado por una serie de personajes: una gata ciega que se golpea contra todo lo que se encuentra; unos cuerpos que se hacen exámenes médicos para medir el avance de la enfermedad en los órganos; unas piernas que ya casi no se sostienen hasta que se desploman; un lenguaje que se va desenredando como una pita de cometa; unas repeticiones y versos atravesados y transformados por canciones de Héctor Lavoe, Henry Fiol y Simón Díaz. La estructura del libro también es novedosa. Tiene una unidad que se configura a partir de las repeticiones de personajes y versos que reaparecen ligeramente transformados, cada vez. Se diferencia de libros que reúnen una multitud de poemas singulares. Por su parte, el lenguaje parece muy simple, casi hablado, con una sintaxis extraña, cortada, rota. Es una apuesta por una poesía musical con unas imágenes crudas, lo que lo diferencia de la poesía metafórica de imágenes abstractas.