Una parte importante de nuestro aprendizaje está ligada a la escritura. O lectoescritura, al decir de Ana Potentino, quien en “Detectives incómodos” se refiere a dicho proceso, algunas de sus razones, azares y medios. Para ella —antiautora, escribidora invisible, sensual, boba y justiciera— “toda escritura es resultado de muchas lecturas previas, lecturas que resultan uno de los ingredientes en la masa madre de la producción textual”.
Por ello parte escudriñando en la vida y obra de varios autores. Comienza por Bolaño, quien tras sus múltiples peripecias nos demuestra lo que significa vivir EN la literatura: “Simplemente un escritor diciendo ALGO sin compromisos con el dinero o con el poder; un sabio viajero ironizando su vida, un antiguo infrarrealista literaturizando su tiempo”. Pero él mismo, ya curado de espanto, dice: “Ahora es la época del escritor funcionario, del escritor matón, del escritor que va al gimnasio”, de los que “no rechazan la respetabilidad, la buscan desesperadamente”. Un síndrome que como sabemos, va bastante más allá de la literatura.
Ana dialoga con los muertos. Devora mundos, sostiene encuentros transtemporales y literalmágicos, posee cuerpos, pero no se apodera de sus identidades. Así lo hace con Juno Lobo Hernández, el que mientras deambula por los Méxicos, se entera de que es la reencarnación de Juan López, rey de los indios, leyenda tzetzal.
Luego es el propio Bukowsky quien nos relata un encuentro con ella en un bar, una mexicana de la que intuye, ansía ser escritora. Tras algunas rondas, el autor maldito comienza a sincerarse sobre su oficio. “Para ser escritor tienes que tener algo que decir. Luego está el asunto del estilo, que es más importante que la verdad” le dice.