«Escribo para acostumbrarme a vivir» nos dice con desolada resignación Lauren Mendinueta en un poema, como un eco lejano de la ambición de Henri Michaux al decir que escribía para recorrerse, apuntando a uno de los ejes de su propia poética, el cual se encuentra limitado por un lado por la constatación de la extrañeza y por el otro, por la necesidad de reconocerse. De allí que sus poemas estén signados por viajes imposibles, fotografías veladas, recuerdos inasibles, pero también por la búsqueda de un país que le duele y se le escapa y de un cuerpo que descubre y la interroga, siempre movidos por esa sed de encontrar en el poema una verdad, aunque sea inasible y efímera, pero verdad al fin y al cabo.
Su trabajo poético es uno de los más interesantes, personales y conmovedores de la reciente poesía colombiana, convirtiéndola en una de sus voces principales. Y este libro lo ratifica nuevamente.