Si una parte de la obra de Goyen pinta el paisaje de Texas, hay otra parte que transcurre en espacios urbanos. La misma sangre y otros cuentos, libro que editó La Compañía en 2008, mostraba la vida en los pueblos que el autor conoció en su niñez y juventud. Los relatos ahora incluidos en Ángeles y hombres marcan un paso hacia el mundo de las grandes ciudades estadounidenses o europeas. El lector reencontrará aquí los rasgos del gótico sureño, que vinculan a Goyen con William Faulkner y Tennessee Williams, pero también descubrirá un marco distinto donde lo sobrenatural, sin perder nunca el tono realista, adquiere una nueva dimensión. Los protagonistas se ven de pronto arrastrados por sus recuerdos, por las historias de su niñez, por las penurias de otros personajes con los que ellos se identifican hasta el punto de hacer propio el dolor ajeno.
Un personaje comprende en un parque de Roma, durante una "primavera maldita", los oscuros motivos que no le permitieron ayudar a su hermana años antes, cuando a ella se le rompió un disfraz. En una pieza de pensión, un enfermero revive su historia al contar cómo sintió que sanaba al mismo tiempo que uno de sus pacientes.
La prosa de Goyen resulta por momentos hipnótica. Los personajes, el paisaje y el estilo parecen conformar una sola cosa, nítida, profunda, llena de dolor y compasión. En el centro está siempre ese lugar de origen que tiene atrapados a los protagonistas y al propio Goyen y que, sin duda, atrapará al lector.