En el juego, lo decía Cortázar, parece una broma, pero somos inmortales, tal vez múltiples, tal vez islas, tal vez otros, tal vez todos. Aquí hemos jugado a ser alfiles solitarios, castillos maltratados por la noche, escaque y celdas, pasajeros, vértigo y defensa, entrega y maquinaria, como si nos fuera en ello esa inmortalidad alucinada que es la poesía. Como si a través del juego, ella nos descubriera, entre tropiezos, su inmensa latitud. Ahora te toca a ti, lector, entrar en la partida, saborear nuestros sueño, contraatacar nuestro deseo, devorarlo, darle vida.