Políticos, periodistas, gente del espectáculo pronuncian palabras que no se las lleva el viento, sino los diarios, la televisión, la radio. Sin embargo, estas palabras se olvidan muy fácilmente. Las malas lenguas refresca la memoria. En esas palabras puede leerse otra trama de la historia. Las relaciones de sentido sorprendentes que este libro establece entre ellas crean un efecto cómico, patético, pero también esclarecedor. El lenguaje ,como un espejo, refleja la sociedad. Buenos Aires habla y se muestra tal cual es, no puede evitar las malas lenguas que lo delatan: sus propias palabras. Así hablamos, así somos.