Un mendigo junta papeles en busca de las palabras que perdió. Un chico usa las hojas de un libro como plantillas de zapatos para llegar hasta la escuela. Hay padres que amenazan a los maestros para que sus hijos aprueben. Un adolescente sigue repitiendo sexto grado porque no tiene un colegio secundario cerca. Otro no reconoce no haber leído en su vida. Algunos escritores van a las escuelas y conversan con los alumnos, en un acto de resistencia que va más allá de la literatura. Un ministro de Educación admite que la actual es la primera generación de argentinos que está peor que sus padres. Éstas son historias reales. Se leen como capítulos de un mismo ensayo duro y conmovedor sobre el derrumbe del sistema educativo argentino. Ángela Pradelli ha probado con Amigas mías, Turdera y El lugar del padre, que es una narradora consumada. Pero las historias que aquí narran se apartan de la ficción e ingresan a la zona cruda del testimonio de su experiencia como docente. El libro de lectura no es una recopilación de dramas y miserias. Es una toma de posición frente a la lectura y la escritura dirigida a todos aquellos -padres, maestros, educadores, funcionarios- que tienen la responsabilidad sobre la educación de los niños y jóvenes de la Argentina.