No se puede decir que Isa y Eli sean una pareja convencional. Sus encuentros, en distintas ciudades del mundo en las que se instalan casi siempre por trabajo, marcan un itinerario de incertidumbres. Más que encontrarse, estos personajes se contrastan, una y otra vez, para renovar el vínculo que los une a pesar de las reiteradas despedidas. En Estación de Ruegos el amor no se nombra, pero insiste en aparecer en cada página. Este es un libro sobre las heridas y las cicatrices de vivir a la intemperie.