A uno y otro lado del continente americano abundaron los estafadores, impostores, publicistas que cargaban un cajón con pájaros disecados, libros, libretas y unos pocos instrumentos que lograron que se les abrieran las puertas de las oficinas del gobierno, de los museos y de las asociaciones científicas nacionales. La historia de la ciencia no puede evitar toparse con ellos; en todos los tiempos han surgido charlatanes que han buscado obtener provecho político, ideológico o económico. Curiosamente, la historiografía no habla de ellos, como si no los viera, o, cuando los nombra, repite sus palabras sin cuestionarlas. En definitiva, la historia está plagada de ejemplos de charlatanes.