"La multiplicidad de registros y géneros, identidades fragmentadas en constante tensión, la construcción de una memoria difusa, el lenguaje como vehículo para la duda y la confusión, las vulnerabilidades del ser en un mundo donde los vínculos son intermediados por miedos y fantasmas; es mucho lo que comparten estas dos obras de Gabriela Ponce, pero quizás lo más notorio es el lugar de la escritura como ejercicio de libertad. La dramaturgia como disparadora de significados y sensaciones, desatada de normas y estructuras, que obliga a quien la lea a la participación activa, la toma constante de decisiones, de reconstrucción, de creación de nuevos discursos. Una obra viva, íntima y personal pero no hermética, que interpela y expulsa tanto como invita a acercarse."–Cámara Uruguaya del Libro