Los cuentos de Jennifer Thorndike tienen la característica crueldad de los niños y quizás, por eso, muchos de ellos hacen referencia a muñecas y juegos perversos. Son historias dolorosas de amor que siente una mujer por otra mujer en un mundo donde las máquinas y las comunicaciones a distancia no llenan el vacío existencial. El pecado del amor contrariado marca, como una cruz de ceniza, a los protagonistas y un ansia de calor humano y de búsqueda de cariño se deja entrever en medio de estas líneas pergeñadas con rebeldía y mucha sinceridad. Los lectores o lectoras no podrán salir ilesos. — Rocío Silva Santisteban