Si la palabra ha sido el primer animal domesticado por la tribu, no olvida nunca su condición salvaje. No sabemos en qué lugar se emplaza cuando tiene ante sí un arco, perfectamente medido, en que la sangre fría está a un extremo y la caliente a otro, aunque quien escribe poesía con la intensidad y fuerza de Mónica Velásquez, sabe que entrega velocidad, lucidez y temperatura. Su aullido, balbuceo y fortaleza. Entonces, convoca lo animal, aquello que se asume como propio y ajeno. Convoca a los animales, que no hablan ni son metáfora o mediación de ninguna moral humana. La pregunta brota imperiosa: ¿cuánto puede animalarse una para llegar a ellos? Así este libro, que no quiere ser bozal sino hendidura, y donde la poeta es colmilla y desata el movimiento. La acompañan Sor Juana, Lezama, Cortázar, José Carlos Agüero, José Donoso, Berta García Faet, la que esto escribe y un hermoso y largo etcétera, pero los desplazamientos de llegada y salida, orgánicos y poéticos en su lenguajeo animal, respiran de un modo propio y confirman la potencia de su voz. Animal print entrecruza poemas y materiales en una original estructura que se adentra en la viscosidad palpitante de la vida (la poesía). Su lenguaje animalado es de quien presta hospitalarias sus costillas, si acaso «ciclo o siglo o sigilo en este momento cumplido». El de este cuerpo que late entre las manos. Este libro. María Ángeles Pérez López