Una tarde, Rosa Montero intentó recordar el dibujo de las baldosas de la casa de su niñez, pero no pudo. Aquellas losetas de colores habían sido los abismos secretos y las selvas imaginarias de sus juegos de niña; es decir, habían sido una parte importante del pasado. Pero el suelo ya no existía y el dibujo se había perdido para siempre, como su propia infancia. Aquella tarde, abrumada por el olvido, Montero se preguntó:
"¿Qué pasaría si hubiera un mundo que sólo existiera si alguien lo pensase?", y de esta idea nació Temblor, una novela que transcurre en un mundo fabuloso, rodeado por la atmósfera de lo brumoso y lo legendario. Bajo una vertiginosa historia de aventuras, en Temblor se oculta el escozor del reconocimiento.