Hablemos, escritoras. Switch to our version in English

LAM 1: La crítica literaria: deudas y retos hoy.

Episodio 417 LAM / Literatura alrededor de la mesa

03/08/2023 · Adriana Pacheco

La buena crítica literaria explora el mundo en los intersticios de la forma. Gisela Kozak"

Adriana Pacheco. Cuando entrevisté a la poeta e investigadora Martha Ana Diz me preguntó que qué haría yo con la gran cantidad de información que estábamos poco a poco reuniendo en Hablemos, escritoras. La pregunta, muy válida estaba ya desde hace mucho tiempo rondando en mi cabeza, pues, gracias a la generosidad de todos los que han llegado al podcast, nuestro registro de información, “matriz”, como le llamamos cariñosamente y que lleva de manera cuidadosa Brenda Ortiz, crece y crece. Pero tener toda esa información ahí guardada a veces requiere, se antoja hacer una lectura más a profundidad que vaya conectando y haciendo otras redes, otros contactos, que se convierta en un diálogo, en un diálogo alrededor de la mesa.

Así que hoy tengo el gran gusto de presentarles nuestra sección trimestral “Literatura alrededor de la mesa”, LAM como la estamos llamando. El nombre es una provocación que parte de la imagen de la mesa en donde las ideas se discuten, donde se sientan los que tienen la palabra y donde por mucho tiempo las mujeres fuimos excluidas para solamente servir esa mesa. Es también en donde otras se han reunido para cambiar el estado de las cosas, donde el conocimiento y la sabiduría se ha pasado de generación en generación, de madres a hijas, en donde las revolucionarias han sembrado y aplanado un camino donde hoy caminamos todas. Les estamos muy agradecidos hoy a las críticas que han aceptado integrarse a esta mesa para conversar con nosotros sobre crítica, literatura, cultura y sociedad con temas enormes como: la literatura contemporánea, escribir desde la diáspora, descolonizar a través de la traducción, las miradas transnacionales a  la poesía, cuento y microrrelato como escrituras subversivas, literatura y enfermedad, el cuerpo social enfermo, escrituras contemporáneas del Cono Sur, de Europa, de la diáspora, diálogos literarios, el Boom o no Boom, literatura contemporánea por escritoras, representaciones contemporáneas de la violencia, migración y desplazamientos, escritura del “yo” y la auto ficción, maternidad, familia y relaciones afectivas, en fin, la lista es larguísima.

AP. Así que permítanme presentarles a las investigadoras que hoy recibimos quienes se caracterizan por su lucidez, por su profesionalismo, preparación y por su valentía. Cada una de ellas proviene de un distinto país del mundo hispanohablante continental, el caribe, que han migrado a los Estados Unidos como Laura Torres-Rodríguez y una de mis mentoras académicas Gabriela Polit Dueñas.

Laura Torres. Soy Laura Juliana Torres-Rodríguez. Ese es mi nombre largo. Soy de Puerto Rico. Crecí en el archipiélago y completé mi bachillerado en estudios hispánicos en la Universidad de Puerto Rico. Como muchos puertorriqueños, cursé estudios de doctorado en Estados Unidos. En el 2023, cumplo diez años en la ciudad de Nueva York, donde soy profesora de literatura y estudios latinoamericanos. Mis áreas de especialidad son la literatura mexicana, la teoría crítica, los estudios transpacíficos, el pensamiento decolonial y fronterizo y las estéticas feministas. La literatura para mí se vincula con los predicados de la pasión, con los afectos, los apetitos, los estados de estupor y con los padecimientos. Me interesa la literatura que nos fuerza a elaborar formas de pensamiento comprometidas con estos embates. Además, la literatura me parece el vehículo mediante el cual se explora la formación de subjetivades y se debaten sus límites.

Gabriela Polit. Me llamo Gabriela Polit Dueñas, soy quiteña. Vivo en los Estados Unidos, donde vine a estudiar una maestría por un año y ya llevo treinta. Hice una maestría en Ciencias Políticas en la New School y luego un doctorado en literatura en NYU. Actualmente soy profesora en la Universidad de Texas, en Austin, Mis libros académicos tratan de la masculinidad en las novelas del caudillo publicadas a partir de los años 80´s hasta principios de los 2000’s acerca de la representación de la violencia y el narco en Medellín y en Culiacán, y el último libro fue sobre el trabajo de periodistas que cubren sufrimiento social en México, Colombia y Argentina. Me interesa ahora explorar en la literatura escrita por mujeres, los temas de trauma y creatividad.

AP. Imprescindible tener a las que piensan la literatura desde sus países de origen como Mónica Velásquez Guzmán de Bolivia y Victoria Guerrero Peirano Perú:

Mónica Velásquez. Soy Mónica Velásquez Guzmán, nací en La Paz, Bolivia. Allí estudié mi licenciatura en Literatura latinoamericana y allí vivo desde 2005. Mis estudios de posgrado los realicé en México, en El Colegio de México, me titulé con una tesis sobre enunciación poética en las obras de Francisco Hernández, Blanca Wiethüchter y Raúl Zurita. Mi área de especialidad es la literatura latinoamericana de los siglos XX, XXI, especialmente la poesía. Soy poeta, es mi forma de estar en la vida, creo que solo se existir entre palabras y silencios, preguntándome siempre que hacen las palabras y los silencios, y como uno es entre palabras y silencios. Bueno y alguna nota más personal diría que cocinar, bailar, amar con todo el cuerpo, me parecen formas un poco de hacerse la misma pregunta de como estar en la vida.

Victoria Guerrero. Mi nombre es Victoria Guerrero Peirano y vivo y trabajo en Lima-Perú. Soy, sobre todo, creadora, pero también profesora universitaria y activista feminista. Escribo sobre temas de género, poesía y activismo, y trabajo con un grupo de creadoras-investigadoras en la curaduría del Mapa de Escritoras Peruanas. Mis escritoras favoritas del Perú son Magda Portal y Carmen Ollé, a quienes he dedicado algunos textos de investigación.

AP. Que gusto tener a aquellas que han tenido que migrar a otros países latinoamericanos llevando a ellos todas sus historias y todo su contexto, así le damos la bienvenida a Gisela Kozak-Rovero.

Gisela Kozak. Mi nombre es Gisela Kozak- Rovero. Nací en Caracas, Venezuela y vivo en Ciudad de México desde el año 2017. Licenciatura, maestría y doctorado en literatura, con especialización en América Latina. Bueno me defino como una escritora mutante, me reparto entre la ficción, el ensayo, la opinión política, el artículo académico. Mis líneas de investigación han articulado la literatura, debates sobre el humanismo contemporáneo, estética, la política, feminismo, he trabajado también el tema lésbico. Y bueno ahora me encuentro en un momento de redefinición, aparte de digamos lo que tengo que hacer para mi trabajo docente y para digamos los artículos académicos que me han solicitado, específicamente. Ahorita tengo unas lecturas más orientadas por mis antojos y curiosidades que por una línea definida. Ahorita ando en búsqueda, me alimento de dudas, y creo que es un buen momento

AP. También hemos querido incluir a investigadoras que han llegado más lejos, hasta un país que en su lejanía se mantiene cercano también que es Canadá, muchas gracias a Martha Bátiz por estar hoy con nosotros.

Martha Bátiz. Mi nombre completo es Martha Beatriz Bátiz Zuk. Nací en la Ciudad de México, pero vivo en Canadá desde 2003. Tengo una licenciatura en Letras Inglesas por la UNAM, y mi maestría y doctorado en literatura los obtuve en la Universidad de Toronto. Mi área de especialidad doctoral es el teatro. En México cursé la carrera de actuación y trabajé como actriz profesional durante varios años, de modo que el amor por el teatro es algo que siempre ha estado presente en mi vida. También soy traductora certificada por la American Translators Association, y fundé e imparto los cursos de escritura creativa en español que se ofrecen en la Escuela de Educación Continua de la Universidad de Toronto. Me apasionan los libros que me hacen experimentar emociones y momentos ajenos a mi cotidianidad. La literatura que aborda la violencia me ha atraído siempre, y adoro la literatura gótica.

AP. Y en esa primera reunión ante esta mesa, nos gustaría conversar sobre la crítica misma. Le preguntamos a Victoria Guerrero ¿Qué es para ella la crítica? ¿Y como es que ve la relación de esta con el texto y con el mundo?

VG. Pienso que la crítica literaria debería ser un espacio de múltiples miradas desde diferentes disciplinas. Abrirse a las posiblidades de la relación del texto con el mundo. Cuando la crítica dialoga consigo misma, se queda sola. La crítica, me parece, que muchas veces deja de lado el papel pedagógico de su trabajo y la necesidad del diálogo entre aquellos que la practican. La hiperespecialización de la academia, lamentablemente, tiene sus consecuencias y una de ellas es el solipsismo. Revistas especializadas y congresos donde pocos se oyen. Yo pienso que debemos volver a lo pequeño y a las instancias de mediación entre academia y lectores.

AP. Mónica Velásquez ahonda con la idea de que la crítica no puede quedarse en el monólogo, en la soledad de las cuatro paredes de una academia cerrada, sino que debe actualizarse con el ritmo de las cosas.

MV. Creo que si pensamos en la labor de la crítica deberíamos siempre tener presente que es una labor histórica que se tiene que reinventar todo el tiempo, porque si no seguramente acabaríamos monologando. Podríamos pensar que estos tiempos son difíciles para la crítica, la verdad es que no se si ha habido tiempos fáciles para la crítica, la duda, la pregunta, el desacomodo, por que bueno eso son actividades que siempre cuesta tener. Ahora estamos en una época que pide eficiencia, pide velocidad, rendimiento, también es un tiempo de mucho agotamiento, por lo tanto, creo que nos toca sacar a la crítica de la especialidad o de la especialización, sacarla un poco de la academia, que transcienda esas paredes, y que pueda llegar a unos lectores más comunes. Ahora qué sígnica esa crisis de la academia y su aislamiento, creo que da como para otro programa entero, pero evidentemente creo que todos los que pasamos por la academia tenemos que hacer conciencia de esa crisis, y de sobre todo de su distancia respecto a la vida cotidiana, de la vida de calle, y creo que no se trata de propagar la academia, pero sí de pensar y ser muy creativos a la hora de inventar experiencias comunes de lectura, creo que en ese sentido iniciativas como estas son importantes, cómo inventamos puentes entre una experiencia lectora, a la que es una experiencia detenida, de técnica, yo la quiero pensar siempre como una incontinencia de pasiones, es decir cuando uno tiene una pasión por algo y no se aguanta a no contarla, y la experiencia que tiene el público, creo que ahí está nuestro desactivo.

AP. Sin embargo, esa relación con el mundo, esa apertura no puede dejar fuera que la crítica permite un análisis riguroso con investigaciones que aporten y que puedan comunicar. Gabriela Polit lo pone así.

GP. Creo que la tarea de la crítica literaria y de la crítica cultural tendrían que tener dos objetivos. El primero es fomentar, y estoy hablando como profesora, formar a estudiantes que dirijan sus investigaciones con la rigurosidad que den legitimidad y validez al conocimiento que aportan. Mi tarea es formar a los estudiantes para que produzcan sólidos trabajos manejando las herramientas de las ciencias sociales, de la filosofía, de la historia, que ayuden a interpretar mejor y de una manera más enriquecedora la producción cultural contemporánea, que es una manera muy importante de entender lo que pasa en nuestras sociedades. El segundo objetivo, es entrenar a los estudiantes para que puedan comunicar sus ideas y su conocimiento, también en ámbitos más amplios, no solo en las revistas de especializadas, si no que tengan las herramientas para escribir en registros encorsetados, como puede ser la academia, menos especializados, que les permitan llegar a públicos diversos, audiencias más amplias, a gente más joven, esto es fundamental, no perder el rigor en la investigación y al mismo tiempo tener un compromiso solido en la necesidad de intervenir en la sociedades a las que pertenecemos, creo que eso en mi tarea como profesora, eso es lo que guía el trabajo que yo hago con mis estudiantes.

AP. Y es en ese intervenir al que se refiere Gisela Kozak, que se da la manera de intervenir en forma de mapa, de herramienta que orienta y que polemiza.

GK. A mi juicio, la buena crítica literaria explora el mundo en los intersticios de la forma, mapea, orienta, polemiza, claro, busca el envés de la lengua en lugar de sus significados más explícitos. Creo que la enseñanza es el estudio formal de la literatura es una disciplina en franco retroceso, un bello momento del siglo XX del que me alegra haber participado. Hubo gente genial en el interín, pienso por supuesto en Walter Benjamín, como puedo pensar en Julia Kristeva, es decir, gente que estudió literatura, Tzvetan Todorov, por ejemplo, Beatriz Sarlo y que se dedicó digamos con mucha profundidad y éxito a tantos temas, pero siempre desde esa vocación estética y literaria.

AP. Pero entonces ¿Qué es o debe ser la crítica literaria hoy en un mundo en donde la academia y la formación formal en la literatura se han cuestionado tanto? Martha Bátiz habla de la deuda de la academia y del momento por el que están pasando las Humanidades.

MB. Vivimos un momento muy difícil en el cual las humanidades parecen haber perdido su valor. Los jóvenes se abocan al estudio de las ciencias porque ahí es donde hay futuros lucrativos, mientras que la literatura, la filosofía, etc, parecen ser, más que nunca, los caminos que conducen al hambre y la miseria. Esto es terrible porque se están formando profesionales que son incapaces de entender el mundo desde un punto de vista humanista, que saben cada vez menos de historia y que son incapaces de enunciar sus pensamientos de manera correcta e incluso, en algunos casos, de reflexionar con un mínimo de profundidad.

La academia en ese sentido tiene una deuda enorme con la población en general, porque es desde ahí, en complicidad con entidades externas en posiciones de poder, que se ha gestado y apoyado un sistema de castas del aprendizaje y se les ha asignado a las humanidades la categoría más baja e indeseable por ser lo menos lucrativo. ¿Cómo vamos a formar críticos (ya no digamos literarios, sino de cualquier índole) si la gente no aprende a pensar, a cuestionarse, a razonar, porque resulta que eso no vende?

AP. Pero están también los contrastes de la academia, en otros espacios, en otras latitudes en donde se está dando y a donde está trascendiendo. Laura Torres lo dice desde su lugar de enunciación

LT. Desde mi lugar de enunciación, diría que históricamente la crítica literaria ha tenido en Latinoamérica una función distinta a la que ha tenido en Estados Unidos y por lo tanto la percepción de lo que es o debería ser está atravesada por esa diferencia. Y aquí generalizo burdamente, pero me parece que la crítica literaria en Latinoamérica tuvo o busca tener una función más pública, casi de educación estética de la ciudadanía y en muchos casos representó otra forma de escribir la historia de la región. Pienso claramente en Ángel Rama y en su concepto de la ciudad letrada. En Estados Unidos, y aquí generalizo para hacer un punto, la crítica se caracteriza por una tendencia a la especialización, su influencia en la esfera pública es limitada y circula poco fuera de una comunidad de lectores y lectoras especializadas. En Puerto Rico, convergen estas formas divergentes de entender la cultura letrada. Como ha analizado Judith Sierra-Rivera, ya en la década de los 50´s, figuras puertorriqueñas como Nilita Vientos Gastón y Margot Arce de Vásquez denunciaban estas diferencias y concebían la crítica literaria como una forma de practicar la soberanía en la colonia mientras que también, paradójicamente mantenían vínculos con la academia estadounidense. La crítica cultural que se hace en Estados Unidos está atravesada también por estas tensiones y por la circulación norte-sur de metodologías críticas, agendas diaspóricas diversas, y formas divergentes de entender la factura política de la escritura.

Sin embargo, creo que sí hay unos agotamientos generales que conciernen a ambos contextos y que tienen que ver con su condición estructural. Por un lado, está el agotamiento de un discurso crítico que históricamente se autoriza a través del desplazamiento de otras participaciones estéticas y entroniza la letra como modo privilegiado de accionar el pensamiento, en detrimento de otros saberes y haceres. Este cuestionamiento también es un cuestionamiento de sus condiciones de producción; la crítica se genera en su mayoría en espacios académicos donde coexisten el privilegio y formas de trabajo intelectual y docente precarizados o pauperizados. A esta crisis se suma el hecho de que las universidades neoliberales le han hecho la guerra a las humanidades, y en consecuencia la crítica cultural también ocupa un lugar cuestionado dentro del espacio universitario. 

Sin embargo, no creo que debemos cederles o abandonar los espacios universitarios a los tecnócratas. Últimamente he estado pensando mucho en esto, en la relación entre nuestros cuerpos y las instituciones, cómo evitar que las instituciones se encarnen en nosotras, que conviertan nuestra creatividad y energía en formas de subjetivización neoliberales, y en cómo instituir de otra manera, cómo crear trincheras o refugios dentro del espacio universitario.

AP. Y continua con la pregunta ¿Qué es lo que la forma textual, la literatura, la teoría puede ser, puede ser una forma de resistencia?

LT. Las primeras en hacerme una pregunta por la importancia de la crítica cultural fueron precisamente las estudiantes en una entrevista que se da en el contexto de la presidencia de Trump. Creo que nuestras estudiantes también perciben la marginalidad y la peculiaridad de lo que hacemos. Me preguntaron de forma textual si creía que la literatura y la teoría podían actuar como una manera de resistencia contra las retóricas de odio. Sentían que el curso de historia cultural latinoamericana les había dado herramientas, densidades, perspectivas para confrontar ese momento político. Yo les dije que sí, que definitivamente creía que la crítica podía resistir las retóricas de odio, aunque la verdad es que pienso que la literatura y la crítica tienen un papel mucho más modesto, o al menos más contingente e indeterminado. Tampoco la crítica y la literatura están exentas de las retóricas de odio y de los conformismos que les son cómplices. Pero sí creo que permiten construir colectivos de lectura en torno a distintos textos o manifestaciones culturales y generar entrenamientos que en el mejor de los casos nos permiten discernir con cierto rigor las estrategias estéticas y discursivas implícitas en diversas declaraciones culturales. Estos espacios pueden prepararnos mejor para responder a la manipulación discursiva y afectiva, a las políticas del miedo y a la pobreza de imaginación implícita en los discursos de odio. Como dice la investigadora puertorriqueña Carmen Vásquez Arce, es un tema político poder distinguir entre la tercera y la primera persona, o conocer la diferencia entre una persona y un personaje.

Creo que lo que vale la pena transmitir a otras generaciones es la forma en que la crítica introduce otras velocidades, otros ritmos de recepción. No es arbitrario que hablemos de lectura detenida, desacelerada, atenta a la escucha. Es el placer de alargar la duración del acontecimiento literario.

AP. Es esta idea punto de partida para pensar ¿De qué manera la crítica literaria y la obra de escritoras contemporáneas se han movido a otros espacios y negociaciones? Y seguimos tomando a Laura Torres con sus ideas.

LT. Para mí, la crítica literaria es una apuesta del decir, y el decir es un posicionarse, y los posicionamientos conllevan riesgos y producen transferencias, sobre todo cuando los hacemos las mujeres. La pregunta sería cómo dejar de posicionarnos siempre por encima de los textos o escritoras que leemos. En este sentido, como escribe McKenzie Wark en su libro sobre la escritora Kathy Acker, tenemos que recanalizar las economías libidinales de la crítica y practicar otros posicionamientos.

AP. Mónica Velásquez nos dice tomando las palabras de Josefina Ludmer

MV. Creo que también vale la pena repensar a que nos referimos cuando hablamos de crítica literaria, a la hora de pensar nuestros desafíos actuales frente a la obra literaria o las escrituras no siempre literarias que tenemos ahora, yo traería a colación el nombre de Josefina Ludmer, esta maravillosa lectora, critica, docente argentina, que murió hace poquito, para recordar que siempre leemos desde algún sitio, desde alguna historia, desde una cultura, desde un cuerpo, desde una agenda, desde una ideología, etc. Por tanto, creo que leer critica implica en primer termino desnaturalizar y hacer conscientes esos modos de leer, hacernos cargo de nuestros modos de leer. Y después desacomodar nuestras certezas, movernos lo más posible, atrevernos al desafío de la obra que tenemos enfrente, etc. Se me ocurre que un ejemplo claro para estos, mencionar la novela extensísima y maravillosa que acaba de sacar Mariana Enríquez, bueno no acaba, hace unos años, Nuestra parte de noche, uno puede leer esa novela y decir, bueno un crítico literario minucioso puede decir esta es una novela de terror, muy a lo Stephen King, y por lo tanto esa su filiación, y eso es lo que esta haciendo, y poner esa etiqueta y quedarse tranquilo, pero yo creo más bien, si nos atrevemos a inquietarnos cada vez como críticos, deberíamos hacernos preguntas, ¿Cómo se le ocurre a Mariana Enríquez hacer una novela de trescientas mil páginas, una novela muy extensa en tiempos de velocidad y de Twitter?, ¿Por qué usa el terror para hablar de una relación filial?,  ¿Por qué la contratapa dice que esta novela naturalmente debe migrar hacia una serie televisiva?. Hacernos esas preguntas, puede parecer un ejercicio banal, pero no lo es, y es un desafío cuando uno es profesional nos implica suspender o poner en suspenso nuestra sabiduría, nuestras categorías, y atrevernos a recomenzar cada vez. Ese es un desafío permanente.

AP. Es muy relevante lo que dice Victoria Guerrero en cómo las escritoras han ayudado a ampliar el canon.

VG. La obra de las escritoras ha ampliado el canon de la literatura contemporánea y, por lo tanto, ha hecho que la crítica se tome en serio la literatura escrita por mujeres. De tal modo que ya no es posible un curso o investigación donde la escritura y el trabajo de las mujeres no tengan lugar. Por ejemplo, se ha subrayado la importancia de la obra de escritoras como Clarice Lispector de Brasil, Elena Garro y Amparo Dávila de México o Magda Portal de Perú, en la literatura contemporánea, solo por nombrar algunas. Estas escritoras del siglo XX que habían sido dejadas de lado por la crítica o fueron opacadas por el Boom. Pero hoy no se puede entender el trabajo de muchas escritoras latinoamericanas sin sus “madres” literarias. Teníamos muchos “padres”-también padrastros-, pero ahora se reconoce a esas madres y a aquellas que las precedieron también. En el caso peruano siempre fue muy revelador que cuando se pensaba en escritoras del siglo XX solo se hablara de la poeta Blanca Varela, nadie más existía, pero ahora hay trabajos de investigación que revelan la escritura de muchas otras poetas y narradoras anteriores o contemporáneas a Varela. Es interesante descubrir cómo esa memoria se quiso borrar, pero estaba latente, lista para la búsqueda. Por supuesto, eso también muestra las maneras en que el texto literario ha sido leído desde quienes dominaban la crítica literaria. La escritura de las mujeres se consideraba una literatura menor porque hablaba de cuestiones domésticas y subjetivas. No era universal cocinar y cuidar, pero sí hablar de injusticia social, como si ambos no fueran parte de una misma situación de desigualdad.

AP. Y me llama mucho la atención lo que dice Laura Torres tomando las palabras de Derrida, en donde esta diciendo “que lo descifrado se explica ya mejor así mismo”.

LT.  En La carta postal, Derrida hace una pregunta que me parce pertinente ¿Qué sucede en el desciframiento cuando lo descifrado se explica ya mejor a sí mismo? ¿O, en este caso, cómo hacer crítica que ilumine un texto cuya estructura ya contiene un discurso crítico potente? Me parece que hoy día muchas escritoras están proponiendo escrituras y estéticas que se sostienen en formas de investigación que normalmente asociamos con la crítica. Pienso por supuesto en escritoras como Cristina Rivera Garza, pero también en otras escritoras del podcast como Lina Meruane o Alia Trabucco Zerán, o en el caso de Puerto Rico, la escritora Marta Aponte Alsina, que construyen sus textos a partir de trabajos de archivo. Verónica Gerber y Sara Uribe también mencionan es sus entrevistas estrategias críticas, tales las prácticas de reescritura que buscan traer al presente discursos del pasado, para, y las cito a ellas, “resituarlos, retrabajar sus toxicidades, actualizarlos”. Lo que me parece esencial es que estas estrategias críticas buscan compartirse y colectivizarse, así que dejan de funcionar como estrategias de distinción y autorización.

En este respecto, Francesca Dennstedt y yo, estamos escribiendo un ensayo a dos manos que reflexiona precisamente sobre las formas en que el activismo feminista actual reorienta la crítica, desestabiliza sus marcos de interpretación y plantea una reformulación material de todo el circuito literario. Es decir, para despatriarcalizar la literatura tienen que ser transformados también sus modos de producción, distribución, edición, socialización y circulación. Aquí los proyectos colectivos, como este espacio, son los que están redefiniendo valores estéticos y políticos, haciendo crítica desde el quehacer colectivo.

AP. Y tomando todas estas ideas, no podemos evitar pensar la radical influencia que el feminismo, o los feminismos han tenido en toda esta manera de mover el canon o de estipular que un canon no es precisamente la manera de hablar de literatura, Gisela Kozak lo pone desde esta manera.  

GK. El feminismo dejó clarísimo que el canon se conforma no solamente de áureos valores literarios ha habido otras consideraciones, por supuesto consideraciones geográficas, políticas, de aéreas de influencia, áreas lingüísticas. Y por supuesto veo el interés hacia la literatura escrita por las mujeres, a como éramos representadas en ella, etc. Y ahorita se abrió la crítica al presente y abrió el espacio a otra comprensión del pasado, y bueno desde allí, preparo el terreno para el interés editorial, académico y de público que hoy constatamos en escritoras como Karina Sáinz Borgo, Gabriela Wiener, Mariana Enríquez, Cristina Rivera Garza o Rita Indiana. Incluso, me atrevo a decir que las mujeres tienen mucho que ver con el interés renovado en el ámbito hispanoamericano en el género cuento, pienso en María Fernanda Ampuero y Liliana Colanzi.

AP. Otro gran tema desafortunadamente, que ha motivado y ha movido tanto a la literatura de escritoras y escritores es el impacto de la violencia y del peligro que viven continuamente. Tomamos las palabras de Gabriela Polit, quien desde hace tanto tiempo ha revisado estos temas en la literatura.

GP. Como sabemos, América Latina es una de las regiones más peligrosas para las mujeres. Desde México hasta Argentina, los índices de feminicidios son altísimos. Hay una relación entre esta realidad tan espeluznante y la producción cultural de mujeres muy jóvenes (y no tan jóvenes) que están dando testimonios, que están echando luz sobre estas experiencias que definen la vida de las mujeres en la región. Pienso en el impacto tan importante del libro de Cristina Rivera Garza sobre el feminicidio de su hermana Liliana, o en el libro Chicas muertas, de Selva Almada. Pero pienso también en historias que no tienen tanto que ver sobre el feminicidio, si no con la dificultad y la criminalización de abortos buscados y no buscados, un libro fundamental es Todas somos Belén, de Ana Correa. Hay podcasts sobre historias que han sucedido en Ecuador, El Salvador. Hay también formas muy sutiles de cuestionar este tejido patriarcal, que sostiene estos feminicidios, y son maneras muy atrevidas y creativas, de cuestionar el canon, con mucho rigor, como son Las aventuras de la china Iron de Gabriela Cabezón Cámara, el libro sobre Rulfo de Cristina Rivera Garza, o los volúmenes de Tsunami, editados por Gabriela Jauregui. Es un momento muy interesante en la producción de literatura escrita por mujeres, y estoy citando un manojo, cuando en realidad son muchísimos, muchísimos los libros y las puestas en arte de mujeres de toda la región.

AP. Y es así como la escritura ha encontrado sus lugares de enunciación, sus léxicos, sus formas, sus propias y únicas narrativas, sus “yos”, sus “nosotros”, sus “ustedes”. Mónica Velásquez lo dice así, hablando de las nuevas escrituras.

MV. Ahora, hoy frente a las escrituras del XXI, mencionaría rápidamente cuatro desafíos puntuales: Uno es como lectores no solo profesionales, si no como cualquier lector, creo que tenemos un desafío a la resistencia frente a la violencia despiadada de los mundos que cuenta esta literatura, que por otro lado es el mundo que nos ha tocado vivir. Entonces pensando como aguantamos el mundo imaginario tan fuerte y tan despiadado de autoras como Mónica Ojeda, Agustina Bazterrica, por ejemplo, que de fondo es como aguantamos el mundo como esta. Para la crítica periodística, literaria, creo que hay unos desafíos muy particulares, uno es ¿Qué hacer con la enorme cantidad de producción?, ¿Cómo escarmenar ahí lo que creemos que puede ser valioso de compartir o no?, ¿Cómo lidiar con el hambre de novedad, del estar al día, de la tendencia, que a veces nos hace comentar siempre lo mismo, y no salir de un lugar? ¿Cómo difundir sin vender, sin traicionar, de alguna manera la pluralidad que uno espera de un crítico? Para la critica académica creo que más bien los desafíos son otros, desde tener que lidiar con las agendas, y los apremios de cada institución, de cada universidad, que no siempre es fácil, pero también otros desafíos más puntuales, como, por ejemplo, ahora cómo nos alfabetizamos los críticos literarios en otros soportes, en otras herramientas, en conceptos que vienen ahora de otras áreas, cuando tenemos escrituras, digamos, desbordadas del libro, pienso en la obra de Verónica Gerber, o de Daniela Bojórquez, pienso en Mónica Nepote, por poner algunos ejemplos. Entonces necesitamos una alfabetización en otras áreas. Necesitamos también pensar o repensar lo que hoy en día se esta conceptualizando como estas nuevas materialidades, preguntarnos por las condiciones en las que un escritor produce, pero las condiciones de circulación de su obra, de reconocimiento, etc. Y ahí yo recomiendo mucho la reflexión tanto de Cristina Rivera Garza, como de Ana Gallego. Y un último desafío, que me parece más sutil tal vez que los otros, es volver al desafío mismo de lenguaje de géneros menores como es el poético, preguntarnos si somos capaces hoy, que hacemos cinco cosas al mismo tiempo, de leer solamente lenguaje, creo que eso es un desafío de otro tipo.

AP. O veámoslo desde otra manera, como lo dice Martha Bátiz, en donde las poderosas plumas de las escritoras han abierto un espacio y han hecho que el silencio ya no sea.

MB. La obra de escritoras contemporáneas ha movido a la crítica a darse cuenta de la enorme fuerza que tienen estas plumas antes relegadas siempre al segundo plano, ninguneadas, silenciadas, consideradas inferiores a la producción literaria masculina. De pronto se han abierto las puertas para hablar de lo que significa ser mujer en este momento, por ejemplo, María Fernanda Ampuero, a quien tanto admiro, lo hace de forma magistral en sus cuentos. O se han abierto las puertas para hablar de las realidades de la maternidad más allá del estereotipo de felicidad y abnegación que siempre nos vendieron, como Isabel Zapata con sus libros y su taller Pequeñas Labores que es punta de lanza en esta área. Pero hay tantos títulos y autoras que se han atrevido a mostrar esa otra realidad de forma descarnada también, como lo hace en Casas vacías Brenda Navarro. Estamos tocando y enunciando tantas cosas que antes nadie se atrevía ni siquiera a pronunciar.

AP. Y viendo todo esto así en la reflexión sobre el estado de las cosas, lo que sucede, lo que deseamos que suceda, debe estar incluida también la crítica hacia adentro, encontrar qué es lo que sigue faltando, los silencios que siguen estando presentes. Gisela Kozak, con su ojo crítico, lo dice de manera transparente y honesta.

GK. Bueno, me queda mal decirlo porque soy latinoamericanista y escribo artículos académicos, en fin. Pero bueno la crítica literaria, la universitaria, la de las escuelas y programas de literatura, dejo atrás hace décadas, eso no es de ahora, la estética, vista como manifestación singular de la cultura y la política, se ha interesando más en la defensa de sectores, tradicionalmente excluidos y su abordaje teórico de los textos se orientan en esta dirección. La crítica se ha alejado de lo que convencionalmente conocemos como literatura, se trata más bien de una crítica de lenguaje con instrumentos de hegemonía, por ende, esta poco interesada en la literatura como arte verbal. En cambio, la crítica no académica (revistas, periódicos, blogs, booktubers, video ensayistas, podcast), con mayor o menor acierto, depende digamos de quien lo hace, pero ahí se sigue cultivando el puro gusto por la lectura, ese gusto es, y ha sido siempre, y será el ultimo bastión de la literatura, tal y como la conocemos actualmente. Ahora respecto a proyectos de largo aliento, la española Mercedes Monmany hace un tipo de crítica literaria política e histórica con una mirada estética maravillosa, por ejemplo, su libro Sin tiempo para el adiós, texto increíble, sobre la literatura europea del siglo XX a la luz del exilio, de los autores ante gobiernos fascistas y comunistas, yo me siento absolutamente reflejada en ese libro con lo que nos ha pasado a los venezolanos. También la crítica venezolana Paulette Silva Beauregard escribió varios libros importantísimos sobre la literatura venezolana del siglo XIX, ella tiene un enfoque académico fuera de serie y además escribe muy bien, y hace énfasis en el tema de las mujeres. Y recomiendo Las tramas de los lectores: estrategias de la modernización cultural en Venezuela (siglo XIX).

AP. O como lo dice llena de nostalgia Mónica Velásquez, al hablar de los grande vacíos y nuestras propias deudas.

MV. ¿Que extraño o qué echo de menos en los estudios sobre poesía, que es mi área? Pues a veces paradójicamente extraño los estudios de poesía. Quiero decir, que no se lea el poema como pretexto para hablar de cualquier cosa y se le olvide, pero tampoco, una crítica que se engolosine en el detalle y se vuelva casi incomunicable para el resto de los lectores. No sé, siempre me ha inquietado mucho saber por qué la crítica de poesía frecuentemente la hacemos poetas, no se si es un asunto de endogamia, de hermetismo, de que es un género muy difícil, o de que escribimos poetas para poetas, eso es algo para reflexionar. En ese sentido extraño un trabajo a veces más complejo, menos descriptivo, que se atreva a lidiar con los desafíos del lenguaje que el poema propone, de alguna manera una lectura menos extractivista, digamos de la obra literaria, y más leal con el lenguaje que siempre es un problema.

AP. Gabriela Polit lo pone desde otro lado, desde la necesidad de contextualizar cada texto, entender a las autoras en sus campo locales y globales de producción.

GP. Pienso que en estos momentos en los que la agenda política esta tan fijada en políticas identitarias, y esto está generando una coartada a la curiosidad y a la necesidad de explorar realidades de otros y otras, la crítica no puede dejar de lado la necesidad de contextualizar cada texto, de entender a las autoras y los autores en sus campos locales de producción y los alcances globales de su producción. Estudios críticos que incluyan estas visiones nos dará un acercamiento más riguroso y nos hará entender todo el fenómeno de la representación que están viviendo las mujeres en la región y las diversas formas en las que opera el patriarcado, estas formas y estos estudios son fundamentales para cuestionar las cimientes del patriarcado. Me parece que el peligro de la crítica es matar la curiosidad, sumarnos a la cultura de la cancelación, hacerle un quite al rigor, en aras de reclamar excelencia a ciertas producciones simplemente porque está hecha por personas iguales a nosotros, a nosotras. Y que creo que esa es la tarea de los críticos, combatir esto.

AP. Y tenemos otras deudas desde la crítica literaria como Martha Bátiz nos recuerda lo que nos falta hacer para difundir el trabajo de dramaturgas.

MB. Creo que en general falta reconocer y difundir más el trabajo de las dramaturgas. Las cuentistas, novelistas y ensayistas son quienes llevan la batuta por ahora y al fondo, muy atrás, llevan a cabo su labor las dramaturgas, siempre con menos foros, menos apoyos y mucha menos atención, a menos que tengan la fortuna o los medios de llevar sus textos a escena. Pero el teatro también se puede leer, en voz alta, como teatro en atril y en voz baja, en la intimidad de nuestra casa, y eso se hace muy poco. Yo quisiera que nuestras dramaturgas tuvieran más presencia. Hay grandes talentos, como por ejemplo Carmina Narro, que siguen en los márgenes sin merecerlo. Kirsten Nigro desde la Universidad de Texas en El Paso hizo una gran labor para difundir el trabajo de dramaturgas como Narro y otras, pero ya se jubiló, y aunque hay universidades y espacios donde se le da prioridad al teatro, siguen siendo muy pocos, poquísimos a comparación de lo que existe para apoyar y estudiar otros géneros. Esta es una desigualdad contra la cual me parece importante luchar.

AP. Porque si bien se ha hecho un trabajo importante con el rescate y difusión de la obra de escritoras, hay ahí también otros vacíos y mucho trabajo por hacer, lo remarca puntualmente Victoria Guerrero

VG. Ahora hay muchos trabajos que abordan la escritura de las mujeres y eso está muy bien. También hay mucho desarrollo de los estudios de género vinculados a la literatura y lo que le ocurre en el día a día a las mujeres. Tal vez lo que aún está faltando es la vinculación de todos esos espacios en América Latina. Por ejemplo, me interesaría, a mí, particularmente saber cuál fue el impacto de la obra de una autora y política como Magda Portal en otros países. Si hay un reconocimiento de ella. Creo que no basta con las vinculaciones de las o los escritores con sus propios círculos sino conocer sus redes de circulación.

AP. Laura Torres lo que hace es invitarnos a repensar quienes están ahí y quienes no están.

LT. Bueno aquí creo que la pregunta sería qué literaturas y qué escritoras reciben más atención y por qué. ¿Cuáles son los libros que viajan y cuáles sus sellos editoriales? Pienso por ejemplo en la falta de atención a la  literatura puertorriqueña o dominicana, con excepción de algunas escritoras en latinoamérica y cómo tiene que ver precisamente con su falta de circulación. El Proyecto de la Literatura Puertorriqueña (Puerto Rican Literature Project) todavía en construcción y dirigido por el poeta e investigador Roque Salas Rivera, busca traducir al inglés, pero también promover el estudio de la literatura puertorriqueña en el continente. Creo que hace falta proponer una crítica que se comprometa con descentralización de los circuitos literarios, lo que es materialmente difícil, pero sin reproducir lógicas de expansión extractivista.

AP. No nada más las escritoras, si no las experiencias que faltan por ser representadas como apunta Martha Bátiz.

MB. Se han abierto espacios también para escribir sobre otras experiencias, como la diversidad sexual y de género, que también solían ser tabús. Estoy pensando en autoras de la talla de Camila Sosa Villada, que ha vuelto nuestra mirada hacia un mundo que nos enriquece. Estas escritoras, además, han rescatado la obra de otras mujeres cuyas circunstancias no les permitieron recibir el reconocimiento que merecían, y nos han regalado un riquísimo catálogo para explorar. Lo que ha hecho Socorro Venegas con la colección INVICTAS es un ejemplo clave de ello. La crítica ha respondido a esto de forma muy positiva, en términos generales, aunque todavía hay mucho por hacer y, por supuesto, mucho, mucho por decir.  

AP. Pero la modernidad ha llegado con tantas herramientas, que nos facilitan la conversación, abrir puertas, derribar fronteras, derribar muros. Laura Torres ve de qué manera las nuevas herramientas y tecnologias estàn abriendo caminos para la autocrítica y la reflexión, para regresar la mirada a las oportunidades. 

LT.  Ha sido interesante leer las impresiones y los posicionamientos de las escritoras, en este podcast, en torno al impacto de las redes sociales en la literatura contemporánea o en las formas de hacer crítica. Por ejemplo, Verónica Gerber, nos recuerda que escribimos en plataformas digitales y a través de tecnologías que responden a lógicas económicas, sociales y ambientales muy espurias. Entonces se establece entonces una dialéctica peligrosa entre la hipervisibilidad de nuestros discursos y la invisibilidad de estas lógicas. Creo que esto provoca desde una perspectiva material y ecológica una pregunta necesaria sobre la relación entre estos medios operados por agentes privados y la ilusión de que participamos en una esfera pública común cuando escribimos en las redes sociales.

Por otro lado, algunas escritoras resaltan la desaforada publicación que mencionas o el impacto de la excesiva producción de contenidos en la práctica literaria. Críticas como María Negroni o Lorena Amaro desconfían de las formas en que las redes imponen formas de producción de autoría o de promoción que a veces remplazan la escritura o la presionan de forma contraproducente.

Escuchando la entrevista de Nancy LaGreca sobre las políticas culturales del modernismo, pensé en el ensayo de Sylvia Molloy, La política de la pose. Y pienso que Sylvia ya a finales de los 90´s estaba teorizando, a través de sus lecturas del modernismo finisecular, sobre nuestra era del selfie y de la curaduría del perfil. Molloy nos invita a tomarnos en serio la fuerza desestabilizadora de la pose del escritor, la forma en que produce subjetividades y, por lo tanto, nuevos actores políticos. Para Molloy, la pose es otra forma en la que la escritora se da a leer. 

Un ejemplo genial de esto, es la cuenta de twitter de Margo Glantz. Me parece que la escritora allí explora en un ejercicio sostenido, pero fragmentado por los formatos, las posibilidades de la voz narrativa en el espacio impersonal y colectivo del internet. ¿Con qué voz hablamos en el internet? ¿Y cómo esa voz a su vez impacta el yo que escribe o la voz que escuchamos cuando leemos?  No creo que podamos eludir estas preguntas.

AP. Porque lo que nos interesa es que queremos encontrar en ese universo del social media, del Google, de toda la tecnología y qué es lo que en realidad todas estas herramientas nunca nos podrán ofrecer, como lo dice Gisela Kozak.

GK. Si se sigue leyendo literatura como una manifestación importante de la cultura, siempre habrá críticos y críticas literarias que sabrán hacer uso de las opciones abiertas por la inteligencia artificial, que significa una capacidad mayor de investigación y conexión. Se supone que ahora, escribir se ha hecho mucho más fácil y accesible, pero habrá que evaluar que nos interesa encontrar en esas plataformas y qué pasará con el oficio mismo de escritor(a). Todavía Chat GPT no cuenta con los códigos que le permitan emular a Clarice Lispector o Elena Garro. Todavía.

AP. Y así es como académicos, críticos y lectores nos debemos a la fascinación que nos causan estas escritoras, a todo su trabajo y a todo su esfuerzo.  Por eso es que es necesario preguntarse ¿si es que la crítica tiene que ser incluyente? Y ¿De qué manera tiene que serlo o no? Sobre esto nos dice Martha Bátiz.

MB.  Uno esperaría que los críticos puedan –podamos—hacer una crítica más incluyente, pero a veces lo que yo veo y que me desanima es que hay autores que se ponen de moda y entonces todos hablan solo de ese autor (que es lo que pasó con los centenares de bolañistas que acapararon mesas y mesas en congresos por años). Cuando yo estudiaba me decían que tenía que ver qué era considerado “hot” en el mercado para escribir sobre ello y ser relevante. El teatro nunca ha sido “hot”, de modo que claramente yo no aprendí la lección. Pero ojalá la academia y la crítica se permitieran también explorar textos y autoras que no son “hot”, que no están en la lista de premios o de las lecturas de Barack Obama, o en otras listas que no llenan mesas y salas de congresos. La producción literaria femenina en la actualidad es importante y muy vasta. Se podría decir que la literatura escrita por mujeres es de lo más “hot” del momento, ¿Qué nos dice de la crítica literaria, sin embargo, estar viendo siempre los nombres de las mismas autoras en todos los paneles, ensayos y reseñas? Habría que pensar más en esto. El espacio conquistado por estas voces no debe ser visto ni tratado como una moda más.

AP. Y en pensar en los lectores, también tenemos que regresar la mirada a ese lector de la crítica ¿Qué es lo que busca en esos libros que lee? En consultar el trabajo de académicos e investigadores como bien apunta Mónica Velásquez.

MV. No sé si crítica, sobre todo si la crítica académica puede o debe ser “incluyente”, sobre todo considerando que quienes leen crítica literaria, ya son lectores, lectoras, un poco especializados, los lectores requieren obras, no leen crítica, entonces no se cuan inclusiva puede ser la crítica, me gustaría que reflexionáramos sobre eso. Ahora como hacer puentes, esto que decíamos al inicio, entre una lectura tal vez más especializada y una menos especializada, yo traería a cuento una experiencia muy linda, de hace unos años cuando hacia radio, yo daba un programa sobre literatura, y una colega, compositora, música, Adriana Aramayo al cielo propio con la música contemporánea, es bastante dificl de apreciar, si uno no tiene cierta educación, y lo que ella hizo fue algo que yo llamaría como una especie de alfabetización para los oyentes, les iba explicando conceptos complejos, que es el dodecafonismo, por ejemplo, pero escuchando música y haciendo que no se vuelva un dato, si no en una experiencia eso. Yo creo que para hacer eso los críticos tenemos que volvernos hacer preguntas incomodas que Ludmer plantea muy bien, decir ¿Qué deseo tengo yo como crítico debajo de lo que estoy diciendo, o además de lo que estoy diciendo, o entre líneas de lo que estoy diciendo? ¿Quiero presumir, de que se algo que los demás no saben? ¿Creo que todavía puedo ser yo como crítico literario el que legitime o de valor, diga que literatura vale, que no, por qué? ¿Quiero situar una literatura en un mapa, quiero estar a la altura y hablar yo con el autor, aunque sea muchos los que nos están oyendo? ¿Qué quiero hacer con esa crítica? Y tener la amabilidad de explicitar eso que quiero, explicitar los modos en que lo hago y hablar así honestamente con quienes están escuchando o leyendo toda esa crítica literaria. El desafío es el mismo, como hacer que la experiencia lectora se sienta enriquecida y no, perdón, cortada o mermada, o interrumpida por un saber, digamos, más frío ante la lectura. A veces mis alumnos se quejan, y dicen “Ah, pero tanto análisis, estamos haciendo autopsia literaria, en vez de degustar un poema”. La critica esta en medio, no es el puro gusto de rendirse a la seducción de la obra, pero tampoco debería ser, el bisturí. Creo que eso es un desafío, creo que podríamos continuar largamente este dialogo sobre crítica, entendiéndola como una lectura, como una escritura, como una experiencia amorosa, mucho mas que como un ejercicio de poder, que además a perdido ya su hegemonía ante las redes sociales, y más bien yo rescataría, junto con las palabras de Maricruz Castro Ricalde, de una colega y amiga, que propone mas bien, hacerse preguntas frente a un texto literario, ¿Que está haciendo ese texto literario? ¿Qué teoriza la escritura? ¿Qué me da para pensar? ¿De donde me mueve? Arriesgarse, ponerse, no se diría atreverse a temblar, todavía como críticos literarios frente a lo que tenemos como obra.

AP. O pensar ¿De qué otras maneras la crítica contribuye? Como lo dice Victoria Guerrero.

VG.  No creo que la crítica “deforme” la escritura literaria. Siempre hay excesos, tanto para los formalistas como aquellos que hacen crítica a partir de los estudios culturales. Muchas veces, unos abandonan el tópico para hablar solo de la forma o visceversa, y el texto puede parecer un mero recurso para probar teorías. Sin embargo, la mayor parte de investigadores e investigadoras serias y serios le da otros sentidos al texto literario, amplia su lectura y visión. A lo largo del tiempo, la crítica sigue desarrollando reflexiones y herramientas para abordar la creación, y quizá lo más interesante que ha ocurrido en los úlitmos tiempos sea la escritura de las mujeres y disidencias en América Latina, le ha dado frescura a lo que se producía y, de esta manera, también disputa su lugar dentro de la tradición.

AP. Y ya acercándonos al final de esta conversación, Martha Bátiz reflexiona sobre por qué estar ahí en la literatura.

MB.  La literatura solo está viva si alguien la lee. Si no educamos y creamos lectores, nuestras disciplinas estarán condenadas a la extinción, como ya está sucediendo, por desgracia, en programas educativos a nivel medio y superior, e incluso en varias universidades. Estar alfabetizado no significa saber leer. Y quien no sabe leer está condenado a la pobreza mental, que es la única que no alivia el dinero. Eso da pie a la difusión de información errónea, teorías de conspiración y creencias que van desde lo absurdo hasta lo peligroso. Las consecuencias de la normalización y la sistematización de la ignorancia se han acentuado a raíz de la pandemia, y las vivimos día a día. Es gravísimo, pero mientras no reconectemos con el humanismo y le demos la importancia que tiene, no le veo solución al problema.  

AP. Sabemos que la crítica literaria está en deuda con muchos más, como por ejemplo, las escritoras y los escritores de los pueblos y las lenguas originarias, aquellos que escriben literatura juvenil y para niños, aquella obra que esta más allá del texto escrito, y que entra también en lo visual y lo auditivo. Hay muchas cosas más que podremos platicar alrededor de esta mesa, pero ya ha sido un excelente banquete, muchísimas gracias a todas las críticas que se han sumado a esta nueva aventura. Yo soy Adriana Pacheco y como siempre nos escuchamos en el próximo episodio.

Hasta la próxima.