Hablemos, escritoras. Switch to our version in English

Teresita Goyeneche.

Episodio 452 Acercándonos a escritoras

08/23/2023 · Adriana Pacheco

Las palabras que nos describen y nos hacen personas, saber quiénes somos, cómo somos y cómo debemos ser nombrados"

Adriana Pacheco: Escribir sobre la ciudad de origen, la ciudad de los padres y de los abuelos, donde se creció, puede tener muchos matices, especialmente si se escribe a la distancia y en la incertidumbre del que está lejos. Teresita Goyeneche lo ha hecho así al escribir el libro La personalidad de los pelícanos y con él nos invita a conocer un lugar que para muchos de nosotros puede ser desconocido: Cartagena de Indias. Bienvenidos a Hablemos, escritoras, un espacio dedicado a hablar de la obra de escritoras contemporáneas y de todos los tiempos. Gracias por seguirnos en estos ya casi seis años de trabajo continuo y del placer de disfrutar la literatura de estas grandes creadoras. Bienvenidos, todos ustedes, y bienvenida, Teresita Goyeneche. Yo soy Adriana Pacheco y empezamos.

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Yo tengo que ser sincera con todos los que nos escuchan el día de hoy, nunca he estado en esta ciudad que describe la escritora que tenemos hoy invitada, Teresita Goyeneche. Nunca he estado en Cartagena de Indias, pero después de haber leído su libro, La personalidad de los pelícanos, me quedaron unas ganas enormes de estar en ese lugar que tiene tantos contrastes y tiene tantas cosas tan hermosas que vamos ahorita a platicar y también tiene otras caras en donde Teresita está también poniendo el dedo en la llaga. Bienvenida, Teresita, a Hablemos, escritoras. Es un gusto tenerte con nosotros.

Teresita Goyeneche: No, imagínate el honor es mío, Adriana. Muchas gracias por esta invitación y por tomarte el tiempo de leer el libro.

APR: Claro que sí, encantadísima. Platícanos, tú naciste ahí, tú eres colombiana y esa es tu ciudad de origen, ¿verdad?

TG: Sí, yo soy cartagenera, nacida y criada en Cartagena. Ahora mismo vivo en Nueva York, donde estoy haciendo un doctorado, pero mi casa, mi hogar, siempre será Cartagena.

APR: Qué interesante la manera en cómo tú piensas a Cartagena desde la distancia. Me gusta muchísimo la sinceridad de este libro, publicado por Tusquets, que además está entrando con esta sinceridad de decir, “Estoy lejos y me estoy perdiendo lo que está pasando ahí. ¿Cómo me imagino a la distancia algo que quiero tanto y que a la vez no puedo estar ahí presente”. ¿Todo esto se gesta desde Nueva York, ¿verdad?

TG: La verdad, yo ya tenía varios años de estar investigando la ciudad, como ciudadana en algún momento, pero también como periodista. Yo había estado escribiendo crónicas de ciudad durante algunos años antes de comenzar a escribir el libro.Yo me fui a Nueva York porque quería tomarme un tiempo para escribir, me fui a Nueva York en ese momento a hacer un MFA. Y ya yo tenía el objetivo de desde que había decidido hacer este programa, a tomar este programa, yo ya tenía la intención de escribir este libro y la distancia me sirvió para poder escribirlo y que finalmente quedara el libro que es hoy, pero ya el trabajo de investigación venía de antes de Nueva York.

APR: Claro, y me imagino que además muchas de las cosas que fuiste anotando a lo largo de la vida, de los años, tanto en una libreta como en tu mente, eso es algo que pues siempre enriquece un libro así. Muy interesante la forma en la que tú estás utilizando algunos recursos narrativos para hablar en este libro y algo que me gustó muchísimo es que estás hablando de pelícanos. ¿Por qué pelícanos?

TG: Hay una, hay varias cosas sobre los pelícanos y es que en Cartagena no les decimos pelícanos, sino alcatraces. Y lo que pasa con la idea de que les digamos alcatraces es… a mí me parecía muy diciente de muchas otras cosas. El origen de este cambio de nombre al animal es justamente un origen colonial, con los españoles ya colonizados por varios siglos por los moros, que traían la palabra alcatraz para llamar a los pelícanos y luego la heredamos los que vivimos en el Caribe sobre todo. Porque he escuchado en otras partes del Caribe a la que en donde también les dicen alcatraz. Esto por una parte. Por otra, había esta historia, esta memoria que yo tenía de la infancia, que es casi que el eje sobre el que gira la metáfora y sobre la que gira el libro, que es una de estas historias que uno repite, como cuando uno está creciendo, uno siempre cuenta las historias de la infancia. Es una historia que se repetía mucho en nuestra familia. Pero era una anécdota que yo tenía con mi padre, que también es un académico, profesor de economía en Cartagena, que él decía que los cartageneros éramos… en ese momento él decía “alcatraces”, pero él lo que quería decir es que los cartageneros éramos como los pelícanos del Mercado de Bazurto, que es el mercado público de la ciudad, porque los pelicanos del mercado público de la ciudad desaprendieron a cazar y se alimentan de las sobras que les tiran los pescadores y los vendedores de frutas del mercado. Entonces mi padre cuando estaba niña y me enseñaba a montar bicicleta en esa avenida que compartíamos con el mercado público, decía que los cartageneros éramos como los pelícanos del Mercado Bazurto, que habíamos desaprendido a cazar y que habíamos perdido ese brillo, esa capacidad de nosotros mismos, valernos por nosotros mismos y que estábamos relegados a caminar en vez de volar y que vivíamos de las sobras que nos dejaban los demás. Entonces, esa metáfora a mí me parecía muy poderosa. Creo que escarbé mi memoria un poco para saber desde dónde podía comenzar. Y eso fue un primer texto que escribí. Primero fue un texto en tercera persona. Primero fue un texto… una crónica tradicional sobre el Mercado Bazurto y luego, muy pronto se convirtió en un texto en primera persona que creo que también lo conversaremos más adelante, pero una vez empecé a escribir por ahí ya no hubo vuelta atrás y hubo una investigación muy honda, no solamente en entender a los pelicanos, sino también entender cómo finalmente el pájaro tiene tantas similitudes con los humanos y con los otros, los caribeños, que vivimos en Cartagena.

APR: Qué maravilla. Bueno, además de esto, la idea de los pelícanos que se me hace muy interesante, yo nunca había escuchado lo de alcatraz y nosotros en México les llamamos pelícanos, pero también ustedes me imagino que tienen esta palabra “alcatraz” para las flores, me imagino.

TG: No, sabes que no sé si hay una especie de flores que se llama “alcatraz”.

AP: Qué riqueza, qué riqueza esto de todos los contrastes del español a lo largo del continente, me parece fascinante. Y bueno, otra cosa que también estás hablando del contraste de un idioma y del otro es esta discusión alrededor de la arepa de huevo y la empanada que ya se me antojó muchísimo nada más de leer toda la descripción de la arepa. Bueno, la arepa, además que es deliciosa. Platícanos sobre ese juego también con el que estás usando el slang, el léxico de la gente de la zona, ¿no?

TG: Claro, hay una reflexión lingüística que luego, ya con los años, la distancia, después de haber escrito el libro, me he dado cuenta de esas mismas curiosidades, de esas reflexiones que hay alrededor de la lengua. Efectivamente, la arepa de huevo es un plato tradicional de la región de donde yo soy, que es el Caribe colombiano, sobre todo Cartagena y Barranquilla, que son ciudades vecinas, hermanas además, y los varios pueblos que conectan a Barranquilla con Cartagena. O sea, no se sabe realmente cuál es el origen de la arepa huevo. La arepa huevo es un es una masa de maíz rellena con un huevo, carne molida, frita, tiene doble fritura y según los eruditos de la lengua en Cartagena no es una arepa, sino es una empanada, porque las empanadas son estas preparaciones de masa que están rellenas, mientras que la arepa en teoría es una masa plana, que es como la conocen en otras regiones del país, pero por ejemplo, si extendemos esa mirada de la arepa y de la empanada, por ejemplo a Venezuela, que es el país vecino, en Venezuela le dicen arepa a la masa rellena. Entonces pues depende: de donde tú lo estés mirando, de donde tú lo estés hablando y de donde estés pensando, decirle arepa o empanada a una preparación puede tener una imagen distinta en tu cabeza. Yo en el libro en algún punto digo que en Cartagena lo bien hablado les dice empanadas y los demás les decimos arepa, porque finalmente el lenguaje es democrático y la gente usa y entiende y se comunica como lo hace, o sea, como lo hacen todas las personas. De todas maneras, hay una reflexión ahí, Adriana, y es una cosa que yo he pensado mucho y es lo importante que es llamar las cosas por su nombre, que es una de las reflexiones que a mí más me interesaban más del libro y por eso en la mitad del libro hablo sobre la diferencia entre un pelícano y un alcatraz, porque era muy importante para mí que xon el libro también habláramos de lo importante que era contarnos a nosotros mismos. Entonces hay dos cosas. Una es… existen las palabras que nosotros mismos hemos determinado que deben nombrar aquellas cosas que nos describen y que nos hacen a nosotros mismos como personas, como es la arepa de huevo y es… la arepa es una arepa de huevo, independiente de lo digan Daniel Demetrio o el independiente de lo que digan los grandes eruditos y sabios de la historia cartagenera. Y luego están otras cosas, que es la importancia también de nosotros saber quiénes somos, cómo somos y cómo debemos ser nombrados nosotros mismos. Entonces,  claro la arepa huevo… definitivamente tú deberías si algún día vas a Cartagena ir a una mesa de fritos y comerte una arepa huevo cartagenera que es deliciosa, pero una delicia absoluta. Pero más allá de esto, sí hay varias reflexiones en el libro que abordan ese ir y venir entre las cosas, cómo las llamamos y las cosas como son realmente.

APR: Claro, claro, me encanta esta idea que pones en la mesa: saber quiénes somos, cómo somos y cómo debemos ser nombrados. Me parece muy relevante. Fíjate que nosotros llegamos a ti gracias a la recomendación de Ana Cecilia Calles, que además ella dirige junto con otros la editorial Himpar editores. Es una editora a la que le tenemos mucho aprecio. Ella te escuchó en algún momento y luego me escribió y me dijo, “Invita, invita a Teresita, lo que está haciendo es maravilloso. El libro es una joya”. Y bueno, pues me emocionó muchísimo también ese cariño, esa extensión que se tiene con Colombia y todas ustedes, cómo están haciendo esta red y se recomiendan y demás. Y después veo el libro y en el libro es al principio en el prólogo, que además es un prólogo preciosísimo de Vanessa Rosales Altamar, me encantó el prólogo. Ella menciona a Margarita García Robayo, que también ya está en el podcast y que es otra escritora que apreciamos muchísimo. Y habla de una línea de insurrección femenina, de la ciudad como un territorio femenino y de cómo hay una genealogía del poder masculino que se está dando en evidencia a través de la escritura de muchas de ustedes que están saliendo de Colombia, desde la diáspora o escribiendo dentro del país. ¿Qué opinas de esto?

TG: Yo también valoro mucho esta red de escritoras que se ha ido gestando con los años. Para Ana no tengo nada sino agradecimiento. Me siento muy agradecida y además muy afortunada de haberla tenido en el público para la presentación del libro en Nueva York y que nos haya puesto en contacto y de Margarita García Robayo, por muchos años fue como un modelo, como, “Yo quiero algún día aspirar a poderme sentar, a hablar con Margarita”, porque yo la leía y la he leído por varios años y en ella encontraba la historia de mi país y de mi ciudad —ella también es cartagenera—, esa historia que yo no había encontrado en las letras de todos estos hombres que nos han estado contando la ciudad. Vanesa también tiene lo suyo, que es… Vanesa escribió un libro fantástico que se llama Mujer incómoda. Vanesa también hace estas reflexiones insurrectas sobre la ciudad y sobre el ser caribe. Y yo creo que cada vez más existen voces, existen mujeres que están contando cosas que ya nos habían contado antes, pero nos están contando con otros ojos y con otras miradas, y también están desmontando prejuicios, están desmontando estructuras que de alguna manera parecían inamovibles, a través de nuevas miradas y a través de una mirada decolonial y antipatriarcal que nos está ayudando también a encontrar espacios femeninos a los que podemos aspirar y espacios que podemos habitar de una manera distinta. Entonces yo creo que es muy importante que existan voces como Vanesa, que existan voces como Margarita y que existan voces aún más descentralizadas dentro de Cartagena, porque bien que más, yo soy hija de la clase media trabajadora. Vanesa viene de otro lugar y Margarita de otro, pero existen voces dentro de Cartagena y dentro del Caribe que se están contando de otros sitios. Está Cindy Herrera, por ejemplo, contando también a través de su libro El manifiesto del espejo. Nadia Celis desde la academia, que escribió Crónica de un amor terrible, que también hizo una investigación para… investigar qué hubo detrás de la historia de la novia devuelta, una crónica de “La muerte anunciada”. Entonces también confronta la idea de El Gabo, que es indebatible, ¿no? Nadie puede debatir el Gabo, nadie puede confrontar aquel punto que nos presentó Gabo, en el que nosotros nos vimos obligadas a vivir para los bienes y para los malos. Y existen estas cosas, como Nadia Celis, que nos dicen… esto que nos dieron como una verdad que no podemos dudar, existen formas de mirarla desde otros sitios y eso a mí me parece muy interesante.

APR: Claro, Claro, magnífico lo que estás diciendo, los nombres que nos dejas de tarea. Para quienes están escuchando en este momento, estamos platicando con la escritora colombiana Teresita Goyeneche. Bueno, pues algo que nos gustaría muchísimo en este momento es leer el libro, o escucharte leer el libro, un fragmento de ese libro. ¿Quieres leernos?

TG: Sí, dale.

Cuando estoy en Cartagena, me muevo entre dos islas. La casa de mi madre, que es la isla del espacio sagrado, y jugar bajo el palo del mango con Nico, que es la isla donde el tiempo no pasa. Mi mamá se encargó de mantener el ciclo de vida que le dieron sus padres. Los cumpleaños se celebran con regalo y con pudín, siempre debe haber comida sobre la mesa, aunque en algunos momentos se escasa y, pase lo que pase, somos una familia y estamos juntos incluso después de la separación. Esas islas siguen siendo el paraíso de mi niñez. El carretillero de siempre, el Guaya, le regala un banano a mi hija cada día que está en la ciudad. No sé cuántos han sido, pero sí que han sido pocos e insuficientes. Siempre debo irme y siempre quisiera amarrarme a ese árbol nuestro. Quedarme ahí, olvidar que afuera hay un mundo. “Del encuentro con los otros nace un profundo conocimiento de uno mismo”, leí en un texto de Yáznaya Aguilar. He volado a otros lugares solo para viajar adentro, cada vez más profundo, y volver a casa. A veces me basta cerrar los ojos para vivir ahí bajo el palo de mango, bajo el ala de mi madre, pero no siempre es suficiente.

APR: Me parece bellísima esa lectura, este fragmento, que estamos escogiendo, porque además habla de una cita con la que tú abres el libro, que lo estás recogiendo tú de Wole Soyinka, que dice, “Ante las dudas, la tierra natal”. Y me parece de lo más amorosa esa descripción y esa unión con la madre y hacer esta referencia de la cita de Yásnaya, otra escritora brillante que está también ya en el podcast, afortunadamente. Platícanos un poco también de esta conexión con lo que es el vínculo familiar, la madre, como ese vínculo para el lugar de origen.

TG: El libro tiene… digamos que hay varios ejes, son los que gira la historia de este libro. Hay una muy fuerte, que es la voz del padre, y hay una voz que vibra no con una frecuencia tan alta como la de mi padre, sino una frecuencia más suave, una onda más corta, lo que no quiere decir que no sea una onda muy fuerte, que es la fuerza de la madre. En familias patriarcales en donde el padre es la voz y la cabeza de la familia, a veces queda la fuerza que lo une todo y que lo mantiene unido y que lo sostiene como una columna casi que superpoderosa que es la fuerza de la madre y en este caso la fuerza de mi madre como educadora, como proveedora, y también como esta bruja hechicera que gracias a sus conjuros y a su sabiduría ancestral que heredó su madre y de sus abuelas, traer a la cordura y a este espacio en donde somos fuertes y donde somos indestructibles, que finalmente es el hogar. Y en este sentido yo no quiero tampoco santificar la familia como la única fuente de este poder sanador o la única fuente de unidad y de sanidad y de bienestar, pero en mi caso en particular, sí lo fue. Y en este caso en particular y sobre todo en un libro en donde yo arranco contando la metáfora de la ciudad que tiene el cuerpo de una mujer, una mujer que ha sufrido muchas violencias, que es el cuerpo de Cartagena, a mí me parecía muy interesante hacer unas conexiones con lo femenino, con esta energía femenina, que es una energía creadora, es una energía que alimenta, que nutre y que sana. Esa onda que parece una onda que es menos poderosa en en en apariencia, que es menos visible que la onda masculina, es la onda que lo une todo y que lo mantiene unido y que además ayuda a que las heridas sanen y que ayuda además a que la herida sea visible y que sea posible a través de esa visibilización sanar. Yo creo que eso está muy conectado con lo que hablaba al principio, lo que decía Vanesa sobre una mirada femenina de una ciudad y una mirada femenina del Caribe. Y yo creo que traer a mi madre al libro y traer a mi padre también y confrontar esas dos energías era muy importante para poder contarla

APR: Claro, fíjate que anunciando este podcast —que se hizo el anuncio a principio de mes, como siempre se hace— y ya diciendo quiénes van a estar ahí utilicé precisamente como introducción … además de para hacer un reconocimiento de un merecido premio que está recibiendo Cristina Rivera Garza, la escritora mexicana, al ingresar al colegio Nacional de México como la primera escritora, imagínate nada más en 80 años de esta institución y ella da un discurso que se titula “Escribir con el presente, archivos, fronteras, cuerpos”. Y precisamente conecto lo que tú haces porque estás hablando de este cuerpo que está recibiendo estas violencias y de todo lo que está depositando y es bellísima esa parte en tu libro y esa metáfora de jugar con el cuerpo de la mujer. Entonces me parece una conexión maravillosa a lo que Cristina está diciendo de recoger también desde la idea del cuerpo y de la madre, como lo acabas de decir. Al hablar de todo eso y todo tu contexto, estás hablando también de una clase social. Clase media, en donde queda atrapada dentro de proyectos políticos fallidos, de una enorme corrupción. Es increíble la cantidad de referencias que haces ahí a personajes de la historia, ficticios o no, para quien quiera entender entre líneas y de todo lo que realmente sucede atrás en un país en donde la corrupción es una plaga que contamina el sistema y contamina Latinoamérica en general. ¿Cómo fue para ti entrar en este espacio también político dentro de tu libro?

TG: Bueno, yo ya quiero contarles que el libro realmente es una crónica, es una crónica de primera persona, se lee como una novela y para muchas personas es una novela, es una autoficción, pero realmente el libro es 100% no ficción, es una memoria, una crónica, un ensayo. Y hacerlo de esta forma, o sea, tomar la decisión de que fuera un libro de no ficción y no ficcionalizarlo, ni convertirlo en una novela fue una decisión muy a conciencia y tomando todos los riesgos que eso significaba, que era exponer mi vida privada a la lectura de los demás, abrir la llaga, volverme vulnerable ante no sabía cuántos lectores iba a tener. Pero además la intención, o sea, la primera intención, es la más importante, era nombrar aquellos que han estado en el poder y que han tenido el poder para hacer las cosas bien o hacer las cosas mejor y no lo han hecho y también para exponer cuáles han sido las decisiones que han tomado estos hombres para que las cosas en Cartagena estén como están hoy y además yo creo finalmente que contar la historia de Cartagena es contar la historia de muchas ciudades. Entonces la historia no es una historia de ficción y era importante que no lo fuera porque existen varias historias, existen libros que hablan sobre esto, existen novelas que abordan la corrupción, pero el valor más importante, que yo creo que le quería aportar a los lectores a través de esta lectura era justamente compilar la historia reciente de una ciudad que ha estado en crisis durante varias décadas y casi que desde su fundación y también abrir un espacio y una conversación ciudadana entre lectores, sobre todo entre los más jóvenes que probablemente no les interesa leer la prensa ni seguir el hilo político de sociedad, pero que probablemente sí se sentían interesados en leer un libro como este. Hubo muchas decisiones editoriales, hubo muchos riesgos que tomé en lo personal, no tanto en lo profesional, precisamente porque la distancia de vivir afuera me blinda de cualquier riesgo profesional que pudiera tener en la ciudad, o sea, que se me cerraran puertas o que quedara aislada por estar diciendo unas verdades incómodas. Pero el riesgo fue sobre todo en lo personal, en lo más íntimo. O sea, vulneré mi intimidad en aras de producir un libro que cuenta una historia que pudo haber sido incluso más profunda, pero que es suficientemente profunda para aquellos que tal vez no están tan interesados en la política de sociedad de su región, pero que sí están interesados en leer una novela, por ejemplo.

APR: Claro, claro, bueno, pues felicidades por esa valentía, mi total reconocimiento. Y sí, sí, estás entrando en muchos ámbitos, en muchos espectros de lo que sucede dentro del país, porque además, no nada más es la ciudad, es también el reflejo de lo que sucede en los países. Y algo que nosotros tenemos es esta idea de Cartagena como lugar paradisiaco y la playa y un lugar para vacacionar. Y bueno, hay un mundo atrás. Me parece, incluso podría decir que desgarrador… la imagen, por ejemplo, que utilizas con este chico, con estos niños, hijos de un azar horrendamente,desbalanceado y déjame leer esta parte que me llenó de gran tristeza. Dice, “Los sábados por la tarde, antes de que caiga el sol, el chico se sienta en uno de los acantilados de la popa y desde ahí mira la ciudad, sus edificios altos en construcción, el castillo de San Felipe, la bahía. Ni una sola vez, la ciudad lo mira de vuelta”. Verdaderamente así es, los niños que ven el desarrollo de todo lo que está sucediendo afuera, pero sin nada que venga para mejorar su nivel de vida. Estás hablando de estos muchachos que con la cara cubierta y arma en mano le quitan el par de zapatos porque tienen que proveer en sus casas. Entonces es un tema importante en tu libro. Platícanos un poco también sobre estas ideas. Estas referencias a la pobreza, a la violencia desde el punto de vista de la mirada de los niños.

TG: Yo creo que especialmente de los 80 y los 90, las ciudades de América Latina, y debo decir que del mundo occidental en general, cada vez son más privadas los terrenos que antes eran espacio público. Cada vez se han ido achicando y los más jóvenes, los más niños, han ido quedando relegados al espacio privado privado, de sus hogares de sus conjuntos de sus edificios a los centros comerciales, a los espacios en donde se les pueda brindar algún tipo de seguridad y acceso a su derecho a la recreación y a la educación. Yo creo que la ciudad Cartagena, en la que yo crecí durante la infancia, era una ciudad para los niños, una ciudad en la que los niños, nosotros… incluso el segundo capítulo trato de alguna forma de hablar sobre esto. La ciudad era una ciudad en la que los niños sentían que las calles eran suyas, en la que crecíamos sin fronteras, en las que crecíamos en una ciudad expandida para nosotros, en donde nuestros padres se sentían seguros con la idea de que estuviéramos en las calles, en donde todos los vecinos se conocían o por lo menos sabían quiénes eran, y luego eso fue cambiando poco a poco con las diferentes privatizaciones. La ciudad se privatiza, los servicios públicos los empiezan a ofrecer empresas privadas y la economía cada vez más precaria y también aumentan los niveles de desigualdad. Disminuye la clase media, aumenta la pobreza duramente y en una ciudad como Cartagena, que es una ciudad que tiene un proyecto turístico que arranca a principios de siglo XX, pero se muestra como proyecto ya casi terminado alrededor de finales de los 80. El proyecto turístico explota y se expande y la ciudad crece de manera extraordinaria durante esas décadas finales de los 80 y los 90. Y ese crecimiento no se ve reflejado ni en los ingresos de la ciudad ni en la mejora de las condiciones de vida de sus ciudadanos, sino solamente se ve en función de ese turismo y de ese proyecto turístico que está en cabeza de algunas pocas familias. O sea, esto y además esto que te estoy diciendo no es una cosa exclusiva de Cartagena, el neoliberalismo es una cosa que se tomó el mundo entero y que fue privatizando poco a poco aquellas cosas que nosotros creíamos de todos. Cartagena desde los 90 para acá se ha convertido en una ciudad que es la ciudad de los otros, es la ciudad de quienes pueden acceder al centro histórico. Es la ciudad de aquellos que pueden invertir en el turismo, es la ciudad de aquellos pocos que tienen injerencia en el puerto o en la zona industrial y en esa medida, a pesar de tener unos crecimientos que son, como te había dicho antes, extraordinarios, no se ven reflejados en el bienestar de la mayoría. Entonces, claro, cuando yo estaba contando esa historia que además es un ejercicio de imaginación, es como imaginarme cómo es la vida de aquellos que cuando yo era niña crearon esa experiencia, como un atraco que tuvimos en un espacio que antes era de todos. Subir la popa para los cartageneros de mi barrio era una tradición desde antes de que mi mamá fuera niña, o sea, desde generaciones anteriores, subir el cerro de la popa era una cosa que los niños podían hacer sin sus padres y a partir de los 90 la Popa dejó de ser un plan para los niños. En este momento ya ningún niño puede subir la popa, que es absolutamente peligroso, y esas violencias no tienen que ver… O sea, le podemos llamar narco, le podemos llamar de muchas formas porque hay muchas palabras que se utilizan para hablar de estas violencias y del crimen. Pero realmente estas violencias tienen unos orígenes diversos y nuestros orígenes vienen de esa privatización y este proyecto de privatizar la ciudad y de no crear espacios para que la ciudad sea de todos, incluyendo los ingresos de esta ciudad, que además es una ciudad como tú dices, se piensa en la ciudad paraíso, se piensa en la ciudad de recreo, se piensa en la ciudad turística que además es una imagen de ciudad creada por el proyecto turístico, o sea, el centro histórico, como dicen los gringos, “Is sanitized”—

APR: Sanatiza.

TG: Se sanatiza, sí. Se transforma en una ciudad del Caribe como la de las postales para agradar al ojo extranjero y se transforma en otra ciudad, en una ciudad que incluso dejan a nosotros y que nosotros ni siquiera reconocemos los más niños y los más jóvenes, ni siquiera la gente de los barrios, de lo que llaman la periferia de la ciudad, no reconocen esa ciudad como suya y a veces sienten que deben pedir permiso para entrar a ella como si no fuera también su ciudad. Hay un problema gravísimo en Cartagena, yo te estoy hablando ahora de política, debería estar hablando de literatura, pero hay un problema gravísimo de explotación infantil de trabajos sexuales, niñitas, chiquitas, menores de 10 años. Hay unos problemas que son muy graves y que el origen de estos problemas vienen de justamente de la increíble inequidad que hay en una ciudad como la mía. Entonces, claro, esa idea de que la ciudad no te mira de vuelta, no solamente es una metáfora o es un ejercicio literario, es una realidad. Hay niños que crecen sin ciudad y eso es muy grave. O sea, que le exijan a un cartagenero que sienta sentido de pertenencia por una ciudad que nunca ha sido suya, es muy difícil.

APR: Claro, vi una imagen muy poderosa. Claro que sí, bueno, me parece fascinante. Primero decirte qué increíble, qué desgarrador pensar en estas realidades que son el día a día en todos nuestros países, eso es terrible, brutal. Por otro lado, tan interesante escuchar todas estas voces que hablan de esta Colombia desde tantos ángulos como tú bien acabas de decir, cada una viene de distintos lugares y ahorita que estuve preparando para esta conversación, por ejemplo, ya tenemos a escritoras como Laura Restrepo. Hace poco tuvimos en el mismo mes a Ramona de Jesús, María Paz Guerrero, inigualable Pilar Quintana. Estuvo nuestra primera escritora colombiana, Gloria Chávez Vázquez. Fátima Velez, que es también de este grupo de Nueva York. Increíble Carolina Sánchez, que también está por allá. ¿Entonces eso enriquece muchísimo, muchísimo la manera en la que se ve esta ciudad desde la literatura y cómo la literatura, regresando especialmente a la literatura, pues nos ayuda de tantas maneras, ¿verdad? Entra, como siempre decimos, en Hablemos, escritoras en el último rincón, en donde no puede entrar un periódico, una cámara de televisión o un discurso político. Entonces denuncian desde dentro. Platícanos ahora un poco sobre ti. Tú has hecho cosas muy interesantes. Por ejemplo, has estado coordinando el premio de periodismo latinoamericano de la Fundación Gabo. Cuéntanos de la Fundación, cuéntanos qué hacías en este premio. ¿Cuáles son sus alcances? ¿Cuáles son sus logros?

TG: Sí, yo trabajé en la fundación hace como 10 años. Empecé a trabajar en la fundación cuando Jaime Abello, que era mi jefe entonces, estaba reviviendo un premio de periodismo muy prestigioso, que era el premio que antes entregaba la FNPI, que era apoyado por Cemex. Jaime Abello había conseguido revivir el premio y también estaba renovando las categorías, la forma, cómo se ha pensado el periodismo. En la era digital el periodismo se ha transformado muchísimo, desde las formas de financiación hasta la forma en la que se presenta la información, los formatos y los géneros. Y yo entré en este proyecto de premio en la primera edición, o sea, yo entré cuando estaba todavía terminando de diseñarse el premio.

APR: Qué maravilla.

TG: Uno de los gestores del Premio, Jean Francois, falleció este año, un genio de periodismo digital francés. Y aprendí muchísimo, aprendí muchísimo porque yo venía de trabajar en varias cosas, buscando encontrar un lugar en donde yo sintiera que las historias que yo quería contar pudieran ser contadas de la mejor manera posible. Y la fundación es eso, laa fundación es la casa de un montón de profesionales del periodismo que van desde los periodistas de investigación más potentes y más inteligentes y brillantes que hay en la región, hasta las plumas y cronistas también más sensibles. Te estoy hablando de María Teresa Romero y Laura Ardila, hasta plumas increíbles como Leila Guerrero y Juan Villoro, son todos parte de la Fundación Gabo. Cuando yo entré a la fundación hace 10 años, no solamente tuve la la fortuna de coordinar este premio, sino también de recibir una educación maravillosa con una biblioteca a disposición de todos, teniendo acceso a escuchar a grandes maestros del periodismo contar sobre la carpintería del oficio y aprendí muchísimo. Aprendí muchísimo sobre cómo eso mismo que tú acabas de decir, cómo hacer que a través de de las formas literarias el periodismo entrara en la casa de aquellos que no tienen ningún tipo de interés en leer, por ejemplo, investigaciones muy profundas e interesantes e importantes para la democracia.

APR: Claro, definitivamente. Y va de los dos lados, entra a la casa que no tiene interés y además se gesta desde la casa para revelar cosas que están sucediendo dentro de cuatro paredes que a veces la gente no puede leer afuera, ¿no? Entonces me parece muy interesante este doble juego. ¿Cómo empezaste a escribir, Teresita? ¿En qué momento empezó tu interés por la escritura?

TG: Yo he escrito para varios… para medios pequeños, para blogs, había escrito algunas cosas, tenía yo misma un blog en donde escribía reflexiones, escribía crónicas sin saber que eran crónicas, escribía unos diarios. Ya había escrito… cuando amigos tenían eventos, entonces yo escribía los textos como unos textos muy poéticos para contar sobre los eventos. Y antes de entrar a la Fundación, Catalina Ruiz Navarro, que era una amiga de la infancia que tal vez la conoces, es una activista colombiana que vive en México. Ella tenía un blog que se llamaba Hoja blanca y yo ella me dio un espacio para escribir ahí y gracias a esa participación en Hoja blanca entre a la Fundación Gabo, cuando entré a la Fundación Gabo me di cuenta que es lo que yo realmente quería hacer era escribir crónica. Empecé a escribir para medios como El universal, que es el periódico local de Cartagena, pero también para Vice, que en ese momento estaba entrando en Colombia en el año 2014/2013. Empecé a escribir crónicas para Vice, editadas por Juan Camilo Maldonado, que todavía es mi amigo y todavía me edita. Y así fue. Ya venía haciendo lo que hacen muchos, escribiendo, publicando gracias a esta revolución digital, sacando, escribiendo y sacando músculos de escritura. Y luego vinieron varios editores a ayudarme a mejorar la pluma, entre ellos Juan Camilo y luego Ángel Unfried, que estaba en ese momento en la revista El Malpensante, luego Oscarín Daniel, que falleció también este año y también fue editor de El Malpensante y han venido varios editores a darme la mano y a ayudarme a… no solamente a mejorar la pluma, sino también a encontrar ángulos que sean novedosos, que sean interesantes que realmente ayuden a contar historias de interés público y yo ahorita pues estoy muy interesada en seguir haciendo crónica. Estoy metida en la academia, escribo crónicas, cada vez escribo con… me demoro mucho más tiempo y me investigo más profundo, pero creo que pronto voy a pasar también… ya empecé a hacer un proyecto que no es una crónica, sino creo que se termina convertido en una novela. Y yo creo que justamente formación no sea una formación tan tradicional y tan como lo que se espera de un periodista, sino que haya sido tan empírica y autogestionada, hace que yo no me sienta obligada a casarme con ningún oficio y eso me parece que también es muy valioso, como que yo también me he dado cuenta que… en esto que tú dijiste antes que… hay historias desde la ficción que calan más profundo incluso que la propia crónica, lo que no quiere decir que las novelas y que la ficción deban ser político y que deban tener un objetivo o que el fin de un libro deba ser… generar una conciencia. Yo no creo que ese sea el fin de la literatura, más allá incluso del placer de leer o de escribir, pero en mi caso siempre hay como unas preguntas y hay unas curiosidades y hay unos cuestionamientos que van hacia dentro y que van hacia fuera y justamente es a través de la escritura donde yo encuentro un territorio fértil para ahondar, para expandir, para hallar claridades, incluso para encontrar unas oscuridades que me conecten con lo más humano y con la vida y con la muerte, y eso, lo tengo mucho agradecimiento con el periodismo por eso, pero también con no haber tomado un camino más más tradicional.

APR: Qué belleza. Pues te felicito, Teresita, por ese compromiso y por esa pasión por estar indagando más y más, pero además, por pensar en que puedes aportar de muchas otras maneras. Y sí, no hay una cuestión aleccionadora, pero la escritura te va llevando a lugares que uno mismo como escritor no sabe a dónde va uno a llegar. Con eso es con lo que están ustedes contribuyendo tanto en una reflexión sobre el momento actual de la sociedad y sobre nuestra historia, nuestro devenir, de donde venimos. ¿Quieres agregar algo más para cerrar esta bellísima conversación?

TG: No solamente agradecerte por este espacio, ha sido maravilloso entrar en la biblioteca y ver tantas escritoras conocidas, pero también escritoras que ya tengo por conocer y muchísimas gracias por el trabajo que están haciendo.

APR: Al contrario, en nombre de todo el equipo. Me voy a quedar muy agradecida a Ana Cecilia por haber hecho esta recomendación y bueno, es un placer tenerte en Hablemos, escritoras. Un abrazo muy grande hasta Colombia ahorita desde Austin, Texas.

TG: Gracias y otro para ti.

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APR: Qué gusto tan grande haber recibido el día de hoy a Teresita Goyeneche, qué gusto también recibirlos a todos ustedes, como cada semana en este espacio que necesita tanta difusión, necesita tantos lectores. Muchísimas gracias también a todos ustedes por llegar una vez más a este espacio que se llena de gusto cada vez que llegan estas voces tan maravillosas, tan fuertes, tan profundas.

Gracias a todos los colaboradores en Hablemos, escritoras, al equipo tras bambalinas, a todo el equipo técnico, al equipo de administración y si viven en los Estados Unidos, vayan, vayan visiten nuestra tienda, Shop Escritoras Books, y ahí pueden encontrar los libros de esas escritoras maravillosas. Yo soy Adriana Pacheco y nos estamos escuchando en el próximo episodio. Hasta la vista.