AP: Escritora, periodista y editora. Con obra traducida al inglés, al portugués, al árabe y editada en Latinoamérica, España, Egipto y Estados Unidos. Así como editora, junto con Giovanna Rivero de la editorial Mantis Narrativa, Magela Baudoin se suma el día de hoy a Hablemos, escritoras podcast. Nos da mucho gusto darle la bienvenida a esta ganadora del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez. Los invitamos a escucharla y les agradecemos que nos acompañen cada semana en Hablemos, escritoras. Los saluda desde este micrófono Adriana Pacheco.
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AP: Hoy tenemos el gusto de recibir en Hablemos, escritoras a otra escritora boliviana, bueno, es venezolana-boliviana, lo cual me encanta porque nos va a contar un poquito acerca de cómo estas dos raíces han dialogado con su obra y con su pensamiento. Muchísimas gracias, Magela Baudoin, por aceptar esta invitación que nos está escuchando ahorita desde, ¿dónde estás?
MB: Estoy en Eugene, Oregon, que es donde estoy residiendo ahora, desde el 2019.
AP: Qué gusto, qué gusto. Pues platícanos, tú eres originaria de Venezuela, pero has estado muchos años ya viviendo en Bolivia, ¿verdad?
MB: Sí, bueno, mis padres son ambos bolivianos, nosotros somos cinco hermanos, todos nacimos en Venezuela, porque mis padres salieron por razones políticas de Bolivia en el 71 y estuvieron en Venezuela muchos años, de modo que yo fui a Bolivia cuando tenía 18 años, más o menos. Así que siempre digo que soy doblemente boliviana porque lo he elegido y soy, por supuesto, venezolana porque la niñez tiene un peso fuerte en nuestra identidad, en nuestra formación.
AP: Qué lindo, qué lindo lo pones de esa manera, sí es cierto, la niñez siempre está ahí presente, ¿no?
MB: Sí, y eso hace que por momentos el tema de la pertenencia haya sido complicado, conflictivo, ¿no? Porque está eso de no pertenecer a ningún sitio, de ser un extranjero permanentemente, ¿no? En Venezuela siempre éramos los de afuera, de algún modo, porque mis padres, especialmente mi padre, nunca terminó de aceptar la idea de quedarse. Tenía como una añoranza incurable y finalmente siguió en la política y el 81 volvió durante la dictadura de García Mesa para ayudar a Bolivia clandestinamente, a Juan Lechín Oquendo, histórico líder sindical boliviano, y bueno, y estuvo en ese tránsito de ir y venir mucho tiempo. Y luego cuando nosotros volvimos, digo, fuimos a Bolivia, porque no fue que volvimos, sino que fuimos también como extranjeros. Y esa condición hace que uno quede como estas plantas aéreas, ¿no? Con las raíces expuestas siempre. Y luego, bueno, emigré a Santa Cruz y ahora estoy en Estados Unidos, de modo que no hay pues sino que germinar en el aire. Que no deja de tener su gracia, sobre todo hoy.
AP: Qué maravilla. Claro, claro, se retroalimenta de otras cosas, ¿no? Tú estás en Oregon porque estás estudiando ahí en la universidad, ¿verdad?
MB: Sí, estoy haciendo un doctorado en literatura y lenguas romances con una beca que me permitía venir con mis hijos. Tengo tres hijos, dos están conmigo y una ya está estudiando fuera, de modo que permitía esta aventura, este paréntesis. Un poco soñado para nuestros países en el sentido de que alguien te pague por estudiar, es una cosa surreal, ¿no? Y sobre todo para uno que como escritor vive a salto de mata trabajando en mil cosas para poder hacerlo. Y robándole el tiempo al día para... La escritura siempre es un esfuerzo que se hace en horas extremas. En tiempos extremos porque, bueno, porque hay que comer. Entonces esta posibilidad era muy interesante en ese sentido. Además, para mí yo siempre he sido como una advenediza en el ámbito literario. Yo no tenía como una formación de letras, sino más bien autodidacta. Entonces, digamos, ingresar en el terreno de la crítica literaria era para mí muy seductor. Y por otra parte quería que mis hijos tuvieran la experiencia de conocer otras culturas. De poder expandir su burbuja, ¿no? Y ha sido muy bueno en ese sentido también porque, como le digo a mi marido, pues aquí somos el otro, ¿no? Somos el extranjero, somos el que viene de afuera. Y eso es interesante porque te vuelve más sensible, más consciente, más crítico. Digamos que te incorpora a una visión más justa del mundo también, porque cuando estás muy cómodo, dejas de sentir de algún modo, ¿no?
AP: ¿En qué buscas hacer tu doctorado? ¿En qué vas a especializarte?
MB: Bueno, estoy con la idea de indagar en el proyecto de tesis los laboratorios creativos de mujeres y cómo se suscita, además de la ficción, el pensamiento filosófico o el pensamiento sobre el arte dentro de esas escrituras, ¿no? Siempre se ha pensado que el lugar de la teorización es un lugar masculino. Porque las mujeres han ocupado siempre un lugar marginal dentro de la literatura. Hoy no es tan así, pero de alguna manera también es marginal. Y poder identificar estos pensamientos que, además de la escritura como ficción, ofrecen una reflexión filosófica o poética del arte, a mí me parece muy seductor. Pienso una escritora como, no sé, María Negroni, que además de estar siempre ofreciendo una innovación, está meditando sobre el oficio mismo, ¿no? Y eso me parece muy seductor. Así que creo que hacia allí. O Cristina Rivera Garza también me gusta mucho en ese sentido. Y la he estado leyendo con mucho interés en esta última temporada. Porque, claro, el pensamiento ofrece una visión del mundo, una visión del arte, además de, digamos, la expresión propia de la obra.Y ese testimonio en la escritura a mí me interesa mucho, ¿no?
AP: Buenísimo tema, buenísimo tema. Muy importante. Fíjate que este tipo de investigaciones enriquecen muchísimo la conversación. Hay un grupo en México que tiene muchísimo tiempo trabajando juntas. El grupo es Diana Morán. Se llaman el Diana Morán. Y es un grupo de críticas, investigadoras y escritoras que tienen una tradición enorme. Ahora que mencionas a Cristina Rivera Garza, otra mexicana excepcionalmente brillante en todo lo que es el pensamiento crítico, me hiciste pensar también en Diana Morán, en este grupo y muchos otros que hay, ¿no? Pues te felicito. Para quienes nos están escuchando, además de todo lo que ya oyeron en la introducción acerca de Magela, me encanta contar con muchísimo, muchísimo entusiasmo que tienes unos premios muy buenos, ¿no? Tú ganaste el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2015. Muchísimas felicidades. Qué logro. Me emocionó, me conmovió saber que lo habías ganado y ver el video cuando lo recibes. Ahorita platicaremos sobre él. Has sido también finalista del premio Rivera del Duero de Páginas de Espuma. Bueno, lo hace en conjunto, ¿no? Lo que es Rivera del Duero con Páginas de Espuma en España. Con un libro, Solo vuelo en tu caída. Muy, muy buen premio. Ya desde antes habías ganado el Premio Nacional de Novela 2014. Ese es por otro de tus libros, El sonido de la H. Pues para ser una advenediza, has ganado demasiados premios. No demasiado, sino muchos. Muchísimas felicidades, Magela. Qué gusto. ¿Qué ha significado esto para ti? Porque me encanta la sencillez con la que dices soy una advenediza y la modestia después de haber recibido estas gratificaciones, estos reconocimientos tan grandes, ¿no?
MB: Bueno, muchas gracias. Yo soy de la idea de que los premios son muy importantes dentro de la industria cultural porque ofrecen esto, ¿no? Esta vitrina, esta posibilidad de proyectar una obra y con ellos también una literatura. En el caso boliviano eso me parece muy importante. Como también perfilan o visualizan algo que está detrás de una obra particular. Pero dicho esto, al final un premio también no es más que una circunstancia. Y yo creo que si has leído dos libros bien leídos, sabes que un premio puede significar muy poco también. Entonces es interesante, es importante, sobre todo en mi caso como una reafirmación de que es el camino correcto. Yo salté a la literatura después de habitar en otros espacios y era como una reafirmación, si vos querés, hasta cósmica de, ok, está bien, ha sido y es una elección que merece ser retribuida, ¿no? También es un modo de sobrevivir, los premios, digamos, en el mundo, en el ámbito más práctico eso son.
AP: Claro, definitivamente. Cuéntanos sobre este libro con el que quedas finalista del Premio Rivera del Duero. Se titula, como ya dije, Solo vuelo en tu caída. ¿Cuándo ya va a salir publicado y sobre qué trata? ¿Nos puedes dar un adelanto?
MB: Sí, bueno, este es un libro que ya se va a publicar este año, va a salir primero en Bolivia. Yo creo que hasta mediados de año ya va a estar, ya haremos el lanzamiento, ya va a estar disponible. Sabes, es un libro que nace primero de un cuento que escribí. Y cuento la historia porque, claro, esta génesis puede explicar o ayudar a mirarlo. Este cuento lo escribí a partir de un bolero del grupo Klaus and Kinski que se llama “Mengele y el amor”, que es un bolero hermoso. Y claro, es como oximorónico, Mengele y el amor y un bolero, ¿no? Y yo tenía una fijación obsesiva de niña en la figura de Mengele porque me impactó mucho saber, me acuerdo que en ese tiempo estaba como circulando. Yo no sé si vi o vi partes, no recuerdo bien, pero sí recuerdo el impacto de los niños del Brasil y de conocer que había un personaje que había experimentado con gemelos y que les inyectaba sustancias y químicas y que muchas veces experimentaba con los ojos. Y entonces, digamos, este fue un gatillador de este cuento y en este sentido creo que el libro funciona como un laboratorio creativo en el que se puede ver la experiencia de la escritura como una experiencia de la lectura. Es decir, la escritura ocurre de la experiencia vivida y la lectura es también una experiencia, ¿no? Tan real y tan vivida como los hechos de la vida misma. Entonces me gusta en ese sentido mucho lo que dice Cristina Rivera Garza y que yo menciono allí en el libro al final, y es que la lectura es un espacio de producción más que uno de consumo. De producción de sentido y qué es sino la imaginación, ¿no? Entonces es un libro que recoge las memorias de lecturas de Pavese, de la mitología griega, de Chekhov, de Hamlet, de Maeterlinck, de Pizarnik, de Carroll, de Chekhov, bueno. Y al mismo tiempo esa cortadura en la memoria que produce esa lectura, genera, digamos, la producción de un mundo interior o subterráneo que me hace explorar hondamente la psiquis de los personajes. Es un libro en el que he trabajado mucho en ese espacio y también en el lenguaje mismo. Entonces vemos hablar a una Nanaimara, a un adicto en Medellín, a una niña cruceña que ha sido violada, a una mujer argentina que pierde la memoria.Creo que alrededor de los personajes hay una épica, hay un cierto valor que me conmueve y que me gusta mucho. Y creo que también es un libro que trabaja o que reflexiona mucho sobre el tema de la memoria. La memoria es un espacio súper proteico aquí para generar ficción. Justo estaba yo trabajando en este tema y me encontré con una cita de Carroll que definía mucho lo que es este libro y esa cita dice algo así como que es una memoria muy pobre la que sólo mira para atrás. Y efectivamente ese impulso creativo de construir esa memoria hacia adelante, hacia atrás, de idas y vueltas, es la que se fermenta en este libro que, como decía Janet, quiere plantear un yo que va a contar una historia que de pronto te tiene como personaje pero que está contando algo que vos nunca viviste. Y creo que es un buen modo de pues te invitar a la lectura de este libro.
AP: Qué bien, qué bien. Me gusta muchísimo cómo dices “alrededor de los personajes hay una épica,” claro que sí, por supuesto. Y también me conmueve escucharlo como lo dices y el hecho de que pienses y dediques tu literatura a explorar esas distintas voces y esas distintas dimensiones de los personajes que los convierten en héroes de sus propias historias, ¿no? Y a veces de las historias colectivas. Muy interesante tus referencias también. Pues felicidades por ese libro, ya lo estaremos esperando. Pero empiezas con otro libro, tu primer libro es Mujeres de costado y ahí, bueno, tienes esta línea como periodista, ¿no? En donde se va a entrecruzar ya con la creación de un libro que está basado en entrevistas. Cuéntanos de dónde vienen estas entrevistas, quiénes son estas mujeres de costado? Y qué recepción tuvo este libro publicado en Plural 2010.
MB: Sí, bueno, yo creo que este es el libro del tránsito, ¿no? Del salto. Fue un libro en el que yo ya estaba como a punto de abismarme en la literatura y entonces es un ensayo híbrido que trabaja la idea del perfil. Yo había leído a Marcel Schöpf y ese libro hermoso de perfiles un poco imaginarios, un poco reales y me voló la cabeza. Y esto no tiene nada que ver con el libro, pero tiene el impulso de poder armar una forma de entrevista un poco distinta en la cual haciendo periodismo pudiera caber un poco la especulación literaria. Son entrevistas que rozan el perfil de una serie que yo hice para una revista en Bolivia y que tenía como principio dialogar con las mujeres de la actualidad boliviana que me interesaban. Y entonces resultó un espacio en el cual están muchas de las mujeres indispensables de la historia boliviana contemporánea. Ahí está, por ejemplo, la grande Domitila Chungara, que falleció hace unos años, la legendaria minera cuya huelga de hambre ayudó a derrocar a Banzer en el 78, está Lidia Gueiler, que es la primera mujer presidenta de Bolivia y todo su tránsito político y su difícil manera de abrirse campo en un espacio básicamente masculino. Está Ana María Romero de Campero, que era uno de los íconos más importantes de los derechos humanos, del periodismo. Está María Galindo, la controversial e importantísima activista feminista. Está Geovana Irusta, que es como el ícono del deporte nacional y que terminó en algún momento de la vida trabajando en una de estas fábricas maquileras en Argentina, porque no tenía cómo seguir corriendo. Está Giovanna Rivero, está nuestra bailarina clásica más importante, que es una superhéroe que ha bailado en la ópera de Berlín, tanto en el clásico como en el contemporáneo. Norma Merlo, que acaba de fallecer, que es una de las actrices más importantes. Y entonces, digamos, se fue armando como un mapa esencial de mujeres que permitía mostrar esa ruta que a veces es invisible y que define, digamos, lo difícil de una lucha, pero también lo conseguido. Y esa era como un poco la idea.
AP: Qué bien, qué bien. Bueno, yo me imagino de haber tenido una muy buena recepción, ¿no? Y me encanta que compartes estos nombres, algunos que nos suenan familiares y otros que son completamente desconocidos. Terriblemente a veces falta de comunicación entre países, ¿no? Pero, pues, felicidades. Me imagino que tuvo una muy buena recepción, ¿verdad?
MB: Sí, bueno, es un libro que está ahorita completamente agotado. Creo que ni yo misma tengo un libro. Ahora creo que lo van a reeditar este año. Y sí, yo creo que es un libro un poco inocente al mismo tiempo, ¿no? Porque está como sorprendido y maravillado alrededor de estas imágenes. Y esa inocencia también me gusta, ¿no? Que tiene que ver con la sorpresa y con el reconocimiento de algo que parece obvio mirar, pero que no se mira.
AP: Claro, definitivamente. Bueno, pues pasemos a este video. Véanlo en las redes. Es el video cuando recibes el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, que es una gran presea para los cuentistas. Lo recibes por el libro La composición de La Sal, publicado por Plural 2014. Y en tu speech hablas sobre las niñas indígenas, que están tan limitadas. Cuéntanos un poco acerca de cómo armaste esas palabras que ibas a aprovechar en ese foro para decir algo más que un agradecimiento, que es el espacio que abre precisamente esa ceremonia de recepción de estos premios tan prestigiados.
MB: Bueno, vos sabes que no me acordaba mucho de lo que dije, porque realmente nunca me vi y estos días que estábamos preparando la entrevista lo hice. Y ahí recordé que yo, primero fue una gran sorpresa. Yo no pensaba que iba a ganar.
AP: Se ve cuando te paras.
MB: Gabriela Alemán y yo estábamos tomadas de manos, yo estaba segura que Gabriela iba a ganar. Estaba Juan Villoro ahí también y bueno, todos mis compañeros eran deslumbrantes, entonces yo de verdad ya siendo finalista estaba más que pagada por él.
AP: Te dabas por satisfecha
MB: Sí, claro. Y la noche anterior, mi madre tenía una fe ciega, desde que se enteró, ella pensó que yo iba a ganar y tan segura estaba que ella agarró, compró pasajes y vino a Colombia. Mi esposo y yo estábamos más, no lo pensamos así, jamás pensamos que eso iba a ocurrir y entonces orgánicamente decidimos que yo fuera y él se quedaba con las guaguas, así de incrédulos éramos. Entonces la noche anterior mi padre me llamó por teléfono al hotel y me dijo, “Sabes, estuvo perfecto. Ya ganaste, duerme tranquila. Estoy muy orgulloso de vos y nos vemos mañana.” Y mi madre me dijo, “¿cómo que duerme hasta mañana? Escribí algo por si ganas, que vas a ganar.” Y yo le dije, no, no voy a escribir nada porque me pone más nerviosa la idea, no te preocupes madre. Y cuando me llamaron, yo no había escrito nada, o sea que improvisé sobre la marcha esas palabras, ¿no? Aunque claro, y de hecho en el libro, tal vez la meditación sobre, muy rápida, sobre el tema de las niñas indígenas en Bolivia tenga que ver con uno de los cuentos que más me gusta de este libro, que es La Cinta Roja, de un grupo indígena que está por desaparecer, que viven en los extramuros de Santa Cruz y que es asesinada, es violada y finalmente es vengada por la comunidad porque la justicia no funciona. Y entonces pensé en ella ese minuto. Y pensé que en realidad nos faltaba tanto todavía como sociedad por hacer. Es decir, ser niña y ser indígena sigue siendo en Bolivia el pronóstico de un destino fallido por la falta de posibilidades que hay dentro del propio estado. Entonces, bueno, eso fue lo que surgió así de la manera más como espontánea.
AP: Ese cuento es muy conmovedor. La verdad es que además en este mes de la mujer que estamos tan sensibles, porque cuando me dicen es que felicidades por el Día de la Mujer, yo siempre digo, bueno, pues no sé qué tanto vamos a celebrar en este día o en este mes. Y pensé mucho en tu cuento. Me acompañó mucho. Yo estaba escribiendo un artículo para la revista Viceversa de Mariza Bafile, una magnífica, magnífica editora en Nueva York. Y leí tu cuento de manera paralela cuando pasaron todas estas manifestaciones y protestas en México con lo que es tan terrible la cantidad de feminicidios. Y dices ahí en el cuento algo que me dejó muy, muy, pensando mucho, ¿no? Dices, “se entregan por exiguas cantidades de monedas desde edades impronunciables en los márgenes urbanos.” O sea, la selección de palabras en esta declaración me pareció de lo más precisa y además me pareció que en esa mesura de las palabras que fueron tan bien seleccionadas, dices tanto de las cosas que nosotros estamos tratando de tapar con un dedo, ¿no? Este sol que seguimos tapando con un dedo y como Rebeca en tu cuento nos muestra esta cinta roja visible e invisible que tienen todas nuestras niñas atada en algún lugar del cuerpo. Como tú lo dices, con esta incapacidad de tener un futuro. De verdad te felicito por ese cuento que es conmovedor y a la vez es tajante, ¿no? La historia de los niños y cómo ellos se ven a sí mismos como, bueno, por lo menos voy a tener unas monedas, voy a tener donde dormir o un alimento que llevarme esta noche a la boca.
MB: Sí, yo estaba muy impactada con esta historia. Gracias por mencionarla y esto que decís de que todos nuestros niños y niñas tienen una cinta roja en el cuerpo es terrible y es así, ¿no? En Latinoamérica, es decir, están marcados ante la inminencia de algo terrible que puede ocurrirles porque como sociedad les hemos fallado. Entonces, a mí me impactó muchísimo esta historia porque ponía en evidencia la imposibilidad del periodismo de contar la verdad. Una noche llegó mi amiga Paola Rodríguez, que ella trabajaba en un periódico de Santa Cruz, y le tocaba escribirla y ella venía muy angustiada y acongojada porque tenía que escribir algo en lo que no creía sencillamente por el rigor de la fuente. Tenía que contar lo que decía la fuente, más no lo que ella y posteriormente todos nosotros intuíamos, que es que ese que habían agarrado como supuesto culpable en realidad no lo era, que el que era el supuesto asesino estaba suelto, ¿no? Y que la comunidad iba a sacrificar a ese hombre porque necesitaba canalizar la ira, la impotencia de una vez más perder un niño, ¿no? Perder una mujer. Y entonces recuerdo que le pregunté a Paula ese día, bueno, ¿cuánto les pagan a estas niñas? Porque estas niñas son de siete, ocho años muchas veces, hasta los dos son niñas, realmente niñas. Y cuando me dijo que eran dos pesos, me vino una nausea, una vasca que me llevó esa misma noche a escribir, o sea, llegué a casa a escribir eso que yo sí podía contar en la ficción y que expandía la realidad para hacerle justicia a esas niñas. Ese era un poco el impulso. Y entonces este cuento es el en vez de otra historia que mi amiga Paula escribió para el periódico, ¿no? Que es la historia que se podía contar desde el periodismo. Entonces también es un cuento que reflexiona sobre este oficio, ¿no? Y sobre sus imposibilidades y sobre las posibilidades a la vez de la ficción.
AP: Claro, definitivamente. Otro cuento que es muy relevante, que es el que da el título al libro, La composición de la sal, es un cuento hermosísimo, también muy sensible, con una premisa muy interesante en donde estás relacionando el llanto, bueno, las lágrimas tienen sal, ¿no? Y la vejez, Yo siempre cuando pienso en Bolivia, pienso en esta terrible parte de la historia boliviana perdió el mar, en la guerra contra Chile. Y porque se limitaron muchas de las posibilidades económicas del país con esta pérdida a un comercio internacional, ¿no? Exterior a través de la cuestión marítima. Y lo comentaba con una buena amiga que ahora se va a convertir también en colaboradora de Hablemos Escritoras, estoy muy contenta, Verónica Ríos, y ella es costarricense. Y me contaba una historia que hay una iglesia en Bolivia en donde hay un frasquito que tiene arena de mar, como ese recuerdo de que en algún momento hubo una playa, ¿no? Me parece muy interesante tu cuento, la manera en cómo abordas esta idea de lo moderno, de lo civilizado, de la pobreza, de las levantadas y de esta miseria. Por otro lado, pues también lo que son los niños como seres a veces precoces en su propio deseo, ¿no?
MB: Sí. Bueno, es un cuento que tiene como varios impulsos creativos, un cuento que me demoré mucho tiempo en conseguir. Como pálpito, ¿no? Para que termine siendo lo que al final es. Y el primer impulso creativo era la imagen de este hombre viejo que lloraba, desbordado. Que era un abuelo que se feminiza
AP: A través de las lágrimas.
MB: Claro, que él mismo reniega contra el espejo, es decir, ¿qué me parece? Me estoy volviendo ñata, ¿no? Me estoy volviendo mujer. Y que, claro, que en el final de la vida esa feminización, esa blandura le permite soltarse, abrazar la vulnerabilidad y volver al útero de su madre. Y al principio él se revela contra esa mutación inesperada y cree incluso que está enfermo. Se enfurece consigo mismo y al final se rinde a ese universo femenino que es el líquido amiótico. Entonces el mar es un símbolo polivalente en el cuento porque, bueno, no voy a contar al final, pero el agua, esa presencia también yo quería pensar que fuera una especie de útero, ¿no? Que pudiera recibir a este hombre feminizado que ha perdido un hijo y que está en esa etapa tratando de explicarse el dolor que no se ha permitido sentir. Porque, claro, los hombres también son víctimas del machismo, ¿no? Y la segunda idea que surge en el cuento es la del mar. Que, como tú bien señalas, en Bolivia es una entelequia conflictiva, cargada de dolor, de frustración, pero que al mismo tiempo sirve para justificar todo lo que no hemos podido ser, todo lo que no fuimos. Entonces es también una marca de la frustración que nos obliga siempre la idea de ganar, de vencer, de no claudicar en este espíritu militar que yo hallo tan nocivo. Entonces yo quería un mar que fuera todo lo contrario de lo heroico. Entonces mi mar, este mar del cuento, es un mar hechizo, un mar miniatura. La bruja le dice al hombre “dése un baño de sal, de mar con los ojos cerrados.” Y él dice, “¿pero usted no se da cuenta que perdimos el mar? O sea, no tenemos mar, ¿cómo va a dar un baño de mar?” Y al final se inventa un mar en la tina, ¿no? Y entonces, no sé, me gusta mucho lo que dice un escritor boliviano que me encanta, que es que dice Wilmer Urrelo, bueno, tal vez los bolivianos tengamos que desapegarnos de esa, digamos, de esa nostalgia del mar y aceptar nomás que perder es lo más común del mundo.
AP: Claro, claro.
MB: Bien, y finalmente la otra idea que me parece que está allí con mucha fuerza latiendo en el cuento es la de la magia.Yo me había cruzado en Quito, esto lo he contado muchas veces, pero me sigue pareciendo hermoso. Me crucé en Quito, en el casco viejo de Quito, en el casco colonial, un cartel que decía, “se cubre el espanto y se dan baños de alegría.” Yo dije, tengo que usar esto en un cuento, no sé en cuál cuento, y luego cuando estaba escribiendo ese cuento casi que estaba armado para el cuento, ¿no? Porque quería escribir sobre ese otro saber, que no es el científico y que también nos da respuestas, a veces mucho más asertivas para la vida, aunque no las entendamos del todo. Como la de esta vieja India que le da ese baño de sal que en el fondo es este renacimiento o partida, uno tendría que decidir allí qué elige, de este hombre,en el agua salada.
AP: ¿De alguna manera tú sientes que tus cuentos, obviamente la obra de los escritores normalmente dialoga entre sí, ¿no? ¿Pero tú sientes que tus cuentos siempre recurren a un cierto tema, siempre resaltan un cierto tema?
MB: Mi búsqueda no es, no escribo de ese modo, no es una búsqueda temática, no es que yo voy a escribir hoy sobre el feminismo, digamos. Al contrario, es una, digamos, la búsqueda siempre proviene en general de una imagen, pero sí es verdad que soy una escritora conceptual. Yo necesito que esa imagen componga un concepto para mi. Y yo creo que eso es una desviación de la poesía, como si cada imagen cargara en sí una metáfora. Y me gusta trabajar sobre eso, jugar alrededor de eso. A veces hago eso antes de escribir, pero luego también a veces va ocurriendo durante la escritura.
AP: Claro, claro. Y el mismo texto se va transformando, ¿no? A lo largo de la misma escritura de este texto.
MB: Exactamente. A veces uno reconoce algo que en realidad estaba allí latiendo, exposed, ¿no? Y entonces construye un discurso alrededor de eso que ha hecho, aunque ese discurso no estaba previamente.
AP: Claro, claro, muy interesante. Otra cosa que me gustaría llamar la atención son tus inicios de cuento. En general tienes unos inicios muy fuertes que es, bueno, una de las características del cuento, y bueno, ahorita platicaremos de tu poética del cuento. Y lo veo, por ejemplo, en el titulado Algo para cenar. Y dices, “cuando pasó lo que pasó, le prometimos a mami no hablar nunca más del asunto y le cumplimos. Ella nos enseñó a no mentir.” Genial. Y después, bueno, obviamente ya exploras en toda esta figura de la madre, del hermano, del error, y muy interesante tu juego entre la ausencia y la presencia del padre, que también se ve en otras historias que cuentas. Platícanos, para terminar la conversación sobre este libro, sobre este cuento, Algo para cenar.
MB: Ese es un libro, es un cuento que a mí me gusta mucho por la construcción de personajes y sobre todo por el juego de tensiones y la atmósfera que hay en el interior de la familia. Esta tensión padre-hijos, esta crueldad de a veces los niños y la venganza de los niños y los miles de fallos que ocurren en la educación. Esta es una madre que es entrañable, que es una madre sola, como las muchísimas madres latinoamericanas. Que siempre está acompañada de un hombre, pero que siempre está sola con los hijos. Entonces por eso el padre es una figura ausente, una figura circunstancial, ¿no? Que cambia y que en realidad la autoridad y la voz es la de ella. Y es la voz con la que este niño pelea. Es como una voz que se instala en su conciencia y con la que él va peleando porque necesita para hacer, deshacerse de ella al mismo tiempo. Entonces por eso me divertía mucho en las crueldades mutuas. Pero sobre todo el hijo, como él se va vengando de ella, de sus inconsistencias en su trabajo. Y como ella resuelve a fuerza de su apego a la verdad, ¿no? A la honestidad. Como siempre resuelve una lección que por la vía no de la palabra, sino por la vía de los hechos, de las acciones. Entonces es una madre muy bella porque es ella en todas sus imperfecciones y al mismo tiempo lo va dejando crecer. Me gusta mucho también cómo opera el humor en el cuento y cómo se ve también la adolescencia como un tránsito definitivo. Como este proceso en el que, bueno, salir de la niñez al mundo es un momento doloroso de tránsito en el cual está definido quién sos al final. Y ese quién sos tiene que ver también con esos primeros años de infancia que también están contados allí. Entonces yo creo que es un cuento sobre la posibilidad de dar a otros.
AP: Sí, sí, sí, bellísimo. Ahorita me hiciste pensar en algo que me decía, que alguna vez me dijo mi hija más pequeña, yo tengo cuatro hijos, y la más chica me dijo, cuando entró a la universidad, me dijo, “hoy estoy entrando al mundo de los adultos y no me está gustando.” Así es, así es, sí. Pues sí, definitivamente. A mí me encanta el cuento, debo de confesarlo en este micrófono, me encanta todo, me encanta la poesía, bueno, todo me gusta, ¿no? Pero el cuento siempre tiene como un reto muy peculiar. Cuéntanos un poco acerca de tu poética del cuento, tú has hablado en alguna otra entrevista acerca de esta idea de la acumulación, que me parece muy pertinente, y obviamente ahorita estás mencionando la cuestión de la tensión. Como la normalidad se tensiona. Y hay muchos de tus cuentos que trabajan sobre la extrañeza, se construyen a partir de la extrañeza. Y de ahí te estás dnado una posibilidad, siento yo, de construir otros mundos y submundos de manera más específica. Platícanos un poco sobre esto.
MB: Sí, ¿sabes qué? Pienso que la construcción de esta extrañeza, o sea, el resultado de esta extrañeza de la que hablas, tiene que ver con esa acumulación, con esa generación de capas en los personajes, porque precisamente en las capas están las contradicciones, ¿no? Y es aquí donde opera el conflicto. Es decir, hay combustión cuando un personaje dice, piensa y hace cosas distintas. Cuando patina en sus propias creencias, cuando miente en medio de muchas verdades y esa situación, digamos, genera sus propias chispas, ¿no? Creo que eso es importante que ocurra en un cuento, ¿no? Esa posibilidad de ver los distintos dobleces de un personaje. Por ejemplo, no sé, no es un cuento, pero se me viene ahorita la madre de El sonido de la H, ¿no? Que tiene un discurso feminista, pero que en el fondo sus acciones componen una situación de dominación que la hija confronta. Entonces, eso solo lo podemos llegar a ver y nos produce extrañeza reconocerlo cuando hemos visto muchas capas sobre el personaje. Entonces, por eso me parece que el desafío mayor de un cuento es lograr esa hondura en un pequeño trecho temporal y despacio que es el que ocurre en un cuento, y eso me fascina, ¿no? Porque es como trabajar con las restricciones.
AP: Claro, y cuando estás atado, cuando estás como sin esta flexibilidad, necesitas ser más eficiente con el lenguaje, con la selección de palabras, con cómo ordenas las ideas. Cuál va a ser la línea, no nada más narrativa, sino por dónde vas llevando al lector. Y eso es la magia del cuento, ¿no? De un buen cuento. Pues acabas de mencionar El sonido del H, publicado por Santillana en el 2015. Este es un libro muy interesante. Empiezas además con algo que es una de las herramientas de los escritores. Está empezando en extremis, en extremis, que es decir, al final. Y abrir un libro con una muerte o con un funeral, abrir un relato con un funeral, de alguna manera siento que compromete a la expectativa de una manera distinta, ¿no? Cuéntanos de dónde viene este libro, de este inicio y de algunos de los temas que tocas en él.
MB: Bueno, qué bien que lo mencionas, porque uno de los desafíos de la escritura de esta novela era precisamente este. Era decidir plantear el inicio con el desenlace, que siempre es hacer una promesa, ¿no? Yo te estoy contando el final y te estoy haciendo la promesa de que va a valer la pena de que me sigas. Entonces, esto lo que significa es que ya no es tan importante el qué, sino el cómo ocurrieron las cosas. Y eso es poner, sobre todo, fuerza o expectativas sobre los personajes. ¿Qué hay en ellos que haga que los sigamos y sabemos lo que ya les aconteció? Entonces, hay como una exigencia implícita de su rotundidad. Necesitan ser poderosos aunque vayan muertos, necesitan ser enigmáticos aunque ya no estén, ¿no? Y yo creo que ese era uno de los desafíos más interesantes de este personaje. El Sonido de la H es una novela de crecimiento, es decir, es un viaje de transformación hacia la edad adulta. Y este es un género que ha sido históricamente, sobre todo, masculino, ¿no? Es trabajado en la literatura desde la visión masculina. No sé, pienso en Demian o en las Tribulaciones del Estudiante Torles o en la Ciudad de los Perros o en El Guardián del Centeno, ¿no? Todos personajes masculinos. Yo me planteaba hacer una novela de iniciación femenina donde los personajes fueran femeninos. Y entonces son dos personajes femeninos. Uno es Rafaela, que es un personaje queer, un trans, que sabe muy bien lo que quiere en la vida. Y el otro es Mar, que es una chica que está, sobre todo, llena de preguntas y que no sabe absolutamente nada. Y entonces, en ese sentido, ella está, digamos, mirando a las mujeres de su alrededor y acopiando modelos. Y es interesante, y algo que me encanta de este personaje, fíjate que no lo había visto yo, sino que me lo hizo ver María Galindo, que es esta activista feminista boliviana de la que te hablé antes. Que dijo, bueno, en realidad todos sus referentes son queer, son del orden de las sombras, del orden de lo no convencional. Es decir, sus referentes son Rafaela, que es hombre y quiere ser mujer. Es Esther, que es una india y es una abuela ciega. Entonces, como un personaje que parece más frágil de lo que es, en realidad que está copiando en ese lugar lo que quiere ser. Es completamente desfasado y completamente rebelde en el fondo. Todo lo que acopia es precisamente eso que no entra en el canon.
AP: Y totalmente infeliz, ¿no? En comparación con Rafaela, que como tú dices, tiene la certeza. Y tener certezas ayuda a luchar en contra de los prejuicios, ¿no? Definitivamente.
MB: Totalmente. Y porque más que infeliz, yo creo que es melancólica. Hayo que es un lugar más productivo para revisar el mundo, porque la tristeza te coloca en un lugar casi de resignado, ¿no? En cambio, esta suerte de melancolía, ¿no? Le permite visualizar el mundo de un modo tangencial, de un modo presbítico, si vos querés. Pero acopiar de él el espacio o la posibilidad de la imaginación. Es decir, de pensar y por qué no, y si, ¿no? Todo el tiempo ella se mueve en estos espacios. Y me parece que esa es la característica fundamental de la adolescencia, ¿no? Ese tránsito hacia la libertad, ese tránsito hasta responder quiénes somos. Y que me interesaba como exploración también desde el lugar femenino, ¿no?
AP: Claro. Yo siempre pienso, por ejemplo, en la tristeza, ahorita que estás hablando de esto, siempre pienso que hay como tres niveles: La melancolía, la tristeza y la desolación. Ya cuando ya está uno, se siente uno desolado, es que no hay esperanza, ¿no? Y la tristeza es como tú lo acabas de decir, es este estado en donde a lo mejor ya se queda uno hundido y la melancolía todavía hay un ímpetu que puede sacarte del estado, ¿no? Es un libro buenísimo, lo recomiendo mucho.
MB: Oye, qué hermoso esto que decís de estos tres niveles, me has hecho pensar. En ese libro, en ese cuento hermoso de Chekhov, se llama La tristeza precisamente, es ese hombre, no sé, que ha perdido el hijo y que quiere contarlo toda la noche y no puede, ¿no? Y es la imposibilidad de contar, es uno de los cuentos que más me gusta, me parece como esa imposibilidad de hablar y de contar la muerte de un hijo, ¿no? Como inunda el cuento de esto, de tristeza, de algo que no se repara, pues como la muerte de un hijo.
AP: Sí, sí, sí, qué tema. Qué tema tan grande y tan complejo. Bueno, pues se nos está acabando el tiempo y yo no quiero dejar de hablar de un proyecto precioso que tienes con Giovanna Rivero, esta editorial Mantis Narrativa. Tienen que entrar a la página y ver toda la propuesta, la filosofía que está atrás de esta editorial, las publicaciones. Bueno, tienen escritoras como Fernanda Trías, que bueno, nos emociona que pronto estará también en nuestro proyecto. Daniela Alcívar Bellolio, que es una escritora con una voz bellísima, de la que tenemos el gusto de tener también, Cuéntanos rápidamente sobre esta editorial, los retos a los que se han enfrentado como editoras.
MB: Yo creo que principalmente es las restricciones materiales. Es decir, siempre el deseo de publicar a muchas más escritoras de las que podemos y dejar fuera es como frustrante. Pero al mismo tiempo nos obliga a continuar un camino y a expandirlo en el tiempo. Es decir, digamos, esta misma restricción en lo horizontal nos obliga a achicarnos, pero en lo vertical, digamos, en la mirada hacia adelante, nos obliga a mirar más largo. Yo creería que es una manera de verlo para que la restricción no se constituya en una imposibilidad insalvable. Y bueno, en eso tal vez contar un poco de Mantis. De dónde sale este ímpetu de Giovanna o esta decisión de Giovanna y míos, de poder de algún modo dejar de quejarnos y contribuir a cambiar las reglas del tablero editorial. Entonces decidimos ubicarnos en un lugar como riesgoso, incluso romántico, al plantear una posición que sea política y estética. Que es que nosotros sí decidimos publicar mujeres, pero que esa decisión al mismo tiempo incorpora el interés por un cierto tipo de escritura, que son escrituras que se juegan en un riesgo y que trascienden los criterios mínimos o criterios de calidad obvios. Entonces nos interesan las escrituras que trabajan con la intuición, que se juegan en el apego a la vida o con la muerte, que dialogan con el descubrimiento, ¿no? Escrituras que no tienen certezas, sino que son búsquedas, por ejemplo, como la de Daniela. Que se abisman en una búsqueda y esa búsqueda produce algo realmente singular. Entonces queremos acompañar el vuelo de estas mantis y, por otra parte, en el ámbito político queremos poder contribuir a reducir las brechas. Que si bien cada vez son menores, siguen estando ahí, ¿no? Es decir, se publican menos mujeres, se reseñan menos mujeres, se dan becas a menos mujeres, etc. Es decir, esa brecha sigue siendo muy grande y sobre todo en nuestros países, ¿no? Hablábamos del tema de las niñas. Bueno, en Bolivia las niñas van menos a la escuela que los niños, para decirlo bien y pronto, ¿no? Entonces es una manera de contribuir en ese ámbito. Y poder también visualizar que no puede ser que las mujeres, en el único lugar en el que podamos ganar, sea en el de los femicidios, ¿no? Es decir, en el de la muerte. Es decir, hay algo que no está funcionando bien en esa ecuación y que también nos interesa denunciar. Y entonces editar mujeres, que parece algo muy poético en el fondo, termina siendo algo muy político. Creo que eso está como una raíz que cruza todas las iniciativas de editoriales independientes que publican mujeres, ¿no? Y que están trabajando con esta idea también.
AP: Ese es el espíritu de nuestro proyecto. Lo has puesto en muy buenas palabras. Exactamente. Esto resulta de una manera político a la vez de una invitación, pero con la idea consciente de que necesitamos trabajar también por los derechos de las mujeres y por ese espacio, ¿no? Que también se necesita crear o recobrar o recuperar.
MB: Exacto.
AP: Pues muchísimas gracias. De verdad, Magela, qué interesante tu perfil. Yo estoy emocionada de que ahora Hablemos Escritoras pueda también distribuir los libros de Mantis Narrativa, por lo que son los libros, por las autoras que ustedes representan, pero también por ustedes mismas. Porque siento que Giovanna y tú han luchado mucho por abrir un campo que es importantísimo reconocer y hacer visible. Muchísimas gracias por sumarte a este proyecto.
MB: Muchas gracias a vos, a ustedes, porque también sabemos que un trabajo como este que llevas y que también nos emociona muchísimo, es el resultado siempre de un trabajo colectivo. Aprovecho de saludar y agradecer a todo tu equipo. Nos emociona muchísimo decir que la literatura boliviana es una literatura inexplorada y que hay voces muy interesantes allí para visitar, para conocer, para indagar. Liliana Colanzi, Paola Senseve, Camila Urioste, en fin. Hay un montón de escritoras, Rosario Baraona, que puedo nombrar muchísimas, y me quedó corta y una generación muy joven haciendo cosas muy interesantes. Lucía Carvalho, Adriana Lea Plaza, en fin, que están explorando y haciendo cosas que vale la pena conocer. De modo que es una invitación a la curiosidad por leer la literatura boliviana en general, porque es muy interesante y está muy viva, y a la literatura de mujeres bolivianas también.
AP: Pues muchísimas gracias. Nos dejas tarea y nos dejas motivadas y emocionadas. Muchísimas gracias de nuevo y un abrazo grande hasta Oregón.
MB: Igualmente, Adriana querida.
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AP: No cabe duda que en la literatura boliviana hay grandes talentos. Le agradecemos muchísimo a Magela Baudoin que haya aceptado esta invitación y también le agradezco a todo el equipo que conforma Hablemos, escritoras Podcast.
Se despide el día de hoy desde este micrófono, Adriana Pacheco.