Algo que extraño cuando viajo son los mapas enormes, doblados como acordeón, que se extendían en la espalda del otro, en una banca de parque, en una piedra, o en un café de la ciudad. Ellos eran indispensables para poder ver en dónde estábamos y hacia dónde íbamos. Recuerdo por ejemplo la famosa Guía Roji de México con sus pastas rojas. Ahora, sacas un celular o entras a tu computadora para poder ubicarte y localizar puntos de interés que buscas.
Un mapa te muestra lo que hay y lo que no hay. Te da un sentido de orientación, de pertenencia, delimita la ficción fundacional, como diría la crítica Doris Sommer, y es, junto con el himno y la bandera, uno de los elementos que configuran el concepto de nación. Pero a veces un mapa más que una representación gráfica del espacio, sus fronteras, su orografía e hidrografía, es una alerta que enfatiza la relación entre diversos elementos que tienen algo en común, es en otras palabras, un llamado de atención.
Esther M. García lo vio así motivada por la turbulencia que causó el fallido curso, “Para leer en libertad”, organizado en México en mayo del 2020 y que fue cancelado por la gran protesta y crítica que hubo en las redes, ya que de los 9 participantes en él, no había una sola mujer. Ante tan abrumadora respuesta, los organizadores se justificaron argumentando la inexistencia de suficientes escritoras mexicanas que pudieran impartir el taller. La escritora chihuahuense contesta a esta provocación y el hashtag #SinMujeresNoHayLibertad se convierte en una invitación en las redes a nombrar y hacer visibles a escritoras radicadas en México o el extranjero, con lo que el 21 de mayo de 2020 se integra el primer Mapa de escritoras mexicanas. Hoy, en él se suman y se localizan geográficamente más de 500 nativas o naturalizadas que hayan nacido después de 1930s, que estén vivas, y que tengan obra publicada en formato impreso por alguna editorial. García misma ha hecho referencia a la influencia que tuvo en ella el mapa que María Salguero hizo de feminicidios en México, otro desesperado esfuerzo por dar luz al terrible problema de violencia que afrontan las mujeres en ese país.
La naturaleza asociativa del mapa permite entonces mostrar diferentes escalas y grados de complejidad, así como relacionar diversos elementos que no siempre son geográficos. En literatura, por ejemplo, está la interesante propuesta, aunque más desde lo conceptual, de Literature Map en donde la geografía es otra: es la de crear interconexiones, redes, e influencias entre escritores. En Mapa de escritoras mexicanas se combina la ubicación geográfica, que nos da la posibilidad de tener un panorama más integral, con una herramienta para comparar los distintos perfiles y formación de quienes lo integran. En un recorrido por él, vemos las que vienen de la academia, con títulos universitarios nacionales e internacionales, las coordinadoras de longevos talleres de escritura, las que son periodistas y comunicólogas, las científicas, las educadoras y docentes por décadas, o las activistas, entre otras. A nosotros en "Hablemos, Escritoras." nos alegra ver en este gran mapa a varias escritoras que integran ya nuestra enciclopedia como Zel Cabrera, Ruth Pérez Aguirre, Martha Batiz, Minerva Reynosa, Artemisa Téllez, la misma Esther M. García, entre otras. Esto muestra toda una ebullición en la literatura de plumas de mujeres que, de acuerdo a algunas investigadoras como Irma López, se incrementa en la década de los 1970s. Hoy, esto ha alcanzado tal dimensión que se le ha llamado el “boom femenino”, término que puede ser conflictivo por su asociación con el movimiento hiper-masculino que surge entre los 1960s y 1970s. Yo prefiero llamarlo "b(l)oom" de la palabra "blooming", como lo propone Emily Hind.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por reconocer esto, una infinidad de escritoras continúan encapsuladas en sus regiones y con pocas posibilidades de difundir su trabajo. Sus alternativas son quedarse en sus localidades o emigrar a la Ciudad de México o a ciudades más centrales donde tienen más opotunidades de crecimiento. Esta centralidad política, social y económica en la capital del país es un fenómeno característico de los países latinoamericanos, cosa que no sucede en otros como los Estados Unidos. Así, que qué mejor idea para dar luz a esta problemática que crear un mapa y mostrar en él una vista panorámica de la nación y del mundo.
Pero, hacer una distinción únicamente por género sería visto por algunos como cubrir las famosas "cuotas" obligadas de mujeres, y para otros se estaría reforzando una categoría de minoría, pues como Lina Meruane lo ha dicho, “toda etiqueta es problemática”. La idea de género es el reconocimiento de que “la mirada de un escritor o escritora es una toma de posiciones ante el mundo que lleva la marca del género, pero también otras marcas” continúa. Sí, mapear mujeres nos ayuda a ubicarlas, pero también a reconocer su talento estético, innovación en estilo y temática, creatividad, sus escrituras reflexivas o bulliciosas, cómo resisten al canon, o crean una escritura atemporal, universal, con nuevas búsquedas, cómo celebran la vitalidad de la lengua. Y como el texto no es un ente que aparece de la nada, sino que procede de alguien que escribe, también nos enriquece saber de su propia historia, de sus lecturas, y formación.
El paso siguiente para este proyecto es ahora abrir el diálogo entre ellas, como lo será el "1er encuentro del Mapa de escritoras mexicanas", a celebrarse del viernes 21 al domingo 23 de mayo, donde podremos escuchar a poetas, narradoras, activistas, y gestoras literarias. Yo tendré el gusto de hablar en él, invitación que se agradece en nombre del equipo de "Hablemos, Escritoras.".
Y así, si alguien en algún momento dijo que este era un mapa inexistente, Esther M. García está probando lo contrario, creando uno y uno muy grande.