JS: Hola, ¿qué tal? Sé bienvenida, sé bienvenido, sé bienvenide a Hablemos, escritoras, esta maravilla de concepto que es una enciclopedia de voz. Un podcast, pero no algo coyuntural, sino realmente un acercamiento mucho más de fondo a las autoras que están conformando el escenario de la literatura contemporánea. Me da muchísimo gusto estrenarme hoy en esta sección de poesía de Hablemos, escritoras y sobre todo porque además lo hago con una escritora y lo desgloso: poeta, ensayista, narradora, conferencista, antologadora, y ya no sigo, por no cansar, pero bueno, ha estado prácticamente en todas las arenas de la literatura. Y me refiero, por supuesto, a Brenda Ríos.
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BR: Hola, Julia, ¿cómo estás? Qué gusto estar contigo y con la gente que está escuchando esto. Estoy feliz de estar aquí en este espacio maravilloso de Hablemos, escritoras, que yo sé que tiene ya sus seguidores y su propio vínculo con lo contemporáneo y con las escritoras y autoras y demás lectoras que están siguiendo, por supuesto, esta expansión.
JS: Así es, mi querida Brenda, por supuesto nos escuchan del otro lado, digámoslo así. Tanto personas que se identifican con un género, con el otro, o con ninguno, o con todos, pero efectivamente las protagonistas de esta enciclopedia de voz son las autoras, y en este caso, tú. Así que me da mucho gusto recibirte y sobre todo para platicar de tu trabajo poético. Vamos a entrar de lleno a la conversación, si quien nos está escuchando desea saber más de ti, bueno, pues lo pueden encontrar aquí más abajo, pero me parece que sería más rico entrar de lleno a conversar. Y la primera pregunta, Brenda, te la lanzo así un poco como provocación. En tu libro más reciente, que se llama Aspiraciones de la clase media, que es una coedición entre la Universidad Autónoma de Nuevo León y la UNAM, la Universidad Nacional Autónoma de México, pues hay un tono desesperanzado, oscuro, como de una profunda desolación. Dicen algunos de tus versos, “Elige vivir, canta el coro griego, pero tú, tú ya no regresas del último cansancio. ¿Qué país hondo hay en quien suspiran? Agotado por la alegría reciente del fracaso.” Digo con una provocación, ¿cómo te acercas tú, Brenda Ríos, al dicho de que el pesar, el sufrimiento, el dolor produce una mejor poesía que la felicidad? Seguramente lo has escuchado como yo. ¿Qué opinas de esto?
BR: Pues es que es como una idea también construida a partir de la vida del artista. Yo creo que surge con esta idea de principios del siglo XX, del artista que vivía en estas buhardillas en París, que pasaba hambre, que pagaban estos pintores famosísimos con dibujos en servilletas, que pagaban su comida, su hospedaje, etcétera, etcétera. Una generación completa que viene de este imaginario del artista como alguien que sufre. Pero en mi caso, pues más bien juego con la idea de una persona asalariada, ¿no? Vamos a llamarle, antipoéticamente hablando, pues sería la figura del godín. O sea, la persona que tiene que ir a la oficina, que a veces pues no sabemos lo que implica atravesar la ciudad, llegar a una oficina, estar…originalmente debían de ser ocho horas, pero tú sabes que los horarios son complicados y la gente pasa nueve o diez, ¿no? Con su hora de comida incluida, entonces hay gente que lleva la comida a la oficina, hay gente que puede salir y comer, estar una hora en los alrededores, ¿no? Pensemos en las zonas de la gente obrera, que sería de lo que yo estoy hablando, pero también hay otro tipo de obrero, que es el obrero intelectual, ¿no? El obrero, el editor, el corrector de estilo, el maquilador de los textos. Juego un poco con eso. Y claro, la idea de la persona que está en un trabajo fijo, en oficina, yendo cinco días a la semana, pues también hay una rutina que conduce la repetición. Entonces el libro o estos poemas, de un poco que tú llamas esta especie de desesperanza, es también un resquemor. Porque finalmente uno piensa, ¿de qué se trata? Es el trabajo, agradeces tener un trabajo, pero llegas a tu casa y estás agotado, y luego el futuro, ¿cómo va a ser estos próximos 25, 30 años? Entonces el libro va un poco por ahí pensando. O sea, sacando la savia de la alegría posible, ¿no?
JS: Me gusta que menciones esta palabra godinato, o godines, porque justamente fue lo que pensé mientras leía Aspiraciones de la clase media. Y voy a explicar para el auditorio, que no necesariamente conoce el término, porque nos esté escuchando desde otros lugares que no son la Ciudad de México, o el país México. Godín se dice, y no es una manera bonita de referirse, es un poco despectivo, o un bastante despectivo el término, pero justamente se refiere a los empleados de oficina de bajo nivel, los que no son directores, ni jefes, ni tienen estacionamiento a la puerta, sino que justamente llevan su comida en un tupper y la calientan en el microondas y comen en su lugar. En fin, entonces cuando te escuché decir, dije, bueno, ok, entonces lo leí, creo, bien. Y aquí voy a mi segunda pregunta. Este mismo libro, Aspiraciones de la clase media, es una suerte de crítica acérrima contra el capitalismo y también porque no una consigna que va contra los valores que muchas y muchos dan por saltados. O sea, como que a muchas personas no se les ocurre que pueda haber algo más trascendente o más valioso o más acariciable que tener un buen empleo, vacaciones pagadas, prestaciones, el café gratis, los clips, en fin. Tú dices en otros versos, te voy a estar citando muy constantemente, pero creo que es para también invitar a la audiencia a leerte. Dices, “no podemos aspirar a más porque no hay más.” Es un verso, bueno, es brutal, es así un golpe en el pecho que te tira. Porque claro, muchas personas nos preguntamos, claro, lo que yo estaba pensando que eso era lo único o lo más a lo que yo podía aspirar, pues no, no necesariamente, ¿no? O sea, tú estás jugando con el lugar común, digamos. Y en otro momento la voz poética que no necesariamente, quiero señalarlo, no necesariamente eres tú, Brenda Ríos. O sea, no estás hablando los poetas, los escritores, las poetas y las escritoras. No necesariamente hablamos en primera persona. Una cosa es lo que dice la voz poética en un texto y otra cosa es lo que piensa Brenda Ríos. Entonces, bueno, por eso me voy a referir a la voz poética. Dice que nunca soñó con ser empleada del mes, que comprar un departamento nunca fue su deseo. Dentro de esta misma línea de lugares comunes que cuestionan tu libro. Y yo te pregunto, ¿es un juego también? ¿Hay alguna intención lúdica? Porque por supuesto que está la crítica ahí y vamos a seguir hablando de ello. Tu visión sobre esta suerte de esclavitud contemporánea, aunque no se le llama así, y que lo peor es que ni siquiera alguien nos esclaviza, sino que nosotros mismos entramos a la esclavitud. Pero más allá de la realidad y del sufrimiento que implica, de pronto, tener un empleo y todo lo que conlleva de sacrificar la vida propia, ¿también hay alguna suerte de juego?
BR: Claro, sí, yo estoy de acuerdo en que es un juego. Finalmente también es una burla contra uno mismo. Pensemos que en México se valoran muchas cosas. Institucionalmente hablando, la familia es muy importante. No tener una familia ya te hace sujeto a crítica social, pero además no tener un empleo te hace sujeto a crítica social. Una persona que no es productiva, a la edad que sea, a los 20, a los 50, bueno, ya después se vuelve más difícil, ¿no? A menos que seas heredero, ¿me entiendes? Cuando uno se dedica a cosas vinculadas al arte o a la producción, vinculada a, digamos, cuestiones artísticas, cine, fotografía, pintura, danza, es muy complicado buscar cómo ser el propio patrocinador de nuestro trabajo. Entonces el juego va por ahí. O sea, ¿cómo hacemos para tener un empleo de tiempo completo y además tener cabeza para llegar ahí? Yo tenía un amigo, cuando escribí este libro, yo tenía un trabajo de oficina, por supuesto, porque si no, ¿de qué voy a hablar, no? Y yo llegaba a mi casa a las 9 de la noche y yo tenía el cerebro frito. Lo único que yo quería era comer algo sustancioso, o sea, sustancioso quiero decir calórico, y ver una cosa boba en la tele. Y yo tenía un amigo, un compañero de trabajo que es escritor, y él llegaba a su casa solo para decir cómo funciona este espíritu emancipador de las artes. Él llegaba a su casa y se quedaba a escribir, porque además él casi era asceta, o sea, él no comía, ¿no? Llegaba y se quedaba a escribir.
JS: Perdón que te interrumpa, era A-S-C-S-E-T-A, no era pensar que zeta, Z-E-T-A, que esa es otra cosa.
BR: Era un asceta, una asceta, un casi monja. Y llegaba y se ponía a escribir hasta la 1 de la mañana. Y luego él se levantaba temprano, o sea, es decir, tenía que preocuparse por hacerse, no sé, huevos a la mexicana o huevos con jamón o lo que sea, y luego irse a la oficina. Pero a lo que voy es que son diferentes modos de vivir. Y entonces yo siempre pensé, híjole, a mí siempre me faltó la fe en mí misma para llegar y trabajar en mis poemas hasta la 1 de la mañana. Entonces sí, pues, por supuesto que es un poco de burla, burla y de juego, pero también es un manifiesto, ¿no? ¿Qué tanto tiene que costarnos dedicarnos a lo que en realidad queremos hacer?
JS: Sí, de acuerdo. Me encanta la expresión de tener el cerebro frito, porque he estado ahí, dirían en Estados Unidos, “been there, done that,” he estado ahí, clarísimo, y me ha pasado mil veces llegar con el cerebro frito. Me interesa mucho este costado porque no es habitual, o sea, se habla, por supuesto, desde la política, desde la sociología, desde la psicología, pues esto, ¿no? Del síndrome de cansancio, del burnout, de estar agotados, de no poder más. En Japón hay suicidios porque la gente trabaja sin parar, en México también, en fin. Pero poco se habla de este fenómeno del cansancio excesivo, de la explotación, quizá ya rayana en lo que decían la esclavitud, dentro del medio intelectual, dentro del medio cultural. Nadie cuestionaría que alguien que trabaja en una fábrica, pues no vive una suerte de esclavitud, pero no necesariamente se piensa dentro del medio de la cultura, porque ellos lo hacen por amor al arte, ellas disfrutan, este, no sé, escribir, editar, entonces bueno, no importa, pues no les tenemos que pagar tanto, o les decimos que es para que tenga promoción su obra. Y tú y yo hemos estado ahí, igual que seguramente el 90% de las autoras que han aparecido por, Hablemos, escritoras. Pero bueno, me quiero llevar a otro lugar. En tu libro veo muy presente la oralidad, el tono muy coloquial, muy cercano, nada elevado, no hay palabras que haya que buscar en el diccionario, ni mucho menos. Y voy a leer algunos versos. “Sé fuerte, enfrenta todo, el desempleo, por ejemplo. Algo saldrá, te dicen los melosos esos.” El poema se refiere a alguien que se acaba de retirar de su trabajo. “Algo saldrá, te dicen los melosos esos. Mira, por lo que yo sé, estarás de nuevo allí. Silla, computadora, separador de tabla roca, cajón para los chocolates.” Ese fue un poema. Otro poema dice, insisto en el tono coloquial, “Diste lo que tenías que dar, lo intentaste, vaya que sí, el aullido a tu alrededor era no te rindas nunca.” Quiero preguntarte, ¿pesa la tradición oral en tu obra? O sea, pienso desde la poesía popular por sí misma, que leas poesía popular o no, o quizá poesía popular, por ejemplo, rescatada, recuperada, revalorada, son canciones. ¿Eres consciente tú de esta influencia, digamos, de la poesía popular y de que muchos no consideran poesía, por ejemplo, en las canciones?
BR: Pues no soy tan consciente, pero sí me gusta mucho imaginar que en este caso intento hacer estos poemas. Yo no quiero estar sola, ¿no? Entonces mis poemas son esta manera de tomar la mano de alguien y decir no estoy sola y entonces le hablo, le hablo a alguien, ¿no? Y le digo, “imagínate que estás ahí.: Mira, si quien lea este libro, hay una figura que me llamó la atención después que lo releí 20,000 veces, que tiene que ver con la cuestión de las naves espaciales. Yo no sabía.
JS: Sí, lo noté, varias veces hablas de las naves espaciales.
BR: La cocina integral de tu casa, de sueño, es una cosa gris, todo es aséptico, y entonces yo siento ya, llegaron por nosotros y terminó el mundo. Por un lado es un alivio, ya nadie tiene que trabajar, nadie se tiene que levantar temprano. Pero bueno, este libro yo lo hice, y quiero contar un poco eso, pensando también en que a veces uno tiene la vida asegurada o piensa que tiene la vida asegurada. Entonces, ¿qué pasa si tú piensas que en dos semanas no sabes qué va a ser de tu vida? Entonces, va un poco por ahí, porque yo creo que el desempleo es el fin del mundo, como si vinieran los aliens, ¿no? Y es esta oralidad que yo quería conservar. Porque en la oralidad, en la conversación, en la charla, en el regaño, en la diatriba, tú tienes la manera de exaltarte y decir, ¿cómo? ¿No te das cuenta de lo que está pasando? Mira, el mundo se acabó como lo conocías. Te faltan 25 años para jubilarte haciendo exactamente lo mismo, ¿no? O sea, piensa, por ejemplo, en el trabajo mecánico de Kafka. Kafka lo salvó, que la idea de literatura que él tenía era lo que lo llevaba a imaginar un mundo mejor, ¿no? Y podía vivir. Pero imagínate poner esos sellos como un funcionario de gobierno, así día con día, las horas que te toca trabajar. Y el trabajo repetitivo tiene efectos, yo creo, en la cabeza, ¿no? O sea, cualquiera. No sé, luego, yo un día estuve, un día exaltada, que estaba cansada, un día estuve a dos segundos de gritarle a una cajera en el súper. Y de repente, como que llevaba mucho tiempo yo esperando que me cobraran, y algo pasó y no me podía cobrar. Yo estuve a dos segundos, te lo juro que estuve a dos segundos de ponerme mal, yo. De repente, me cayó el 20 que la mujer llevaba nueve horas parada ahí. Yo dije, no, ¿cómo le voy a gritar a esta persona que lleva nueve horas aquí? A lo mejor va, tiene que contar las veces que va al baño, y yo no voy a perder la paciencia. O sea, yo no voy a perder, ¿entiendes? O sea, porque si alguien va a perder, yo puedo gritar lo que tú quieras, pero la que va a perder más es ella, porque le van a llamar la atención, porque a lo mejor es un error del sistema, porque no me puede aceptar la tarjeta. Entonces, son esas cosas que a veces nos enfrentamos día con día, en lo cotidiano, en lo repetitivo, en lo burocrático, en la mujer del metro que te vende el boleto, y tú dices, yo no sé cómo fue, cómo es su vida, yo no sé con qué cara vino esta mujer ahora aquí, y tú a lo mejor vas al cine, ¿me entiendes? Tú a lo mejor vas a ver un amigo que no ves hace mucho tiempo, tú estás con este ánimo feroz, alegre. El cansancio burocrático me parece que es particularmente tremendo. O el cansancio de la ciudad es tremendo, y yo también pienso en otros cansancios, que no quiero decir que sea mejor el cansancio de la ciudad, o el cansancio del Godín, sino que también el cansancio de la gente que hace otros empleos. No sé, la gente del hospital, la gente en un hospital pequeño en provincia. O sea, lo que implica el estrés cotidiano. Entonces, yo lo único que pienso con este libro es imaginar que estamos viviendo realidades extremas, aunque esas cosas extremas no sean tan comprendidas por todos.
JS: Es interesantísimo lo que mencionas, porque veo una suerte de como de paradoja. O sea, piensas en esta cajera, en esta señorita del metro que te da el boleto, en fin, y probablemente estas personas son las que aspiran a tener un empleo, vacaciones pagadas, prestaciones, café, clips, porque no los tienen, porque están en una situación mucho más precaria que alguien que trabaja en una oficina, aunque sea en un nivel, digamos, bajo. Pero al mismo tiempo estás solidarizándote, digamos, tú como poeta, o sea, como pensando, bueno, pues es que caray, o sea, la realidad que vive esta señorita o esta señora, pues es mucho más compleja de la que yo puedo siquiera imaginar, y sin embargo en el libro estás diciendo, oye, es que date cuenta que eso no es, eso no es. Entonces, me parece muy interesante, insisto, esta suerte de paradoja entre lo que Brenda Ríos vive y siente en la vida cotidiana y lo que la voz poética está traduciendo hacia, eso no es, eso que tú piensas que serías muy feliz teniéndolo, no, tampoco serías muy feliz con eso. Entonces, se vuelve quizá todavía más doloroso pensar en estos temas. ¿Cómo lo ves? Así, brevemente.
BR: No, tienes razón, mira, yo, a ver, una cosa es la voz poética que estoy, es una voz rebelde de renunciar a todo, ¿no? O sea, es una medio japonesa, vamos a llamarlo, es un harakiri. O sea, yo podría haberme quedado en un trabajo 25 años haciendo lo mismo y después pude haberme dedicado a escribir cuando ya hubiera cumplido mi condena laboral, vamos a decirlo así. Y luego, cuando yo renuncié, y eso lo cuento, hay un poema donde cuento mi renuncia. Yo nunca pensé, te lo juro y lo reflexiono mucho después, que me iban a aceptar la renuncia. Yo no sé por qué pensé que me iban a negociar, ¿no? O sea, que me dijeran, “no, mira, espérate, vamos a hablar. Y mira, espérate cuatro meses, las cosas se van a arreglar,” no sé qué. Pero yo estaba viviendo un momento particular y yo dije, no, no, no. Pero además me encanta porque yo tomé un valor, que es un valor irracional, porque no hay otra manera de decirlo, para renunciar a un trabajo que era el mejor trabajo que tuve en la vida. Los poemas juegan con eso. Un día tú tienes el destino o el empleo que miles de personas en tu país quisieran. O sea, es decir, tienes dos semanas de vacaciones al año o un mes de vacaciones al año, te pagan, tienes un bono, tienes un vale de despensa. Y entonces tú dices, “Híjole, tengo la vida ideal, ¿por qué no estoy contenta? ¿Qué me falta?” Entonces, pero además piensa, piensa no solo que es el trabajo. O sea, piensa, yo lo pienso más allá. Piensa, a ver, te casaste, tuviste hijos y tampoco estás contento, ¿no? Te prometieron que eso te daba felicidad. Y entonces tú dices, “Híjole, ¿por qué estamos todo el tiempo en un estado permanente de insatisfacción?”
JL: Este creo que es el quid del asunto, que los seres humanos estamos siempre insatisfechos, lo cual no es muy bonito, pero es real. Así nos sucede. Y me gusta mucho tu abordaje poético, porque nos llevas a reflexionar sobre eso. Aunque yo tenga un trabajo y vacaciones y no sé qué, no sé qué, y también diga, híjole, creo que hay algo más que exprimirle a la vida. Pero si no lo tengo, de todas formas lo voy a estar esperando. Siempre va a haber como una zanahoria delante de mí. Y eso creo que es irrenunciable a la condición humana. Insisto, no es que sea la mejor de las historias, pero lo cierto es que sucede. O sea, ahí está. Y aquí llevo a otro tema. Tú dialogas con otras autoras. Encuentro en tu obra coincidencias que tienen que ver con varios temas. Uno de ellos es justamente una suerte de mirada desolada, de mirada triste, de mirada sin mucha alegría intrínseca en ella. Pero también cuestionas, por ejemplo, la figura paterna. Voy a leer unos versos, no de este último libro, el más reciente tuyo, que es Aspiraciones de la clase media, sino del previo, La Luz Artificial de las Cosas. Dice la voz poética, “Llené la casa de cosas que nunca habría aprobado padre, tan austero, cerrado en gesto mitad sombrío, mitad rictus de niño que no aprendió a sonreír.” Y me recordó, y fui a buscar estos versos de Piedad Bonet, dice Piedad Bonet, “Aquí golpeaba airadamente el padre sobre la mesa, causando un temblor de cristales, una zozobra en la sopa, volcaba el jarro de su autoridad aprendida, de sus miedos, de su ternura incapaz de balbucear.” Esta cita la tomo del libro Lo Terrible es el Borde. Entonces aquí estás cuestionando la figura paterna, pero también cuestionas la figura materna. Dices también en La Luz Artificial de las Cosas, “Mi madre era espiga tierna y obedeció, no supo nunca qué era ella, qué podía hacer, dijo sí, sí a todo.” Y María Negroni, en El corazón del daño, esta suerte de novela, ensayo, poema en prosa, la voz poética dice “¿Por qué supe tan tarde que obedecer no es una virtud?” Entonces coincidencias, encuentro varias contemporáneas, ambas, tanto Piedad como María Negroni son autoras vivas que están produciendo. Quizás la pregunta más obvia sería ¿en qué coincides? Eso ya un poco lo respondimos. Más bien te pregunto ¿en qué te sientes diferente a las autoras que están escribiendo hoy? Tanto Piedad como María son mayores que tú, pero en general ¿dónde sientes tú que tienes una diferencia con tus coetáneas?
BR: Bueno, a mí me encanta Piedad Bonnett, me encanta como narradora y como poeta, y fíjate que dice un punto que me parece fundamental, porque a veces las ensayistas son poetas, o sea que en este caso de María Negroni, y a veces las narradoras son poetas, pero nunca son narradoras, ni ensayistas, ni poetas. Siempre me llama la atención esta experimentación de géneros.
JS: Y ambas, perdón que te interrumpa, ambas experimentan con los géneros, tanto Piedad como María Negroni.
BR: Sí, sí, o sea, mira, yo cité un, fíjate, cuando yo terminé Hombres de Verdad, que es un texto de ensayo
JS: Es un espléndido libro de ensayos, y Mujeres raras, no, Raras nada más, no Mujeres raras, solamente Raras.
BR: Fíjate, yo iba a terminar el libro, alguien al último minuto me habló de un poema de Piedad Bonnett que yo no conocía, y lo metí. Pero sí lo metí, casi casi de ¡No manda el libro a imprenta!”
JS: En pruebas finas.
BR: En pruebas finas, mandé este poema porque me parecía fundamental para cerrarlo, porque tenía que ver con el padre. Piedad Bonnett está hablando del padre, ahorita que dijiste el otro poema del padre. Y entonces yo sí divido a la gente que escribe sobre el padre y la gente que escribe sobre la madre. Así, mommy issues, daddy issues. Bueno, y María Negroni, amo ese libro. Fíjate que la primera parte del Corazón del Daño, ahorita te respondo tu pregunta, no me estoy yendo por la tangente. La primera parte del Corazón del Daño me parece que se va por las ramas, y pasas la primera mitad y tú dices, ah, caray, ¿qué es esto? Y la mujer entra de lleno y se mete a la alberca, y yo le agradezco mucho que se haya metido a la alberca, porque entra a la trama dolorosa, no, para mí. Ahora, ¿en qué soy distinta? Pues yo creo que tenemos ahí una manera de hablar de cuestiones familiares, porque una pues es argentina, la otra es colombiana, y yo estoy en México. Y son contextos distintos, no es lo mismo, y no quiero hacer hincapié en esta cuestión, que es de la que luego abusamos un poco de la cuestión del color de piel, contextos sociales, escuela privada, etcétera, ¿no? Pero sí me gustaría más bien pensar que estos temas son arquetipos. Estos temas, papá, mamá, nos sirven como un marco para repensar lo que consideramos una literatura fundacional. Entonces, ¿qué vamos a hacer con el papá y la mamá? Vamos a tomar en cuenta lo que nos funciona para hacer una literatura que responda a estas expectativas, o sea, mi padre es un tema, por supuesto que es un tema, pero abuso un poco el tema, ¿me entiendes? Y mi madre es un tema. Mira, estos últimos versos que citaste son parte de un poema que a mí me pidieron para una campaña que iba a ver en Brasil sobre violencia de género. Son versos, o sea, es un poema, digamos, basado en algo real, pero hay muchas cosas que yo inventé para que el poema funcionara. Y entonces, es una cosa muy rara, porque nunca me piden poemas por encargo, y me lo pidieron, y curiosamente me acaban de pedir la autorización para una edición que se va a hacer en Tlaxcala para una antología sobre cultura de género. Entonces, me llama la atención de que es una cuestión que sigue ahí escalando. Obviamente, mi mamá no vivió eso, pero yo tomo lo que sí vivió ella para hacerlo un poco más grande, ¿no? Para hacer crecer el diámetro de la sensación poética, vamos a llamarle así.
JS: Sí, ok. Pero así, en tres palabras, ¿en qué te sientes diferente?
BR: Bueno, en que solo, mira, uno puede solo contar la historia de lo poco que le toca ver, y en ese sentido soy diferente, ¿no? O sea, es decir, yo no voy a contar cómo sería vivir desde una perspectiva, no sé, yo no vivo en Las Lomas, yo no vivo en Polanco, vivo en cierta zona de la Ciudad de México, tengo un contexto muy particular, y a partir de ahí escribo, y a partir de ahí pienso, ¿no? Aunque yo quisiera escribir distinto, aunque yo quisiera pensar distinto, pues contexto, raza, clase, género, como diría Gable Hooks, marca, ¿no? Marca tu perspectiva.
JS: Sí, de acuerdo. Mencionas la violencia de género, y parece que esto está ensayado, y juro que no, mencionas la violencia de género, y es una de mis preguntas. En el libro La Luz Artificial de las Cosas tienes un poema que es una apuñalada al corazón sobre la cena de Navidad, donde, por supuesto, tiras por tierra y despedazas todo lo que se supone que debe ser la cena de Navidad. En algún punto, leo unos versos, a una niña de 12 años, y aquí empieza la cita, “Le llega el periodo. Le dicen que puede ser madre. Nadie debería ser madre a los 12. Los padres celebran, y quizá la vendan, al primer hombre que pase. Es común sin dramas.” Es tremendo, es un golpe muy fuerte contra la convención de lo que pasa en las cenas de Navidad. Pero por supuesto que es real. Y en otros poemas del libro, y de Aspiraciones de la clase media, aparece también el tema de la violencia de género. En uno de los poemas dices, la voz femenina se está refiriendo a un interlocutor masculino, y se refiere a, “tu modo de mirarme las piernas con ganas de que nadie más me mire.” Me parece un dístico estupendo, porque uno, inmediatamente como lectora, se queda pensando cómo es, o sea, si lo veo, pero cómo lo puedo describir. Claro que me ha tocado que me miren las piernas como con ganas de que nadie más me mire, pero es tan sugerente y al mismo tiempo tan evanescente que no se puede aterrizar. Pero bueno, ahí hay violencia de género. Y en otro poema, “mandas 12 mensajes al día que dicen dónde estás amor, te echo de menos.” Este clásico control de, es que te estoy cuidando, es que estoy preocupado por ti, es que te extraño. Entonces, 12 veces al día te está preguntando dónde estás y por qué y con quién. No creo que solamente sea política la poesía tuya, los poemas tuyos que se refieren, por ejemplo en este caso de manera muy concreta, a la violencia de género o a criticar la visión capitalista donde entregas tu libertad y tu vida y tu piel a cambio de un salario que ni siquiera te alcanza para vivir bien. Me parece que no sólo los versos en los que aludes a temas sociales son políticos, creo que toda la poesía es política. ¿Tú qué visión tienes al respecto? Sobre tu poesía y sobre, en general, la poesía.
BR: Escribir tiene que ver con ser consciente de tu tiempo, con la conciencia del tiempo, porque no sabemos qué va a pasar en el futuro. Por lo tanto, aunque uno tenga miedo de que la poesía signifique política, lo que decimos, lo que escribimos es política. Tenemos un cuerpo para echarlo a andar, tenemos un cuerpo para amar, tenemos un cuerpo para la ternura, y es muy complicado salvarlo. O sea, queremos salvar a esas personas que fuimos a los 12, 13 años. Cuando yo digo de estos poemas tremendos de las niñas de 12 años que en Guerrero son vendidas en la zona de la montaña, en Oaxaca, y va un poco por ahí. Entonces no es solo que la poesía sea autobiográfica y política, sino que está situada en este tiempo, en un tiempo que tú considerarías que hemos perdido modos feudales de relacionarnos y de tomar en cuenta que los hombres son los dueños de las vidas de las demás personas. En algunas comunidades indígenas, en algunas comunidades rurales. Y aún en este siglo XXI, estamos viendo repetidas estas formas de comunidad que son difíciles. Estamos viendo estas niñas vendidas de 12 años, estamos viendo el abuso, estamos viendo todo esto. Entonces, cuando yo hablo de este poema que tú dices, Razones de Rambo, pues Razones de Rambo fue una broma que surgió porque iba yo a leer en una preparatoria con chicos de prepa, o con chicos de prepa, y yo jugué un poco con la letra de un reggaetón, ¿no? O sea, esta cosa, porque el reggaetón juega con la palabra baby, baby, baby. Fueron así una serie de barbaridades en medio del baby, baby, baby, ¿no? Entonces yo jugaba un poco, por eso es tan repetitivo el poema, y entonces me mirabas a los ojos, baby, y me decías no sé qué, baby. Y entonces incluso hasta, porque hablo de tener relaciones sexuales sin preservativo, porque el final para mí es terrible, porque la persona dice, de la posesión amorosa llega la violencia. O sea, obviamente estiro la liga hasta lo que da, ¿no? Es cuando ella dice, y entonces supe que le diste de mí, a tus amigos, un brazo, una pierna. Tú estás hablando de una persona que está siendo un poco despedazada, ¿no? Y claro, si piensas en estos escándalos que ahora son nuevos de las redes, donde un señor usó a su esposa y la tenía dormida para tenerla ahí dormida para que los demás abusaran de ella, o cuando los hombres comparten en ciertas redes imágenes autorizadas por las mujeres y su cuerpo, va un poco por ahí, ¿no? Como en qué momento uno es dueño de sí misma, y en qué momento también con el afecto y con las relaciones amorosas uno pierde toda capacidad de tener, pues, un sentido racional y político, ¿no?
JS: Claro. Estamos agarrando la recta final. Las autoras del siglo XXI, en particular del siglo XXI, no quiero decir que no haya ocurrido antes, pero sí de manera exponencial, están desmantelando columnas sociales. Y por eso son vistas con mucho miedo, con mucho resquemor, por muchos hombres y también por muchas mujeres. Y me refiero, por ejemplo, a desmantelar la pareja, la maternidad, la familia, la religión, el patriarcado, no entendido así, pero sí. Donde el hombre lleva la primacía y la mujer acompaña, esta idea de que detrás de todo hombre hay una gran mujer. Lo que ya hablamos del éxito laboral y el dinero, hasta la misma Navidad. ¿Algún pilar de la modernidad que parece sólido? Te pediría que estas respuestas ya fueran un poco más breves, porque todavía tengo un par de preguntas más. ¿Algún pilar de la modernidad a ti te parece que ese sí se debería mantener?
BR: Bueno, esa es una pregunta difícil, porque yo entonces tendría que abogar por lo más capitalista que existe, que es el trabajo propio para las mujeres, ¿no? Si una mujer no puede ganar su propio dinero y ser independiente, pues va a tener que depender. O sea, ya a mí me horroriza pensar en esta nueva tendencia que hay de las mujeres que se llaman Trad Wives, ¿no? Y regresan a un rol tradicional. Y yo decía, ¿qué hicimos con 60 años de feminismo y con salir a las calles a luchar por derechos para que estás…? A ver, estas chicas tienen todo el derecho a estar en su casa y cocinando desde cero, este, panquecitos. El problema es cuando damos por hecho que solo es esa manera de vivir. Ese es el gran tema, ¿no? O sea, yo me obsesioné porque me salió una nota del periódico de una chica que entrevista a esta mujer que se volvió viral, que es de Ballerina Farm y que es una Trad Wife. Y entonces tiene ocho hijos. Una chica que dejó Julliard por casarse con, además son mormones, ¿no? Y están en un rancho. Y entonces yo decía, yo estaba así como pensando, bueno, entonces, ¿dónde estamos? O sea, ¿qué hicimos? Es una máquina del tiempo y está bien, o sea, en el sentido un poco de Vonnegut, ¿no? Que Vonnegut también es un poco científico en ese sentido del tiempo no es lineal, pero entonces estamos en 1910 de nuevo, en 1890. Y entonces las mujeres solo vamos a aspirar a tener un mandil y tener ocho hijos y hacer comidas desde cero, el pan desde cero. Está muy complicado, está muy complicado lo que viene para las nuevas generaciones porque las expectativas, lo que las mujeres hemos ganado en 50 años, siento que dimos tres pasos atrás. Entonces, ¿qué va a pasar con las chicas de 20? ¿Qué va a pasar? Que sus familias les van a decir, ¿para qué estudias? ¿Para qué vas a la universidad? ¿Qué quieres hacer? ¿Por qué quieres trabajar? ¿Por qué quieres hacer tu propio dinero? Entonces, estamos repitiendo unos patrones complicados, ¿no?
JS: Y tú, que eres la amazona que lucha contra el capitalismo, de pronto me dices que el trabajo propio es el pilar en el que crees, y cuál es, interesante.
BR: Eso es terrible, ¿no? Es un poco lo que decía Camille Paglia. Camille Paglia se llama como la antifeminista porque es una defensora del dinero, o sea, entonces...
JS: Y está Virginia Woolf con el cuarto propio, pero también está la crítica, ¿qué tienes que hacer hoy en día para tener un cuarto propio? Pues matarte trabajando y no disfrutar el cuarto propio. En fin, es un uróboros, una serpiente que se come la cola y se come a sí misma, ¿no? Bueno, pasamos a preguntas finales. Tú fundaste la editorial de libros electrónicos CuadroNegroEdiciones.com. ¿Cómo ves el impacto que tienen las plataformas digitales en la promoción de la literatura, en específico de la policía, y también la creación de nuevas voces?
BR: No, yo creo que son fundamentales porque ahora, como las editoriales grandes se están comiendo las chiquitas, o sea, como un juego de Pac-Man, pues siempre tienen que haber editoriales independientes, que se la van a pasar mal, por supuesto, porque están luchando contra cosas, ¿no? Contra Goliat. Pero imaginemos que tenemos que hacerlo, tenemos que buscar nuevas plataformas, tenemos que buscar nuevos formatos. No podemos esperar a, a publicar todos en el mismo lugar, ¿no? Entonces, por eso apuesto por todo lo alterno, ¿no?
JS: Sí, sin duda tenemos que buscar nuevas salidas y creo que, efectivamente, los libros electrónicos son una posibilidad. Aunque mucho menos glamorosa de lo que nos habían vendido, ¿no? Hace 10, 15 años, “no, no, es que el libro electrónico va a desplazar al libro impreso.” Pues no, el libro impreso sigue vendiendo tres cuartos partes del total de libros cada año, ¿no? Tú has traducido autores como Adélia Prado, autoras como Adélia Prado y Anne Sexton. ¿De qué manera tu labor creativa, tu propio trabajo a solas, como poeta, como ensayista, se ve influido por la labor de la traductora?
BR: Bueno, cuando yo traduzco, voy a decir una cosa horrible, yo cuando traduzco no puedo trabajar mucho en mí, o sea, en lo que yo quiero hacer, ¿no? Como autora. Llevo dos años traduciendo, que traduje a Lidia Jorge, a Conceição Evaristo, o sea, una cantidad de escritores, Ricardo Adolfo, que es un escritor portugués de mi edad. Entonces, cuando yo pienso en traducir, traduzco. O sea, es decir, estoy pensando en el trabajo de alguien más, o sea, en que ese trabajo quede visible para los de mi lengua, ¿no? Pero no puedo pensar, fíjate que no puedo tener dos espacios en la cabeza, es como tener el mismo cuarto mueblado de manera distinta, y no puedo. Entonces tengo que hacer espacio libre, ¿no? O sea, tener como un espacio libre en la cocina, ir a la azotehuela, y entonces ahí empiezan a surgir las cosas de mi propio trabajo.
JS: Oye, y finalmente, ¿qué viene, qué sigue para Brenda Ríos? ¿Qué estás pensando, qué estás tramando, o qué estás escribiendo ya?
BR: Pues empecé, bueno, no empecé. Tengo un texto ahí raro que quiero terminar este año, que tiene que ver con las relaciones filiales, que es una, para mí todo mi trabajo es una continuación, porque uno es un ser repetitivo, ¿no? Como laboral. Entonces, estoy trabajando relaciones filiales en la filosofía, literatura, madres e hijas, padres e hijos, y hermanos y hermanas. Entonces, pues yo, eso me va a tener ocupada este año, estoy muy contenta de lo que pueda surgir, porque el vínculo de filosofía y literatura siempre me ha apasionado, y pues vamos un poco por ahí, ya sabes.
JS: ¿Es ensayo, es poesía?
BR: Es ensayo raro. Ensayo elástico, vamos a llamarle así. Ensayo pants, que tengan estos, ya sabes, cuando la gente quiere comer cómodamente y se pone unos pantalones con elástico, ese va a ser mi tipo de ensayo.
JS: Ya adopté el término ensayo pants, o poesía pants, o...
BR: Poesía pants, pues sí, el ensayo pants es maravilloso, ¿no?
JS: Buenísimo. Oye, pues llegamos al final. Muchas gracias por esta charla, por esta práctica iluminadora, pero divertida, como siempre contigo. Eso disfruta mucho de ti, que no hay que tomar un tono engolado cuando hablamos contigo, cuando te leo, todo es cercano, todo es familiar, he estado ahí, entiendo perfecto a lo que te refieres, y sin embargo me haces ver cosas y sentir cosas que no me había dado cuenta que tenía por ahí guardadas. Así que muchas gracias, Brenda Ríos, por este episodio de Hablemos, escritoras, en particular de poesía.
BR: No, pues gracias, Julia, y bienvenida a este espacio que inauguras con estas charlas, y muchísimas gracias a Adriana Pacheco y a todas las personas que hacen posible este maravilloso, increíble lugar para charlar.
JS: Gracias a ti.
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JS: Bueno, y así llegamos al final de este episodio de Hablemos, escritoras con Brenda Ríos. Les recuerdo que tenemos audiolibros, una tienda, por supuesto un repositorio impresionante de verdad, de autoras en todos los géneros, de todas las nacionalidades de Hispanoamérica y más allá, porque donde se habla español no necesariamente es Hispanoamérica, pero sí en español. Y pueden ustedes acceder a través de las distintas redes sociales a Hablemos, escritoras, y créanme, se la van a pasar muy bien, van a aprender, van a disfrutar, y sobre todo se van a encontrar con ustedes mismas en voces que no sabían. Yo soy Julia Santibáñez, y bueno, muchísimas gracias por habernos acompañado en esta conversación, pues que ojalá les haya resultado amena, divertida y, por qué no, también instigadora de nuevas lecturas, en este caso de Brenda Ríos. Y por aquí nos encontramos pronto.