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Leamos: "Toda tierra es orilla" Madre de Dios de Andrea Ortiz de Zevallos.

Episodio 633 Leamos un libro

07/10/2025 · Valeria Rey de Castro

Mi romance inicial fue con la selva. Con el río, realmente."

La novela Madre de Dios (Tusquets, 2024) de Andrea Ortiz de Zevallos (Lima, 1978) expone los crímenes que se cometen en nombre de la minería ilegal en la Amazonía peruana. Para ello, nos ponemos en contacto con la historia de Marcela, la protagonista del relato. Ella enfrenta el duelo de su marido Esteban, quien fue asesinado mientras realizaba un documental sobre minería ilegal en el departamento de Madre de Dios. De esta manera, Marcela inicia una investigación para descubrir a los responsables de la muerte de su esposo, proceso en el que se revelan las redes de corrupción, explotación y muerte de dicho delito ambiental. 

Madre de Dios dialoga con los motivos de la novela negra. Marcela, la narradora, es una suerte de detective -o como ella se llama a sí misma una espía- que ilumina los efectos que el duelo tiene sobre su investigación: se confunde, olvida y se debate entre sus compromisos laborales y afectivos como documentalista y viuda: “lo único que verdaderamente le debía a Esteban, ahora, era terminar la película: que él había muerto por contar una historia que yo no podía dejar a medias”.  El viaje que emprende al río donde murió su marido la acerca a una red de corrupción de altos mandos nacionales. Ahí, descubre un panorama complejo y peligroso: estos criminales han establecido relaciones con las poblaciones indígenas amazónicas, mientras que organizaciones religiosas y diversos investigadores arriesgan su vida en la búsqueda de los responsables de los crímenes que genera la minería ilegal. 

De esta manera, Madre de Dios es también una novela de denuncia. La narradora demuestra su conocimiento en torno a los conflictos ambientales, como la minería y el tráfico ilegal de madera, crímenes que abundan en la Amazonía. Como documentalista demuestra conocer el espacio y tener una conexión casi espiritual con el río: “el río neutraliza la mente, porque acentúa los sentidos, como una droga lúcida y silenciosa”. En su recorrido, ella describe con minuciosidad las consecuencias de esta actividad extractiva. En ese sentido, la minería ilegal no solo se expresa en la degradación ambiental, sino también en la erosión de las relaciones humanas, crisis que se articulan a través del rol central que el estado juega en este negocio ilegal. Si bien la narradora enfatiza la poca importancia que los medios limeños brindan a esta situación, la novela ilumina cómo estas problemáticas sobrepasan explicaciones sencillas y, aunque necesitan respuestas urgentes, la corrupción generalizada imposibilita algún tipo de solución. 

Asimismo, el relato se plantea como un acercamiento al trabajo de Marcela como documentalista, sus reflexiones en torno a esta labor y la situación de amenaza permanente de dicha profesión. La narradora es consciente de que, en las relaciones que se establecen con los sujetos de la Amazonía, ella representa la otredad. Sin embargo, su otredad, en vez de distanciarla de la situación que retrata, origina nuevas formas de aproximarse a ella. La protagonista menciona que, en compañía de su marido: “nosotros sentimos que era indispensable aprender de ellos. A mirar, por ejemplo. A solo mirar”. En este ejercicio, su mirada se convierte en una invitación a construir relaciones más horizontales con comunidades de la Amazonía afectadas por la minería ilegal. Al mismo tiempo, en ocasiones, ella no reconoce la situación de alto riesgo en la que la posiciona su trabajo, hasta que descubre que las organizaciones criminales están constantemente acechándola. 

Un acierto de la novela es el espacio especial que la autora otorga a la presencia femenina. Esto se expresa a través de personajes femeninos con diversas motivaciones y creencias que generan conflictos internos en la narradora. Estos personajes representan conocimientos vinculados con el medio ambiente desde una perspectiva católica e indígena, enfoques que se oponen a la mirada capitalina de la narradora y al devastador capitalismo representado por la minería ilegal. A la vez, la protagonista concibe a la Amazonía como un espacio femenino violentado: “Madre de Dios es todo menos la región de una virgen. La Madre de Dios peruana copuló, gimió e hizo brotar de su vientre esa deidad preciosa que es el boque potente, disímil y pródigo... aunque haya idiotas que no sepan lo que es una mujer y te sigan castigando como ellos piensan que se debe castigar a todo aliento femenino que disfruta y engendra”. Así, la Amazonía es pura personificación de lo femenino y la situación de explotación a la que esta está sometida.

En resumen, la autora de Madre de Dios utiliza los recursos de la novela negra para desenmascarar el corrupto sistema que sostiene la minería ilegal en la Amazonía. El relato funciona como un thriller, ya que el suspenso se construye a partir de los ambientes violentos e inseguros en los que se mueve la protagonista, además de contar con diversos giros inesperados que aumentan la tensión de la trama. De esta forma, si bien nos aproximamos al relato desde una reflexión sobre el duelo personal de la protagonista, esta se extiende a una denuncia de la pérdida que actualmente enfrentamos de los bosques amazónicos a manos de un capitalismo despiadado.