Nosotros, los lectores, caminamos de la mano de esa mujer pájaro en su continua diáspora a través de las páginas de este poemario. Nos encaramamos a sus lomos suaves y sentimos el aire en la cara, encogidos por las sombras y los hechizos, sin querer alterar la hojarasca ni molestar a los seres que pueblan los versos. Contemplamos su mundo misterioso, que es prerrafaelita y que es el eco del cuervo de Poe y que contiene también una acentuada destreza en cuanto a la plasticidad de los versos.