El tercer libro de Alejandra del Río (Santiago, 1972), no es nuevo para los lectores más atentos de poesía chilena. Algunos de sus poemas venían circulando en distintas revistas (como Plagio, entre otras) desde alrededor del año dos mil, por lo menos. Pero hay un hiato entre el Escrito en braille (1999) y este libro recién salido del horno, o casi. Diez años entre una y otra publicación podrían tener su explicación (aunque remarco el tono condicional de la frase) en la biografía de la autora. Radicada desde hace dos lustros en Alemania, Del Río parece haber hibernado saludablemente en el barbecho de la espera. Y el libro da cuenta de este período y sus frutos.