En Hasta que pase un huracán, una adolescente de clase media es la protagonista de una vida muchas veces tediosa, en una ciudad cerca del mar, de la que sueña huir. En Lo que no aprendí, una niña observa atentamente la figura que representa su padre: un abogado que ejerce prácticas paranormales. Su voz inocente y su mirada lúcida son una búsqueda para sanar su propia historia. Finalmente está Educación sexual, un texto que se mueve entre ficción autobiográfica y el ensayo, ambientado en un colegio del Opus Dei del Caribe. Con este último quedan al descubierto las conexiones entre los tres títulos: una colección de estampas de juventud de mujeres que se rebelan con ironía, inteligencia y arrojo frente a la tradición y los abusos, y que intentan reinventarse constantemente en otros mundos. Margarita García Robayo mira el mundo con despiadada atención, pero también con suma naturalidad: nunca está completamente afuera de lo que observa o de lo que nombra, y el ejercicio de mirarse en el espejo no la paraliza, más bien al contrario. Es imposible describir la cruda y cálida irreverencia de su escritura. Sus personajes se parecen entre sí pero tal vez ellos no estarían de acuerdo, porque no quieren parecerse a nadie y a la vez desean fervientemente —en ocasiones a cualquier precio— participar del mundo.