A sus 16, Matías Kovac está “jodido”. Kovac —como le dice su única amiga, Marcela— no se siente un adolescente normal. Tiene un secreto que se guarda a voces en su familia. Vive en el Conurbano bonaerense con su madre, que apenas atina a tomar las pastillas que le aseguren el sueño, y su hermana, una rollinga que fue linda pero aparece desfigurada por un balazo lanzado en un suicidio fallido. Su cuñado dealer fue asesinado y su hermano lo abandonó para marcharse hacia algún lugar de Barcelona. Mientras que el padre ausente escapó de su perversión.