Un hombre en el desierto, otro en un restaurante cualquiea, uno más ante la mujer que lo fascina y desconcierta, y un cuarto en una terraza, revelan o intercambian sus identidades de acuerdo con los ritmos que marca la voz narrativa: personaje que escucha, persona que escribe. En estas páginas se aprecia a una autora que, en toda su maestría y originalidad, argumenta que toda historia es de amor, que todo amor es palabras. (Contraportada)