Algo tan estremecedor como las líneas que componen esta obra poética está al alcance de unos pocos. Pero ¿por qué? No hay un vocablo que defina nítidamente el cuadrado que sus autores han tratado de redondear, más pudiera describirse como un conjunto de peones que, fatigados del continuo movimiento rectilíneo procurado por su rol estricto en el tablero, decidieran tomar un caballo y cabalgar hasta el borde del tablero. Los mismos caballos que los autores, desde su estricta tarea de traducción y edición, usan para cargar contra el solipsismo que, aunque sea de forma latente, domina el mundo literario contemporáneo tanto como el artístico, social, político. Un texto donde los autores, al mismo tiempo tan presentes, no lo están; se difuminan en retratos involuntarios, trotan hasta los confines del yo, donde el ego se desestructura, mostrando sus costuras por medio de las reglas de una guerra diminuta. Una batalla que tienen perdida por el inmemorial fango del terreno, que traba las patas de sus corceles árabes, y a la que aun así se aferran, tratando, como expresaría Nuccio Ordine, de "hacer más humana la humanidad". (V Bakda)