Ser feliz. Acaso sea esa la premisa de este libro, no tanto por recrear la infancia, donde aparecen mezclados el terror y la fascinación; sino especialmente por desplegar un oficio: el de la crítica literaria desde el espacio de un taller de jóvenes mujeres, dirigidas por una escritora que en el colofón confiesa que en este texto «están registrados mis mejores años de indagación intelectual y académica». Es entonces un don, un juego de donaciones que iluminan la escena cultural, tanto a nivel local como global. ¿Qué es la infancia sino una metáfora de la adultez? ¿Cómo inventarnos en ella? ¿Cómo un adulto puede construir un personaje infantil, alguien de quien sabemos que piensa y siente de modo distinto a nosotros? Nueva génesis, donde se ensayan mundos alternativos, es decir, donde se intenta destruir el nuestro. Volverse niños desde el artificio de la literatura, simular sus voces y sus miradas laterales, para denunciar la maldad del mundo, para hacer un ajuste de cuentas con la tiranía de los mayores y de los macrodiscursos de la familia, los gobiernos, los mercados.—Rodrigo Cánovas