«Las breves líneas que introducen este nuevo poemario de Odette Da Silva advierten sobre la convivencia del español y el inglés, sobre la intraducible música que da voz “a las regiones más bajas del alma”.
¿Pero qué es lo bajo aquí? ¿Qué regiones anticipan estas líneas? A ellas se llega por una caída constante, sostenida hasta “tocar fondo”. Y en ese fondo: “la oscuridad de todo”, las grietas en todo, lo roto, lo perdido, lo que se ha venido abajo, lo que toca hurgar en el pavimento, en las alcantarillas, en las ciudades o espacios de la memoria y en sus presencias amenazantes y amadas. A lo largo del libro se va dando un movimiento, una tensión entre el dolor (el paso del tiempo) que embiste en oleadas y su frágil contención geométrica, teselada, finamente dibujada en el espacio; entre la pureza del color primario y la mancha del pigmento; entre la delicadeza de la ironía y una voz que “prescinde de la diplomacia”, entre la prosa y el verso, entre el sin sentido y la pregunta por el lugar, por el sentido de la belleza. Porque en esta experiencia de alejamiento que el exilio evoca, si la lengua (el alma, el mundo) familiar se pierde una y otra vez en los trenes, “back and forth, back and forth”, su fuerza (su vuelta) está justamente en los rieles que soportan este movimiento y su vacío. No sé si puede hablarse de un mismo tono en ambas lenguas, pero lo roto, lo bajo, lo sucio sí constituye en este libro un tono, una atmósfera geográfica, un pulso, una lidia orgánica con la lengua propia y ajena, con el resquebrajamiento y la belleza de sus complejos mundos físicos y espirituales». —Gabriela Kizer