Tengo ya varios meses revisando el libro Imaginar países (Hypermedia, 2021) editado por Dainerys Machado Vento y Melanie Márquez Adams sobre identificarse como escritora en los Estados Unidos. El volumen es por demás interesante pues entrevista a 11 escritoras que son, como muchos de nosotros, migrantes a este país. Las voces que acompañan esta reflexión a cerca de qué es escribir desde la diáspora son de lo más exquisitas por su intimidad y sinceridad en el momento de confesar sus sentimientos al reconocerse habitantes de un país que se antoja extraño y lejano a las raíces, pero que es a la vez el nuevo hogar.
Reconozco en el libro nombres que ya nos han acompañado en Hablemos, escritoras conocidas por su talento y la labor de difundir nuestras culturas y nuestras letras, a ellos se suman otros que hacen un conjunto de voces desde la crítica, la edición, la escritura y el activismo, como leemos en el índice: Lina Meruane (Chile), Kelly Martínez-Grandal (Cuba), Mariza Bafile (Venezuela), Ana Teresa Toro (Puerto Rico), Jennifer Thorndike (Perú), Franky Piña (México), Osiris Mosquea (República Dominicana), Rose Mary Salum (México), Anjanette Delgado (Puerto Rico), Lila Zemborain (Argentina), y la misma Melanie Márquez Adams (Ecuador), con un prologo de Dainerys Machado (Cuba) que yo calificaría de conmovedor.
Muchas son las preguntas que ellas responden pero la gran mayoría gravitan alrededor de la identidad y de la manera cómo ellas se identifican dentro de un país que es en realidad un conjunto de muchos países. Latinoamericanas se reconocen varias de ellas aunque, como dice Kelly Martínez-Grandal, “las etiquetas cuestan” y se convierten en una “casillita” que se marca en un documento. Y agrega, que en realidad nos contamos a nosotros mismos, desde “nuestra propia mirada”. Lina Meruane dice que fue después de que llegó a los Estados Unidos que se “reconoció como latinoamericana”, pero que en su literatura, lo que le interesa es ser “chilena en New York”, porque es en la escritura donde está el origen y donde se da la oportunidad el escritor de también revisar la relación entre ambas naciones. También ubicada en Nueva York, Mariza Bafile recurre a una metáfora para hablar de las raíces. “Siempre sentí que mis raíces eran líquidas” dice, con lo que le es permitido a ratos pertenecer a un país y a ratos a otro. Piensa también en cómo los estereotipos nos marcan y que debe ser parte del esfuerzo colectivo “mostrar que no reflejan nuestra realidad”.
Sí, las etiquetas y los estereotipos nos marcan así como la historia de nuestros países, como la que ha tenido Estados Unidos con Puerto Rico. Ana Teresa Toro aprovecha la conversación para insistir en que su país natal “tiene una identidad cultural y nacional independiente” y que no son “un estado más”. Cuestiona las etiquetas, los “apellidos de las palabras” y dice que espera algún día no existan más. Anjanette Delgado dice que primero es “una escritora puertorriqueña, aunque "automáticamente" se ve como una escritora latinoamericana también”. Reconoce que el canon ha dejado fuera a infinidad de escritoras que debían ser parte de él, pero por su origen pierden esa oportunidad. Sobre esto mismo, Osiris Mosquea nos dice que publicar como mujer en los Estados Unidos no es fácil, haciendo hincapié en que esa marginación no es privativa de un país u otro, sino que atraviesa fronteras. Apuesta por tanto a las antologías “debido a su diversidad”, así como la diversidad en la población de alumnos y profesores en las universidades en Estados Unidos que ayuda a impulsar la literatura en este país.
Parte de una generación de escritoras que empezaron a escribir en la década pasada con una muy buena recepción a su obra es Jennifer Thorndike, quien presenta una visión más flexible respecto a identificarse “con lo que uno se siente cómodo, donde se ha encontrado un lugar”. Es desde él que debe pensarse que cada “uno trae una historia consigo” misma que nunca te deja. Franky Piña coincide en que esa historia no siempre es fácil, pero que migrar muchas veces te ayuda a cruzar muchas otras fronteras. Es en el cruce donde se encuentra comunidad pero para ello se necesita de honestidad, que es desde donde ella se reconoce como mexicana “porque nací allá, pero al mismo tiempo ya no lo soy”. Las razones por las que hemos migrado cada una de nosotras son diferentes e individuales, Rose Mary Salum habla del dolor a desprenderse de la patria de origen, la que guarda las “memorias familiares”. Ese desarraigo, así como la interseccionalidad entre distintas nacionalidades, es lo que se trasluce en su escritura; es donde convergen muchas vertientes y donde puede “convivir cómodamente con ellas”, agrega.
El inicio del capítulo de Lila Zemborain me hace pensar en otra diversidad: la del lenguaje. La entrevistadora abre hablando de “la pava que silba avisándoles que estaba lista el agua para su café”. Yo hubiera dicho “tetera”, pero ahora soy más rica al conocer esta nueva manera de llamar a algo que está tan cercano a mí y con la que inicia cada mañana de mi vida. Pienso en que también el español tiene muchas variantes que entre todos nosotros protegemos. Lila vive en Nueva York también, desde donde se llama así misma “escritora latinoamericana” y dice que no se identifica como latinx, porque para ella ese término describe a “gente que tiene más relación con el inglés que con el español”. Melanie Márquez Adams es la última de las entrevistadas, pero resulta haber sido la primera, quien después de conversar con Dainerys se une al proyecto para llevar estas entrevistas a integrar este volumen que hoy comentamos. Para Melanie, los dos idiomas informan su escritura, “no puedo separarlos cuando percibo el mundo e intento describirlo”, dice. Definirse como “una latinoamericana en Estados Unidos” como reza el título de su libro, es una manera de politizar cada una de las categorías sobre identidad.
El libro es una aportación importante al campo, pues además de recopilar las once voces de escritoras unidas por “una identidad regional” —Latinoamérica— nos ayuda a recordar la trayectoria de estas grandes plumas, críticas y editoras viviendo en los Estados Unidos. Gracias a él celebramos las diferencias de donde procedemos en la inteligente pregunta que Dainerys Machado les lanza “¿qué adjetivo le pondrías a tu sustantivo de escritora?”. Ella misma es escritora, y desde ahí reflexiona sobre “la multiplicidad de identidades que habitamos”, las identidades “cambiantes” que se enriquecen en “el valor que tiene escribir en español en los Estados Unidos”, y en la forma de resistencia que esto significa.
Buen provecho.