Adriana Pacheco: Hay conversaciones que no se pueden perder, el día de hoy tenemos una de ellas. Tenemos el gusto de recibir en hablemos escritoras a Mariana Enríquez les va a encantar esa conversación en donde abordaremos desde que empieza ella a escribir. ¿Cómo es que llega al periodismo? ¿Cuáles son los temas y las preocupaciones que atraviesan su obra? Debemos muchísimo a ella su gran generosidad por haber compartido con nosotros el día de hoy y muchas gracias a Juan Casamayor por hacer posible esta magia conversación. Mariana enriquez nació en Buenos Aires, Argentina y es parte de la generación de escritoras nacidas en los setentas. Para algunos, su obra ha sido reconocida como parte de la Nueva Narrativa Argentina. Es periodista y ha colaborado con mucho tiempo en el suplemento radar. Ha sido galardonada con numerosos premios y ahora precisamente ha sido nominada a la primera lista del gran pri y finaliza para Los Ángeles Times Book prices. Yo soy Adriana Pacheco, qué gusto de verdad tener a Mariana con nosotros.
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AP: Creo que ya muchos de nosotros estábamos esperando este momento de poder conversar con Mariana Enríquez y platicar sobre muchos otros aspectos, no nada más su excelente obra en la literatura, pero otros de los aspectos que también conforman a Mariana en toda su carrera. Estoy muy agradecida con Juan Casamayor de Páginas de espuma que nos hizo posible este encuentro Mariana. Mil gracias por aceptar la invitación.
Mariana Enriquez: No mil gracias por invitarme un placer.
AP: Bueno, pues hablar de Mariana Enriquez es hablar de muchos temas que poco a poco vamos a ir ahorita desenredando. Muchísimas gracias por escribir esos libros que nos dejan sin habla, que nos dejan pensando o nos llevan a la cama con unas pesadillas a veces también. Y de verdad que es una delicia. Platícanos, yo sé que tú vienes del periodismo y de la comunicación social, esa es tu primera formación, verdad?
ME: Sí y no. A ver lo que ocurrió, como para ser prolijos en el devenir de de las cosas, fue que yo primero publiqué una novela, pero era muy, muy chica. Tenía 21 años cuando se publicó y entre 17 y 18 cuando la escribí. Y a esa edad estaba, por supuesto, estudiando en la universidad y estaba estudiando Comunicación social y Periodismo, porque me gusta escribir. Soñaba con ser cronista de rock. Era una adolescente, digamos. Y la novela se publicó por una serie de cuestiones fortuitas. No conocía escritores, no estudiaba letras, no tenía ningún tipo de formación de ese tipo, le escribía para mí y para mis amigos por una cuestión creo que muy personal. Fue una cosa muy fortitua. Mi mejor amiga, su hermana era periodista profesional, había tenido un éxito con una biografía de un presidente argentino pero no tiene nada que ver con lo que yo hacía. Esa novela era, yo diría muy influenciada por el realismo sucio. Y estaba esta editorial que era Planeta, lo que pasa es que era una de las divisiones de Planeta, buscando una novela escrita por una joven, o sea una novela sobre temas jóvenes, comillas. Vaya a saber uno lo que es eso. Pero además, escrita por una persona joven. Y ella leyó, porque se la pasó a su hermana, que era mi amiga, creo que le pareció muy fuerte. Tiene muchas drogas, quizá no le haya gustado en el sentido estético. Pero era para ver qué se estaba haciendo a la escena. Y la llevó a la editorial. Qué les pareció que un poco de trabajo, por supuesto, necesitaba, porque yo no solo era primeriza, sino que era como totalmente afuera del ambiente. La trabajamos un poco con un editor que era Juan Forn y se terminó publicando. Mientras yo seguí estudiando y así conseguí trabajo como periodista. El inicio como una especie de mezcla. Yo trabajo todavía como periodista del mismo tiempo que escribo literatura.
AP: Qué maravilla, que coincidencia que en ese momento estaban buscando algo y tú tenías algo listo y sin querer, cayó en las manos que tenía que haber caído, no?
ME: Sí y sí, efectivamente, haces periodismo y tienes muchísimo tiempo ya trabajando en Página y media, no?
ME: Sí, Página 12 se llama. Entonces desde cuando se publicó la novela en el 95, enseguida me empezaron a ofrecer temas como… bueno, ellos pensaron, la primera novela que se llama Bajar es lo peor que acaba de rescatar Anagrama en España, acá tenía una revisión argentina, pero no en el resto de del mundo hispanoparlante. Yo no creo que sea una novela gratuitamente transgresora, ni nada que se le parezca. O sea, que tenía mucho que ver con mi vida en ese momento, pero si era una novela atrevida para la época, sobre todo por mi edad, porque yo era una chica. Es increíble como cambiaron las cosas desde el 95 hasta ahora en cuanto al trato con las mujeres. Yo era realmente un bicho raro en ese momento, y era tratada como tal, era como me trataba, como si entonces las notas que me ofrecían en el diario eran cosas un poco borde, porque pensaban que yo las podía hacer bien a mí. No sé si me gustaba mucho eso, realmente mi sueño era ser cronista de rock, cosa que termine siendo por otra parte, pero esto bueno, me costó un tiempo de llegar a eso.
AP: Claro. Bueno, la reedición ahorita con anagrama ha sido muy bien recibida y en ese tiempo en el 95, pues se convirtió también en un libro de culto, por lo que estuve leyendo con los jóvenes de Argentina, de hecho hicieron también una película, no Mariana.
ME: Hicieron una película que se puede ver en Youtube. Se estrenó en festivales, pero no comercialmente. Que es una película que sí habla de lo que pasó con ese libro. O sea, fue un libro que se leyó, yo no sé si mucho, pero con mucha intensidad. Carta fans, chicas que venían a verme. Después me di cuenta que lo que había pasado era yo el libro lo escribí por una especie, ausencia literaria. Sentía que no había libros que estuviesen hablando de lo que a mí me pasaba, a mis amigos, pero también de nuestros gustos, no? O sea, como un poco del fantástico, un poco una generación que creció con las cosas bien urbanas. Yo en ese momento vivian en La Plata que son la ciudad a 50 km de Buenos Aires que es una estudia bastante int digamos cuando esta cuestión, la crisis económica, la falta de futuro. Yo leía a los escritores más populares en ese momento y están completamente en otra cuestión, estaban con la historia, con la política, con cosas más refinadas, pero no con esto que yo leí un poco en la literatura norteamericana, desde William Burroughs, Kathy Acker, muy juvenil. Y de escribir por eso.
AP: Claro. Pero sí fuiste pionera, muy pionera, muy pionera, no?
ME: No sé, pero fue muy espontáneo. Quiero decir, o sea, porque al ser escrita para mis amigos, que nos gustaba, leíamos entre nosotros un poco como folletín, yo se las iba pasando y ellos me la comentaba. Yo siempre fui muy terca, o sea, creo un folletín que me iban pidiendo. La gente también se sintió identificada con una novela que estaba hablando de ellos cuando no había tantas que lo hiciera. Supuesto, uno de más se entera, se informa y por supuesto estaba ella sola, pero creo que el ser chica también, yo con los lectores de mi edad encontramos ahí una suerte de experiencia, pero tiene las influencias, también al gustos.
AP: Pues magnífico, pues felicidades por esa entrada y también por ese inicio para una nueva literatura que tanto se ha hablado ahora, de la Nueva Narrativa Argentina. ¿Que dirías tú, Mariana? ¿Sientes que hay un cambio como al principio del 2000, cuando empieza como que a mutarse y empiezan también a aparecer tantos estos libros de lo urbano, de lo desolado, de esta como angustia? Eso también la cuestión más fantástica, la cuestión más de horror. ¿Dirías tú más hacia el 2000? ¿Sientes que hubo este cambio en la literatura Argentina?
ME: Yo creo que un cambio muy importante en esa época, que está muy relacionado con pero concierta mayoría de edad, entre comillas, de un grupo de escritores que llegan aproximadamente a los 30 años o un poco más, pero esa edad donde ya se puede empezar a decir algo. A mí me gusta mi primera novela, pero quiero decir, noto claramente lo juvenil del libro en el mejor sentido, quiero decir. Pero en el 2001 es la crisis económica más importante que que yo recuerde, porque es una crisis económica que viene con un derrumbe muy importante, es una crisis casi inimaginable, casi distópica, o sea, no había dinero en los cajeros, gente destrozada a los bancos, todavía mucha violencia en las calles, murió mucha gente atacada por el gobierno. Básicamente no llegó ver trueque. Yo viví otras crisis en Argentina, que tiene crisis económicas muy importantes, pero la del 89, por ejemplo, que yo la recuerdo muy bien. Fue una crisis hiperinflacionaria sin violencia que le sirvió, esta fue terriblemente violenta desde el Estado. Sobre todo sacaban gente muy brutal. Y esto coincide con la mayoría de edad de una generación de escritores, no o sea con la mayoría de edad como escritores que decir sean los 30 o un poco menos, un poco más. Lo que ocurre es un doble fenómeno, creo o triple, quizá por un lado, con una crisis tan fenomenal, las editoriales tienden a editar solamente los muy comercial, pero le empiezan a surgir editoriales independientes. Muchas, muchas, muchas. Argentina debe ser uno de los países de América Latina que afortunada es más. Sucede una cosa curiosa, alguna cerraron, otras abrieron, pero surge como una tradición. Después muchos escritores por una cuestión de subsistencia, digamos empiezan a dar talleres, cosa que no era tan común antes. Yo tampoco asistía a ellos, quiero decir, porque yo nunca lo hice. Pero es parte del fenómeno que después ocurre, o sea, la crisis esta, tiene un montón de derivaciones. O sea, la gente que hace su exilio económico, la gente que decide quedarse y la gente que digamos se produce y se produce también. Esto no como un hecho ya a una edad adulta y empiezan las preguntas de qué hacer. Y además, esto del fantástico para mí tiene que ver con la dificultad de encontrar las palabras para explicar esas sensaciones. O sea, del terror, la ciencia ficción y el fantástico, yo a veces creo que tiene que ver con cierta incapacidad, cierta falta de imaginación a lo mejor del realismo para abarcar esta realidad. O sea, me a mí no me parecen que es un uso de la imaginación para tratar de un poco más lejos de qué implica, de cuál es la verdad de esa realidad que en verdad ocurrió. No tiene que ser una verdad mimética o un reflejo, nada más.
AP: Cierto, cierto.
ME: Entonces pasa eso. Y a partir de ahí creo que se empieza a configurar, se cristaliza primero. Todos los poetas de los 90 y que si yo que es otra cosa, y a partir de los dos miles empiezan además los narradores en géneros muy diversos, quiero decir, el fantástico es quizá el que más se destaca porque era el más abandonado. Entonces empieza a pasar como ¿qué está pasando, que está toda esta gente escribiendo de repente terror y fantástico que no lo hacían? ¿qué pasó? ¿Pero creo que tiene que ver con ese gran golpe y con esa sensación de distópica. O sea, que la realidad se volvió extraña y bueno, tu escritura también.
AP: Qué interesante, Claro que sí. Y a la falta de palabras, lo fantástico podía calar otros recursos, tanto en la cuestión de vocabulario como de las metáforas de lo que es el horror. Qué brutal, esta crisis nunca se imagina uno que pueda llegar a una cuestión tan violenta pero definitivamente, también el hambre y la angustia y después la represión de un gobierno, bueno, pues todos humano y a nosotros nos da tanta pena, después sabe con estos países que entran y salen continuamente todos nuestros países latinoamericanos, no de una crisis a la que sigue.
ME: Sí
AP: Hablando un poco de esta cuestión de representar lo monstruoso o de representar las cosas a través de lo monstruoso. Platicanos a quienes lees. ¿Quiénes han sido tus referentes en esta expansión? Yo recuerdo uno de los artículos que tienes en Radar, “Pequeñas biografías” en dónde hablas de Hofbaum y ahí es precisamente una entrada para hablar acerca del monstruario.
ME: Ahí, a ver, cuando era muy chica, yo empecé a leer muy chica y me interesó, casi diría intuitivamente, fui a hacer esos libros: el gótico de las Brönte, que siempre tenía un monstruo. En general, por ejemplo, Jane Eyre tiene la mujer en el ático, que no es un monstruo pero es una mujer otra, es una mujer traida de las colonias, es una mujer con un problema mental, etcétera. Cumbres borrascosas. Es un tomo monstruoso, Me gustó mucho lo extraño que están en Mary Shelley. No quiere decir que leyera todas mujeres, no, pero había algo ahí. Creo que ellas escribían mucho lo gótico que lo escribían las mujeres, quizá también porque era el género al que estaban relegadas, y creo que ellos también escribían mucho sobre lo monstruoso porque eran lo otro, también. Estaban completamente al margen en ese momento.
AP: Maravilla.
ME: Sobre todo, acerca de cuestiones de ciudadanía. Claro que se veían como seres monstruosos. Y después empecé a leer también un poco. Lovecraft, me gustaban tanto, pero sí me gustaban y me gustaba como la cuestión perversa y retorcida, que yo encontraba bastante divertida. Con el tiempo empecé a pensar en lo monstruoso, como la configuración de un otro que nos da miedo, no es necesariamente como algo que es temible en sí mismo, sino que nos da miedo a los demás. Y también me gusta escribir desde la perspectiva del monstruo. Y para eso, cuando yo entendí y pude empezar a escribir desde narradora femenina, que yo durante mucho tiempo pensé que por ser mujer, nada más podía identificarme como mujer, podía escribir una narradora femenina, y no es así hay que armar tanto como un narrador. Pero empecé a notar como que habían muchas cosas acerca del cuerpo, de la incomprensión, de cierta falta de la voz de la narradora femenina, no de la escritora, por ejemplo, no sé, Patricia Highsmith tiene montones de libros donde la narrador es un varón.
AP: Sí, me encanta, me encanta que hables de Patricia Highsmith, de verdad.
ME: A mi también.
AP: Qué buena referencia. Nunca lo había pensado así, pero además los personajes y ella revolucionó toda la escritura. Yo creo que mucha gente no la ha leído y las invito a que la conozcan. Pero ¿no te parece fascinante la manera como escribe, como bueno, como escribía?
ME: Para mí es genial. Y además, toda su saga, digamos, es sobre un personaje monstruoso que quiere ser siempre otro. Ripley, es un personaje totalmente monstruoso y muy queer también siempre quiere ser otro hombre y está como fascinado de enamorado de otro hombre siempre. Y no solamente en la saga Ripley. Hay una historia que creo se llama Dos veces enero y también, hay una relación entre un hombre joven y un hombre más mayor que parece que se encmoraron a través del deseo por la mujer de ambos. Lo que ella hace es muy sutil porque siempre trabaja como dentro del policial, pero lo que está haciendo dentro del policial es muy queer, es muy monstruoso, hablar del diferente, del que está al margen. Y creo que yo tomé un poco de eso, a lo mejor no específicamente de ella, pero en general, y sobre todo yo uso una palabra que no existe a veces, pero digo “ratificar las cosas”. O sea, si yo escribo un cuento sobre una mujer como un cuento mío que se llama “Nada de carne sobre nosotras” que empieza con una chica que está enamorada de una calavera y termina siendo un cuento sobre la anorexia, sobre una mujer que quiere ser un esqueleto y por eso se enamora de la calavera. Pero está contada con humor negro, porque estaba un poco cansada del testimonio, de la victimización y de la pena, digamos, y un poco poder reírse de ese tipo de de cuestiones. O sea, salir de una especie de discurso oficial donde solo hay que compadecerse y ayudar. Y a veces uno dice, bueno, está bien, en la vida real yo también quiero que se comparezcan y que me ayuden, pero en la literatura se puede pensar un poco más allá y ponerle otro nombre y otras palabras a estas cuestiones.
AP: Claro.
ME: Entonces, bueno, eso de tratar de los discursos volverlos más extraños, más peculiares, más monstruosos acerca de cuestiones que, sobre todo, tienen que ver con la autolesión y con las autoagresiones, por ejemplo, es algo que yo utilizo mucho y que a mí me interesa mucho. Y en ese sentido, me interesa mucho el tema del monstruo, como el otro, que es rechazado y que sobre todo que no puede ocultarse, que físicamente tiene algo que claramente a uno le repugna.
AP: Claro. Fíjate que ahorita que estás diciendo eso, estoy pensando en esta plática que tuviste con Guadalupe Nettel en donde ella, y cuando ahorita estuvo también en el podcast y platique con ella, hablaba de eso, de cómo es observado lo que es diferente. Y cómo es visiblemente diferente entonces y por lo tanto, es monstruoso o incómodo para los ojos de los demás, me parece muy interesante. Y esa conversación se las recomiendo mucho a quienes están escuchando búsquenla, es muy buena la plática y se ve que las dos disfrutaron mucho conversar, ¿no?
ME: Sí, sí, yo la admiro mucho a Guadalupe me interesa muchísimo el trabajo que hace sobre el cuerpo, aunque somos escritores muy diferentes, yo creo, hay una preocupación por el cuerpo y por vivir en un cuerpo, por los cambios que implica vivir en un cuerpo y esas cuestiones que no son tan comunes en la literatura. La literatura a veces uno la lee y parece un montón de gente que pasa la vida sin que le duela una uña, rarísimo.
AP: (risas) Es cierto.
ME: Es rarísimo. No? uno encuentra un personaje que le duele la cabeza y digo “qué maravilla”. A mí me duele la cabeza todos los días.
AP: Uy.
ME: ¿Cómo puede ser que a estos no. O sea como hay como algo ideal raro, no? Y a mí me interesa mucho como esa hiper presencia de lo físico que tiene la literatura de Guadalupe, o sea, yo me siento muy cercana en ese sentido. Y creo que tiene que ver con ciertas lecturas compartidas, sobre todo el simbolismo francés, Baudelair y todos esos escritores de la abyección que también ponen el cuerpo muy adelante, por otros motivos y por otros motivos estéticos, pero que en algún lado pasan por tu cabeza, entran en tu bagaje de influencias y después salen de la manera en que salen segun tu sensibilidad.
AP: Sí, genial, Claro que sí. Pues fíjate Mariana, que algo que me da muchísimo gusto es que te han traducido muchísimo al inglés. ¿Y por qué? Porque eso ha extendido a otros lectores. Y tuvimos en el podcast a Megan McDowell, que es una de tus traductoras y ahorita que van a estar como finalistas en estos premios en Los Ángeles Times Book Price también estás en el otro gran premio que es el Gran Pri. Felicidades, qué gusto. Me dio muchísima emoción también ver este comentario que hace Kasuo Ishiguro sobre tu obra. Muy merecido. ¿Te sientes más cómoda con los cuentos o con las obras de largo aliento?
ME: Bueno, gracias primero por todo. Lo de Ishiguro fue muy impactante para mí porque yo soy muy fan de Ishiguro y además es un tipo de escritor que a mí me interesa mucho, un escritor que puede pasar de la ciencia ficción un poco melodramática tipo Nunca me abandones a libros totalmente experimentales. O sea, es un escritor que a mí me fascina. Sí que fue como muy espontáneo, porque a veces las editoriales mandan libros, para que creo que a él se lo mandaron y le gustó y ya.
AP: Que cualquier maravilla.
ME: Yo me siento más cómoda en el cuento, me sale más fácil, puedo pensar con más facilidad una idea que una trama, o sea, es como hay algo del cuento. A mí me gusta mucho la música y lo comparo al cuento con una canción, una novela es como un disco triple. Tiene sus mesetas, donde pone una canción donde pone la voz. O sea, ¿qué productor usa para cada una de las canciones y va a producir un tipo todo el disco o algunas no. ¿Qué músico vamos a usar y cuáles no? Así vamos a invitar música de afuera de la banda, o sea, es otra cosa. Y a mí me gusta más la experiencia de la novela, pero pasa que es muy, es es agotadora por lo menos para mí, para mí me obsesiono mucho. En eso soy bastante borgiana. Borges creía que la novela tenía que ver con los personajes y los cuentos tenían que ver con las ideas. Y yo con eso estoy totalmente de acuerdo. Ahora en lo que estoy en desacuerdo con Borges, que le gustaban las novelas porque tenía personajes y porque él era un hombre hiper racional. En ese sentido, le gustaba ese tipo de literatura sin el sentimentalismo que implica relacionarse tanto con una persona que no existe. Y a mí me gusta más la experiencia de la novela la busco más. La disfruto más cuando estoy inmersa en la novela, pero me resulta mucho más incómoda porque me parece un viaje que no sé si va a terminar bien y eso uno nunca le gusta. En un cuento también puede terminar mal, en el sentido de que el cuento no funciona, pero es poco tiempo el invertido, no?
AP: Claro, y ahora con la micro ficción es todavía menos tiempo.
ME: Bueno, pero creo que me gusta más la novela y el cuento me gusta mucho también, pero quiero decir, me resulta un espacio de mayor comodidad y también de menor riesgo personal. O sea ¿cómo decirlo? Bueno, si esto no funciona, no pasa nada, solo es una semana de mi vida. Los otros son 3 años, entonces es.
AP: Cierto, cierto. Y además, cuando escribes de largo aliento, escribes de largo aliento, entonces son muchos años.
ME: Sí, eso sí.
AP: ¿Qué pasa con los chicos. Estoy viendo, por ejemplo, en tu libro Los peligros de fumar en la cama y bueno, tienes este cuento de los chicos que faltan y después vienen los chicos que vuelven muy interesante. También tu relación con la escritura y la Ilustración que ahora ya tienes estos libros gráficos, por ejemplo, este que está ilustrado por Laura Dattoli. ¿Qué pasa con los chicos? Esta cuestión que además atraviesan de un libro a otro tus personajes, que llevan ciertas como consignas de repetir ciertas historias, como el caso de Messi, no como el caso de Vanadis. Platícanos un poco sobre eso.
ME: Hay algo sobre la infancia y sobre el doble discurso de la infancia que me que me estimulan creativamente al mismo tiempo que me irrita personalmente muchísimo. Creo que hay un discurso sobre la infancia, como la mejor edad de tu vida, el niño como el rey de la Casa que hay que darle todo, una especie de obsesión por el niño saludable. Incluso como todo esta cuestión de la maternidad hipercuidada, como la crianza con apego, la importancia de la leche materna. Bueno, una cuestión así como de una crianza en burbuja. Al mismo tiempo en nuestro país, si salimos ahí cientos y cientos de chicos viviendo en la calle y pidiendo para comer.
AP: Qué brutal, cierto.
ME: Y a mí ese contraste me irrita particularmente, porque yo veo como toda esa idea. Por un lado, sobre la niñez, incluso entre gente grande de la niñez como la mejor etapa de tu vida, cuando no siempre es así, digamos, porque incluso porque las mayores brutalidades de violencia y abuso sexual ocurren en la casa y ocurren con los niños. Y no necesariamente con niños pobres, sino con niños de todas las clases. Y después está este problema endémico de la miseria infantil en el continente. Entonces a mí ese contraste me irrita profundamente, o sea, hay un punto que no lo soporto. Hay un punto que no sé, estoy mirando Instagram y veo como los grupos de madres preocupadas por si darle o no la banana al niño. Y digo, pero porqué no van a buscar un niño que vive en la … bueno. Y por supuesto, eso no se puede hacer, solamente es buena intención y es algo que tienen que hacer los Estados que no tienen que hacer los individuos. Hay algo de esa hipocresía consensuada, que me irrita muchísimo. Y el mismo tiempo, ese tema de la infancia idealizada y luego de la infancia real, que es una época para mí mucho más oscura de lo aparente, es algo que me interesa mucho trabajar literariamente. Porque además de que es un tropo del terror, el Niño, un tropo en el sentido de que es algo muy común en el terror porque el tema con el niño es si nace malo o si se hace malo. En ambos casos es terrorífico porque si nace malo quiere decir, que el mal está en la naturaleza a nivel genético. Y si se hace malo, es porque alguien lo dañó lo suficiente como para que se haya convertirlo en un ser que que tiene pena, una perversión porque alguien intervino en su inocencia, digamos, y entonces también es profundamente terrorífico. Entonces me me interesa también como personaje del tipo de narrativa que yo hago, porque es lo más destructivo que existe: un niño que está en esa situación. Y en el caso de Chicos que vuelven, me interesaba en la pura verdad, y ese es un cuento como de Zombies, en un punto extremo, digamos todos tienen una base social, todos. Pero yo no quería que este fuera un cuento sobre desaparecidos y dictadura. Quiere decir, yo quería que fuese un cuento sobre el drama social de los chicos que se van de la casa, que viven en la calle o que se van de su casa cuando son muy chicos y lo que quería, era que el punto del horror fuera que cuando volviesen, mucho tiempo después, o poco tiempo después no cambiarán nada. O sea que de alguna manera cargaran para los otros, digamos ese mismo tipo de no sé que yo pensaba en una mirada. La misma mirada, digamos que tenían cuando tomaron la decisión de irse por el daño que padecieron. Por eso los padres los terminan rechazando, sí.
AP: Sí, los devuelven.
ME: Después me acuerdo haber hablado con una chica, amiga mía que ella es hija de desaparecidos. Ella sobrevivió y fue entregada, o sea, los padres los mataron y a ella la entregaron a sus abuelos, pero su mamá estaba embarazada y su mamá dio a luz en un campo de concentración que se llamaba la Escuela de mecánica de la armada. Y durante mucho tiempo su abuela, pues ella se unió a la búsqueda de ese chico de su hermano que fue criado por otra familia, por una familia que por supuesto le quito su identidad. No le dijo quién era porque era una familia cercana al régimen de la dictadura. Cuando el chico recuperó la identidad rápidamente su historia, digamos, fue personal, fue muy decidida, digamos, decidió rápidamente aceptar a su familia biológica, alejarse de su otra familia, en un punto es como un final feliz en ese sentido. Pero no para mi amiga, para mi conocida, que de alguna manera siempre terminó en otro tipos de problemas, que tienen que ver incluso con cuestiones de herencia y tal. Lo que a ella le pasaba era que no reconocía a ese chico, o sea, ese chico que era su hermano, tenía la una cara muy parecida a la de ella, a la de sus padres, compartían la sangre, pero era algo siniestro. Era al mismo tiempo, algo familiar y siniestro. Ese horror que está muy cercano al terror como género, pero que es una cosa absolutamente real y que provocó el Estado, debe ser algo que es muy parecido a lo siniestro de Freud, o sea, como decir algo totalmente familiar, pero que resulta totalmente extraño. Y resulta extraño porque es extraño, porque fue criado por otro —aunque sea tu hermano— fue criado por otra gente y fue criado por gente que tal vez incluso estuvo involucrada en el crimen de tus padres, de alguna manera. Y me acuerdo que ella leyó ese cuento y me llamó por teléfono y me dijo: “Vos estás escribiendo en este cuento sobre chicos como mi hermano”. Y yo dije “¿Qué cosa?” Porque yo no quería hacer eso. Quería escribir un poco sobre los chicos que se van como problema social actual, que también es una cosa que existe. Y quería escribir basada en un mito, que es un mito irlandés, sobre las hadas que se llevan a los chicos, cuando un chico les gustan mucho, y dejan otro en su lugar, que es idéntico, pero no del todo. Y sobre todo, los padres se dan cuenta que no es su hijo, con esa cosa que uno tiene con los propios hijos de saber que es el hijo propio y también saber cuando no lo es. Tenía esos dos orígenes y terminó siendo también, yo no tengo ninguna duda que Mariana —se llama también esta chica— sí tiene razón en lo que dice, lo que pasa es que fue como una especie de intención extra. Entonces, los chicos me interesan por todas esto que estoy diciendo, digamos, por la mitología, por la idealización de la infancia, por la oscuridad de la infancia, por el problema social de los chicos que tenemos en este continente y por el problema de una generación que justamente es la mía, de niños que son hijos de los asesinados durante la dictadura y muchos de ellos robados, además. Entonces ahí tengo como una constelación, digamos de de explicaciones sobre por qué la infancia muy amplia.
AP: Fascinante tu respuesta. Fascinante. Verdaderamente tiene, obviamente este sentido de que cuando regresan ya no son los mismos y los padres tienen que devolver, los quieren devolver porque ellos también tienen una expectativa. Pero la gran tragedia de todo lo que pasan los niños en su infancia y en su juventud y después, de alguna manera, los adultos también se lavan las manos de todo lo que está pasando con la sociedad, lo que estás hablando precisamente de esta hipocresía y de este disimulo. Muy interesante. Otro de tus temas, que también me parece fascinante, es tu relación con el fuego. Bueno, ya tenemos Las cosas que perdimos en el fuego y tenemos Los peligros de fumar en la cama. Muy interesante esta manera en cómo el fuego significa para ti no nada más el peligro, sino la fascinación también.
ME: Sí. Hay algo del fuego que tienen que ver con la destrucción y purificación al mismo tiempo. Y el daño enorme que provoca el decirse. Uno vio alguna vez un incendio, yo nunca estuve en un incendio personal, pero vi alguna vez un incendio y es inimaginable. Lo que ocurre es cómo arrasar por completo con todo, es realmente como el agua, como las inundaciones, que uno no puede rescatar ni una foto, o sea, algo muy definitivo quiero decir, y en ese sentido, digamos, también hay algo de pureza en el sentido de empezar de nuevo. Y el mito del fuego del atravesar el fuego, como manera de purificarse. En las cosas que perdimos en el fuego lo uso sobre todo en el cuento de las mujeres que se inmolan porque estaba pensando en ese momento, en una instancia de radicalización de un movimiento a la manera de los monjes. Seguramente te acuerdas de los monjes budistas en la guerra de Vietnam, o sea, que desesperadamente toman esa decisión y que es muy impresionante de ver. Entonces entonces pensé, bueno, ¿qué pasaría si el movimiento feminista tomara esta misma decisión? Tomando como antecedente la quema de brujas, por ejemplo, pero en la que mira —digamos la narradora— no es una de las que deciden internarse en el fuego, porque yo no quería tomar parte en ese sentido, sino más bien quería que pensemos los lectores y yo las lectoras en este caso, quizá me interesaban un poco más. ¿Qué piensan las mujeres sobre esto? ¿Hasta dónde hay que poner el cuerpo propio? ¿Hasta donde llegamos? ¿Hasta donde el dañarse a sí misma puede ser una forma de de empoderamiento o si uno está llevando demasiado lejos? Bueno en fin, pensar un poco los alcances, los límites y todas las cuestiones del movimiento feminista, que es una cosa en la que yo pienso y me interesa. Pero esto a partir de un cuento de ciencia ficción a la Cronenberg o sea pensando en una nueva carne, en una nueva forma de relacionarse físicamente. Mujeres que toman la decisión de convertirse en monstruas, cambiar su cuerpo y volverse de alguna manera repulsivas. Para mí no lo son la las mujeres del cuento, pero sí lo van a hacer durante un tiempo largo, al principio, si esto se convierte en una cuestión extensa. Y en Los peligros de fumar en la cama más bien hecho era lo que me gustaba, en la frase la saque de un cómic, porque me gustaba. Y después pensaba un poco, con el tiempo pensé un poco en Clarice Lispector, que es una escritora que le pasó eso. Hay un cuento donde hay una chica que fuma en la cama y abre como agujeritos en la sábana.
AP: Sí, sí.
ME: Y está en un riesgo muy sutil, pero hay como una especie de cercanía con el fuego en el sentido de algo super destructivo, pero que también puede ser algo que en vez de destruir deje una cicatriz muy importante. O sea, ahí me interesa como metafóricamente mucho quizá con el tiempo lo voy abandonando un poco, porque tenía mucho que ver con los cuentos, pero en ese momento era algo muy fuerte. Y también para darle cierta intensidad. Yo sentí en ese momento que estaba escribiendo cuentos muy incendiarios justamente.
AP: Sí, definitivo, definitivo. Fíjate que cuando leí estos dos libros, precisamente no mucho antes de eso, habíamos tenido un incendio en la casa, pero el incendio se sofocó, nosotros no estábamos afortunadamente, se sofocó porque teníamos un cierto tipo de puertas y de ventanas y lo único que pasó es que cuando entramos a la casa todo era totalmente negro. El color más negro que hayas visto en tu vida, pero todo, además era pegajoso. Las cosas que incendiaron se incendiaron, pero las que no se incendiaron quedaron cubiertas con cuestión como babosa, como muy pegajosa que es lo que deja después un incendio. Y lo más interesante de todo es el olor, que es un olor que se te queda grabado durante. A mí se me quedó grabado durante meses. Se me hizo muy interesante después esta escena de cuando estaba en la cama tu personaje y está fumando. Y yo pensaba, en cómo a veces nosotros estamos jugando con el fuego. A nosotros lo que pasó fue una cafetera que hizo un cortocircuito y eso fue lo que ocasionó el incendio, pero hay muchos que son ocasionados por personas. Muy interesante. Tu perspectiva y esta idea de la inmolación bueno, que es algo brutal que vivimos en nuestras sociedades y que definitivamente es una alegoría, una metáfora muy interesante de los extremos a los que se puede llegar. Y bueno, pues este libro que también me parece fascinante Cómo desaparecer completamente. Este libro, además pues dialogas con otras escritoras que siento que hay toda una generación ahora tan rica, tan maravillosa de escritoras. Bueno, por eso nos llamamos Hablemos escritoras ¿verdad? Como Ariana Harwicz, cada una de su estilo y en sus temas, Fernanda García Laos, Samanta Schweblin. Y una de las cosas que me parece muy interesante es como hablas mucho de la degradación de lo urbano, cómo el ambiente urbano se va degradando poco a poco y me parece que también viene en otros de tus libros como Alguien camina sobre tu tumba, en donde ahí es esta relación con los cementerios. Pensé mucho en Claudia Aboab o Patricia Esteves, que ella decía que iba a jugar al cementerio. Cuéntanos un poco sobre tus espacios, esos espacios precisamente urbanos, estos cementerios muy interesante. Hay una entrevista tuya que te hicieron dentro de un cementerio.
ME: Sí, me llevan mucho. Pero a mí igual. Yo solo lo abrazo de alguna manera. O sea, yo te lo decía el otro día una amiga, “yo soy un poco un estereotipo”, porque me decía “¿no te molesta que te lleven porque como escribes sobre cementerios, entonces te entrevistan en cementerios?” La verdad que no, porque por escribir un libro de 500 páginas sobre el cementerio, digamos renegar sería como una especie de tontería. Además, me gusta, a veces me llevan a cementerios que me gustan. El tema de los espacios. A ver, para mí el espacio es un personaje más, como tal lo trato. Entonces, los personajes, personas, entre comillas, tienen un diálogo con eso. Yo casi nunca pongo un personaje o una situación decadente en un ambiente que no lo es. O sea, por ejemplo, por darte algún ejemplo concreto, en El chico sucio tiene que ser en ese barrio de Buenos Aires, por ese crimen sórdido, por esta mujer que de alguna manera está buscando la sordidez como una especie de desplazamiento o de soledad, no sé, no estoy muy segura eso. Eso bueno saber que a veces uno no esté tan convencido de lo que le pasa a sus personajes. Y es un eso, es un barrio que es muy cercano a una estación de tren y de buses. Y como todas las estaciones y los barrios cercanos a las estaciones, tienen como una grima particular, tiene algo peligroso en sí, quizá por la mezcla de gente, quizá porque es un espacio liminal, por el tránsito de gente, no lo sé. Pero pasa acá y pasa en Frankfurt y Frankfurt es como fantástica y uno se acerca a la a la más fantástica que es medio aburrido.
AP: (risas)
ME: No? pero quiero decir como que uno se acerca a la estación y cambia el ambiente. Eso es como si no pasara a otro lugar de gente que busca refugio. Ahí hay gente que busca sexo ahí y hay gente, o sea, tiene algo de intercambios no muy santos. Y yo creo que las grandes ciudades latinoamericanas tienen muchas islas de este tipo. O sea, tiene muchísimo, cada vez más. O sea, cada vez más se ve una mayor desigualdad de nuestras metrópolis, mayor crecimiento de estas islas de pobreza extrema y peligrosa en muchos casos y también al mismo tiempo mayor aumento de los barrios de clase media muy hipster. Alguien me dice alguna vez, yo fui a Buenos Aires muchas veces y nunca vino que contas en El chico sucio, no, porque vas a Palermo. Entonces si vas a Palermo, Palermo es bárbaro. Yo no sé si voy a comprarme ropa es como irse a comprar ropa a Barcelona, a ciertos lugares de Barcelona, como en todos lados. Quiero decir lo que pasa en países que son medios menos desiguales que los nuestros, por supuesto se nota menos, pero los nuestros están evidente que es pasmoso lo que pasa. En el cementerio se está un poco el cementerio de Lima, que está en un barrio de esos barrios altos, que es un barrio también muy complejo socialmente. Y me acuerdo de estar comiendo en uno de esos restaurantes fantásticos con ningún otro lugar, quizás en México solamente se coma también como en Perú, en todo el continente.
AP: Sí.
ME: Y estábamos ahí en Miraflores. Y era espectacular estar viendo el mar comiendo como locos en un mansiones y luego fuimos a Barranco a comer un postre riquísimo. Y todo era hermoso. Y cuando yo les digo quiero ir a Barros Altos, todos me decían “No, tenéis que coger un chofer y tenés que tener cuidado” Bueno, que eso pasa. Cuando alguien viene de visita a nuestros países, que uno a lo mejor transita con más facilidad por esos barrios, pero cuando viene alguien de visitante no quiere que le pase nada, como para protegerla. Y, lo vi en otro lugar fuera de Argentina, vi el cambio absoluto de estar en esos barrios maravillosos, digamos que también tienen sus islas con algún tipo de dificultad y de ir a barrios altos y de estar como cambiando de mundo, se va cambiando el paisaje, se van cambiado las caras, va cambiando cómo se mueve la gente. Ser escritora de los géneros que transito me sirve mucho, porque es como ver esa rotura de las realidades, o sea como venir de una realidad que es totalmente real y pasas a otra lentamente. Claro, y eso pasa mucho. Eso pasa mucho en nuestros países y en estos lugares, que son como los lugares de cruce dentro de las ciudades también ocurre mucho. Me acuerdo de haber ido en en Ciudad de México con un amigo mío que es Bernardo Esquinca, el escritor, y me dijo, tenemos que ir al cementerio de uno de los cementerios del centro de la ciudad, porque tienes que ir ese cementerio. Estábamos en Condesa o algo así, en un lugar muy hipster, tomando un café, no sé qué, con las chicas todas vestidas increíble. Y después nos fuimos a un lugar terrible, frente a un parque con chicos fumando crack y animales muertos y Bernardo —que encima está recontra loco— y gritaba a ver si venía alguien a abrirnos la puerta del cementerio. Los cementerios me interesan como espacio porque me parece que entre otras cosas, así como con los chicos, hay un doble discurso con la muerte de un ocultamiento tan importante, que hace que aparezca la muerte como apareció con la COVID, por ejemplo, y todos pensamos que por primera vez se muere gente, cuando se muere gente todo el tiempo.
AP: Que es cierto y ahorita que mencionas lo de COVID estoy pensando en lo que escribiste, también sobre esta reflexión de que todo mundo quería que escribieras algo sobre COVID y tu decías, “Pero lo que menos quiero hacer es ahorita pensar, estoy completamente desencaja. Y ahora resulta que todos piensan que como yo escribo del horror y esto es un horror, entonces tengo que escribir del horror”. Me pareció muy interesante este ensayo en donde nos vamos con estos estereotipos. Fíjate que una de las cosas que hicimos, bueno, Hablemos escritoras, empieza como este proyecto de tener estas pláticas tan fascinantes, con tantas escritoras que son de verdad lo punta de lanza. Hasta que un día empezaron a presionar y decir ya en Estados Unidos estás trayendo estas voces y todo, pero no tenemos los libros. Entonces abrimos la librería, la tienda de libros para el mercado americano. Y bueno, pues primero yo viniendo de la Academia, pues lo menos que yo quería era vender libros. ¿Que voy a saber de vender libros, cómo me voy a volver librera? Bueno, pues ahora el gusto es que cuando llegan los libros, la que se da al banquete, pues soy yo con los que acaban de llegar. Ahorita, por ejemplo, me encanta cuando vienen los de España y ahí venía tu libro Esa noche a oscuras que me encanta y después acabamos de cerrar con Penguin Random House Grupo para tener a sus editoriales y con Vintage vino Nuestra parte de noche. Y bueno, pues me encanta la edición para mí, Nuestra parte de noche, que yo tengo otra edición que no era de Vintage, pero ahora ya veo este contraste con esta nueva edición que nos va a dar muchísimo gusto hacerle llegar a los Estados Unidos. Es un tomo, es un tomo sobre un viaje. Pensé obviamente en Gabriela Cabezón Cámara, que hace también este viaje en la pampa, en Las aventuras de la China Iron obviamente es un viaje muy distinto en el que tú estás hablando con estos espacios tan sórdidos y demás. Y la relación padre e hijo. Y para ir cerrando un poco la conversación, cuéntanos un poco también sobre estas familias que estructuras que está muy interesante. La manera de esas relaciones afectivas, sobre todo de padres a hijos, es fascinante desde dónde las estás tomando porque pues son como si fueran uno y a la vez completamente distintos en muchas de las aventuras que ellos van viviendo, por ejemplo, en este libro
ME: Nuestra parte de noche es un libro fue muy particular, como terminó siendo un libro sobre la familia y sobre la herencia y sobre la herencia en un sentido amplio, la herencia familiar, la herencia histórica, la herencia económica, incluso, porque es una familia rica y al mismo tiempo el papá y el hijo son —por motivos que no vamos a contar— son como un poco parias de esta familia rica. Son absolutamente necesarios en la dinámica de la familia rica, que es una familia que además es parte de un culto. Son parte de un culto esotérico. Es una novela fantástica, novela de horror, pero están solos. Están solos porque él es viudo, eso lo puedo contar porque pasa, empieza así el libro exacto y él tiene que tomar el rol del que cuida habiendo sido siempre una persona cuidada, un poco porque es una persona poderosa dentro del orden de esta familia y un poco porque está enfermo. Y entonces tenés que ser el cuidador, tener que ser el que está a cargo de los cuidados, que es algo que estamos hablando mucho últimamente. Yo cuando lo escribí no me di cuenta, pero después cuando lo estaba escribiendo me di cuenta que estaba ingresando, digamos, en el terreno de pensar esas masculinidades de otro lugar, o sea, una masculinidad vulnerable, una masculinidad que se ve obligada porque en un punto él se ve obligado por las circunstancias a tener que cuidar, que a la vez es un hombre que pierde mucho la paciencia. Es un hombre que puede ser muy violento, pero uno nunca duda del afecto. O sea que fue muy ambigua la relación, sí. O sea, que uno pudiese odiar a ese padre y también quererlo como lector, porque necesitaba que el lector le pasara un poco, lo mismo que le pasa al hijo, que es Gaspar, que le tiene miedo, pero también lo quiere. Que está ahí, como a veces pasa con los padres. Y es un poco lo que hablábamos antes con el tema de la infancia. Tenía ganas de hablar de la familia como un espacio donde pueden pasar las cosas más memorables y más afectuosas y más cercanas y más trascendentes, quizá en en tu vida, y también el lugar que puede ser el más hostil de todos y el más hiriente de todos. Pensaba el otro día yo tengo una, tengo una relación bastante buena, no magnifica con mi madre. Creo que nadie tiene una relación magnífica con sus madres, pero pero ella nunca ha sido una mujer particularmente cruel ni nada que se le parezca, pero sin embargo, las 3 ó 4 cosas feas que me dijo en mi vida las recuerdo más que cualquiera de las 85 cosas feas que me dijo cualquier otra persona. Y eso, creo que a todos nos pasa. O sea que uno recuerda esa escena de infancia donde tu mamá te dijo algo que ella no lo recuerda a lo mejor. Que tal vez sea totalmente intrascendente, algo como “Basta, me tenes harta, me tenes cansada” Y uno se acuerda permanentemente que una vez tuviste harta y cansada a tu madre. Sí, y eso digamos multiplicado por todo lo que yo pensé, no como todo lo que Juan le hace a este chico, que lo que lo hiere más que con palabras y encima con la contradicción de tener que hacerlo para salvarlo. Entonces se convirtió en una novela sobre herencia, en el sentido de qué es lo que nos queda de nuestros padres. ¿Es posible torcer el destino que implica una familia y una construcción familiar y una construcción familiar, también pensando en una construcción de un país? por ejemplo, o de una nación, digamos. ¿Es posible la familia, esta familia es una familia riquísima, es una familia poderosa que tiene control sobre tierra, sobre cuerpos, sobre el dinero, es una familia poderosa y en ese sentido que no tiene limitaciones. O sea, que no conoce los límites que no le importan los límites, no los necesita. No los necesitó nunca y puede pasar por sobre todo los límites, incluso sobre el límite que implique el amor, porque el amor también es un límite, uno ama a su hijo y no le hace ciertas cosas. Pero para esta gente ni siquiera eso existe está primero la prolongación de sus propias vidas, de sus propias fortunas y la expansión de su poder. Ahora yo pienso que esto es algo totalmente realista, o sea, esto pasa con los poderosos del mundo. ¿Eso puede ser detenido o no? ¿Eso puede ser cambiado o no? ¿Estamos dispuestos a hacer lo que hace falta para cambiar eso? Bueno, tiene un montón de complejidades, digamos que te están resumidas como el microcosmos familiar, pero que tienen más implicaciones. Por supuesto, cuando yo le estaba escribiendo estaba pensando en The Road de Cormac McCarthy, que es un viaje a un padre y un hijo hacia el mar, y esto es al revés, no es hacia el hacer. No quería usar la pampa, que es casi siempre el espacio en Argentina usado para los viajes, sino usar el espacio de ir hacia el norte, ir hacia la selva de alguna manera, de ir hacia América Latina en algún sentido, no debe a la Patagonia, que es el fin del mundo y el hielo, sino ir hacia el norte y el calor que me parecía que implicaba otra, otra cosa y otro gótico, no acercarse un poco el gótico sureño. A Carson McCullers. Yo estaba leyendo en ese momento bastante a Jamaica Kincaid a un montón de sí de escritores que tenían que ver un poco más con esa cuestión y además de pensar un poco también en toda la herencia, entre comillas, del Realismo mágico, que yo creo que no existe como género, que es solo García Márquez y que es un escritor que yo admiro mucho, pero que pertenece a otra América Latina, es la América Latina. Todavía me parece optimista, la América Latina, que todavía se piensa con un futuro político y literario y estético y todo. Y por eso, incluso en los textos más trágicos de García Márquez, hay cierta fascinación, cierta alegría, aunque sean melancólicos. Hay cierta cierta sorpresa, cierta mirada con alegría, con los ojos abiertos de una literatura del nuevo mundo.
AP: Sí.
ME: Creo que la literatura que se está haciendo ahora fantástica, inclusive, por ejemplo, yo pienso en la literatura de Samanta, incluso en la China Iron, que es un texto bastante también luminoso en algún sentido, pero que la oscuridad que tiene es una oscuridad de otro continente, de un continente que pasó por el Plan Cóndor, que pasó por las dictaduras, que pasó por una aplanadora de muerte y desilusión. Y lo que queda son estas literaturas muy pesimistas, muy decepcionadas, o sea, a veces me preguntan a mí: “¿Por qué escribiste algo tan oscuro? Bueno, no sé.
AP: Ve tu realidad, qué barbaridad. Qué cierto, brutalmente cierto. Ahora que lo mencionas Marianas, Mientras agonizo, claro que sí, Faulkner, por supuesto que es una voz que atraviesa por ahí. Claro que sí. Qué interesante tu mirada hacia la selva y hacia el norte. Les recomiendo muchísimo el libro, muchísimo, Nuestra parte de noche. Bueno, pues se nos está acabando el tiempo y quisiera yo preguntarte para cerrar, si estás trabajando ahora, ¿ya tienes algo en puerta? Siempre tienes algo en puerta, ¿verdad?
ME: Siempre no, porque el primer año de la pandemia, tal como escribí en ese texto que me pidió justamente Guadalupe Nettel, estaba muy sobrepasada por la vida y las circunstancias. Creo que como todo el mundo, no. O sea a mí, los escritores que me dicen “yo la pandemia, escribí como loco” y me da una desconfianza total.
AP: ¿Qué escribieron? ¿Y como estaba?
ME: No sé. Me dan desconfianza, qué poco conectado con lo que ocurre están y a mí eso me preocupa en un artista en general. A mí no me da vergüenza decir que un escritor es una artista, pero qué facilidad para replegarse del afuera. Yo no la tengo, no los juzgo, pero me dan desconfianza.
AP: No, no, me encanta.
ME: O sea, empiezo a sentir, como qué raros son. Qué facilidad para meterse dentro del caparazón. Bueno, así que en el primer año creo que no tuve nada en puerta. El segundo año, sí empezó como de vuelta a aparecer las ganas de escribir, sobre todo uno escribe para el futuro. Uno está escribiendo en este momento y se publica después de mucho tiempo y se lee después de mucho tiempo, sea uno pública para el futuro y yo sentía sobre todo en el primer año de la pandemia que no había mucho futuro para el que escribir o que no tenía muy claro cómo iba a ser ese futuro entonces tenía que parar un poco, respirar un poco y decir, bueno, y ahora ¿qué hay? Es un poco lo decían en el pequeño texto que era como yo sentía que todo el mundo me estaba diciendo y que pensar, así como después de un choque. Uno choca y enseguida la gente, en vez de ayudarte primero y preguntarte cómo estás, lo primero que te pregunta es: “¿pero y qué pasó?¿Y para dónde doblaste? ¿Miraste para allá?” y bueno, como un montón de cosas mientras que uno todavía está en shock. Creo que el shock ahora se levantó un poco, así que ya estoy escribiendo. Estoy viendo una novela de la que por ahora no se mucho. Las novelas son como bastante misteriosas, pero tengo ya los personajes por ahí dando vueltas y están apareciendo. Creo que es una novela de fantasmas, es una novela gótica y en la ciudad. También es una novela muy urbana, bastante más urbana que nuestra parte de noche.
AP: Solo wow.
ME: Es una novela que, por cómo es, exige, digamos que esté un poco aislada la gente, porque hace cosas que no se pueden enterar todo el mundo.
AP: Los ritos y demás cosas.
ME: Sí. O sea, esto, en cambio, es como una especie de gente que vive en Buenos Aires que va a ser yo creo que primero justamente la crisis de 2001 y después ir un poco hacia hacia el futuro o hacer una especie de ucronía. O sea, ¿qué pasa si el 2001 no hubiese salido de esa crisis? Más o menos, o si se estuviese perpetuado. Alguna cosa así. Pero todavía no estoy muy segura, o sea, lo estoy como manipulando. Y después estoy escribiendo algunas cosas de no ficción. Sí, sí, ahora estoy en eso. Hoy salió una idea para un cuento que me parece que puede funcionar. Y bueno, así que sí, tengo varias cosas, hay que ver cuál es la que de todas esas cosas, las que me de alguna manera me enciende la lámpara para decir, bueno, primero por acá, primero terminamos esta y las demás van a venir después. Qué es lo que suele suceder. Yo no escribo muchas cosas al mismo tiempo. Hay gente que sí, pero yo no.
AP: Pues te felicito y los invito a que vean en la revista de la universidad, que es la revista que dirige Guadalupe Nettel, que lean a Mariana en ese contexto muy interesante y quiero felicitarte también como directora. La nueva directora de Letras del Fondo Nacional de las Artes, todo un proyecto y todo un reto, como difusora también de la cultura. Qué interesante todo tu perfil Mariana, mil gracias por escribir. No puedo decirte nada más de verdad. Gracias, tu literatura, tu escritura nos ha llenado de tanto a todos los que seguimos tu obra desde hace tanto tiempo y de verdad te felicito. Muchísimas gracias por venir a Hablemos escritoras, muchas gracias por lo que compartes en este micrófono y el impacto que has tenido en otros escritores, en nosotros lectores. Muchísimas gracias.
ME: No, gracias a ustedes por invitarme a un placer siempre conversar y sobre todo, conversar poniendo en contexto. Yo creo que mi escritura es una escritura muy latinoamericana y me interesa compartir contar, digamos en una colección de escritoras de todo el continente, porque me parece que en el continente está pasando algo. No solo incluye el continente, creo que en España también está ocurriendo algo. Y bueno, es un colectivo en el que me interesa participar, más allá de que a veces no sé, por ejemplo, en mesas sobre literatura de mujeres, prefiero que incluyan varones y nos piensen, sí, solo como escritoras. No, no como escritoras definidas por nuestro género, pues creo que no lo somos tampoco.
AP: Es muy cierto, muy cierto. Yo evito la palabra escritura por mujeres siempre hablo de escritoras, que eso es lo que como bien dices. Eso es por lo que se tienen que definir su gran talento y su gran calidad estética como escritoras. Mariana, pues un abrazo enorme, ahora sí, de un lado a otro del continente, desde acá la calurosa Austin hasta allá todavía fría, me imagino Buenos Aires. ¿Verdad?
ME: Sí, más o menos. Hoy es un día feo, la verdad, lluvioso, muy porteño, como decimos los porteños.
AP: Pues mil, gracias Mariana, muchísimas gracias por estar el día de hoy.
ME: Bueno, gracias a ustedes.
***
AP: Totalmente espectacular esa conversación con Mariana Enríquez, muchísimas gracias a ella, muchísimas gracias a Páginas de espuma por hacer posible esta conversación. Muchas gracias a ustedes que nos siguen y gracias a todo el equipo que está atrás, que hablemos escritoras. Yo soy Adriana Pacheco y nos escuchamos hasta la próxima.