Recuérdenla bien, esta es Fernanda Trías, una mantis de género cosmopolita cuyo vuelo atraviesa las paredes del agobio y depreda con su oído-corazón las arquitecturas -los genomas-, de simulacros y máscaras sociales.
¿Cómo tocar el vacío? ¿Cómo manipular ese fluido sutil, imponderable y elástico que como el éter lo llena todo de nada y la nada de ese todo que es la memoria?, pareciera que se pregunta la escritora. He ahí su destreza: narrar lo aparentemente inenarrable, las semillas del dolor, la temblorosa hazaña que es el apego a la vida. Y su pintura, que ocurre en las capas minuciosas de un hiperrealismo sensorial, no pierde en ningún momento profundidad sicológica. Al contrario, encuentra su fuerza simbólica en él, como cuando muestra las patas de dos bancos invertidos, que se ven en la madrugada lenta de un bar, como las ramas de árboles de invierno.
En No soñarás flores hay flores, pero su belleza es estéril, ha sido vencida en el plano real, pero subsiste como entelequia, como aroma, como la prueba última de que la descomposición es, al fin y al cabo, un destino inexorablemente humano. — Giovanna Rivero y Magela Baudoin.