En el paradigmático año de 1989 se publica, póstumamente, L’In- fra-ordinaire (Lo infraordinario, 2008), de Georges Perec (1936-1982), un libro que coincide con el derrumbe de las grandes narrativas. En él, Perec nos advierte acerca de lo banal, lo ordinario, y lo habitual, los ruidos de fondo, los restos, y lo evidente, y se pregunta cómo ex- plicarlo, cómo interrogarlo, cómo describirlo. A lo infraordinario, Perec le otorgó un estatus distinto a eso que parecía aburrido, sin importancia o valor alguno, y lo propuso como una tentativa para vivir con la curiosidad crítica y festiva, y desde luego feroz, de lo nuevo y lo banal. De forma parecida, los infraensayos aquí reunidos de Cristina Rivera Garza indagan y ahondan en lo que implica escribir hoy a partir de una reconsideración de la minucia cotidiana del trabajo, el quehacer del cuerpo, y el continuo escudriñar de los grumos que sobrevuelan el desastre cotidiano de violencia horrísona.