Su nombre alude a la letra minúscula porque prefieren proponer libros sin recurrir a estridencias, casi en voz baja. Esto no significa, sin embargo, que renuncien a ser ambiciosos; quieren construir un catálogo sólido y atractivo, una constelación de libros.
Desde el otoño del año 2000, aparecieron los primeros títulos —Las ciudades blancas de Joseph Roth y Verde agua de Marisa Madieri—, minúscula han estado volcados en trazar sin prisas esa constelación. En su catálogo se refleja un marcado interés por la cultura europea, por un patrimonio artístico que nunca ha entendido de fronteras y por escritores que, en épocas decisivas, descifraron con extraordinaria sensibilidad el signo de los tiempos. Pero en él tienen cabida igualmente obras de otros ámbitos geográficos: lo que hace un ser humano es como si lo hicieran todos, afirmaba Borges. No se deben a una sola tradición, sino que aspirar a todas, sin obsesionarse por la pertenencia o el apego pero sin tener tampoco que negarlos.
Editorial minúscula ha entrado en su tercera década de vida. Por ello quieren dar las gracias a los lectores y los libreros, por depositar su confianza en ellos y compartir el entusiasmo por aquellos libros que nos hacen más sabios y un poco más felices.