¿Cómo hablar de la “soledad basculante que deja un hijo al morir? ¿Cómo reconstruir los pedazos que quedan cuando se lleva “un vientre lleno de infinito dolor e interminable desesperanza"? Sibera. Un año después de Daniela Alcívar Bellolio (Campaña de lectura, 2018. Mantis Narrativa, 2019, Candaya, 2019) nos muestra esa otra cara de la maternidad, de cuando nunca se deja de ser madre una vez que se ha dado a luz a un hijo, cuando se lleva “tatuado en el alma su rostro" para nunca separarse de él. La escritora ecuatoriana, con una narración introspectiva e íntima, escribe este libro perteneciente a lo que se ha denominado “escritura del yo”, que nos adentra a un mundo personal con reminicencias del alcoholismo de un padre, las riñas entre hermanas, las lágrimas e impotencia de una madre, y las historias de abuelas dulces o sádicas, todos ellos creando la genealogía de un personaje que cautiva. El libro lleno de confesiones de sentimientos ocultos, de tiranía, de envidias y celos, nos también paso a paso por la fragilidad humana, la calidez que abraza, la honestidad que empatiza con un lector que tal vez se vea reflejado, con sus mismos defectos, miedos e inseguridades. Las referencias a los ojos perdidos en la nada, viendo un no lugar, hipnotizados, están llenos de un "cúmulo de memorias del olvido", del dolor sufrido, de la nostalgia por lo que ya no ha de ser, pues miran hacia adentro, hacia ese cuerpo una vez habitado. Siberia ganó en 2018 el Premio Joaquín Gallegos y el Premio La Linares, merecidos reconocimientos a un gran libro.