La historia de las mujeres está hecha de gestos de disidencia, públicos y anónimos. Desobedecer en negarse es negarse a ser cómplice de un sistema, pero también imaginar que la realidad podría ser de otra manera, que la historia podría haber tomado otro rumbo. Por eso el feminismo es un ejercicio de la desobedencia pero también de la imaginación desbocada. Aquí se juntan nuestras vulnerabilidades, nuestros miedos, nuestras fuerza, nuestra rabia, nuestro vorz anhelo de cambio y nuestra lectura de un presente al que no podemos ver con claridad por estar inmersas en él; más que dar respuestas, estamos tratando de plantearnos preguntas que amplían el campo de lo que se puede pensar, decir y sentir. Si algo ha caracterizado a las luchas feministas ha sido su capacidad para asumir las dimensiones enormes del desafío de replantearse todo. Estos textos se atreven a proponer nuevos y provocadores caminos, nuevas e inquietantes preguntas, y a soñar con alternativas osadas por donde se vaya filtrando la imagen de otra realidad posible.