El poemario de Maricela Guerrero El sueño de toda célula, si es que pueda llamarse poemario, es un exceso de belleza. Es una propuesta de escritura. Es un intento por decir, dejar hablar. Pero es, más que nada, una escritura nutriente. Una escritura que nutre y una escritura nutrida. Una escritura cuyos nutrientes surgen desde lo más hondo, desde las células mismas, que son el componente básico de todos los seres vivos. Su lectura me inspira una serie de ejercicios antropocénicos que, sin duda alguna, se entrecruzan con la propuesta de Amitav Ghosh de cultivar una escritura que interrumpa, perturbe, desestabilice las premisas que sostienen una democracia asentada en el consumo de hidrocarburos––y no sólo asentada sino también alimentada, moldeada, sedimentada y, sobre todo, catastroficada. Insisto: una democracia catastroficada.
Ejercicio número uno: una escritura nutriente es una escritura que germina y cuyas células se ramifican, sembrando palabras.
Ejercicio número dos: quiero escribir como Maricela Guerrero. Quiero habitar en otras lenguas como sugiere Maricela en su poemario exquisito, porque al morar en otras lenguas puedo apreciar que la realidad que me rodea también puede ser otra. ¿Cómo sería hablar en árbol? ¿Cómo son las células que sueñan que son células? ¿Cómo son los sueños cuando se habita el bosque arriba? ¿Y cómo es cuando se habita la extracción, que no es abstracción lingüística ni palabra de moda (en inglés, buzzword) sino algo más para imaginar o soñar, para palpar y oír, para desesperar? Un ejemplo, la presencia de máquinas los sonidos los desplazamientos las pérdidas los miedos el fin.
Ejercicio número tres: reflexionar o pensar el Antropoceno desde la célula. Desde ese organismo que es ”lenguaje de biomoléculas” y que anida “respiraciones conjuntas y sueños de células que devienen células”. Maricela Guerrero nos regala muchas cosas en su propuesta de lectura/escritura, nos regala la invitación a ser, a dejarse, o al menos a intentarlo.
Ejercicio número cuatro: la forma de las hojas se nos impone como modos o rutas de buscar ser, junto a. Recolectar hojas, nos cuenta el poemario, “y reconocer árboles es una forma hermosa de resistir”.
Ejercicio número cinco: la lengua que sensibiliza a través de la experiencia. Una potencia didáctica y colectiva.
Ejercicio final: dice Guerrero [a propósito de la palmera dátil, oriunda de Medio Oriente]: “qué haremos para escuchar el disentimiento sin combatirlo si no dejarlo fluir como una experiencia hermosa de permanecer aquí y ahora”. Permanecer como impugnación (pienso: no nos van a desalojar, no nos extraerán). Disentimiento es resistir no a la palmera dátil sino a la contaminación, en todas sus variedades, y que conecta células y conecta excesos, y conecta pueblos e inundaciones que “ahogan pueblos”. Dice Maricela: “compañías constructoras, mineras sustractivas, excesos”.
Ejercicio inesperado: sobre el lenguaje. Hablar en árbol, ¿cómo es? Hablar en lobo, ¿qué se siente? Hablar en “agencia de publicidad pero al revés? ¿Cómo es eso? Hablar “en la lengua del imperio para desmantelarla”. Hablar célula, y soñar. Y dejar de ser. O devenir. Así será el sueño medular que imagina la célula. ¿Su voz? Un rugido.