Hace unos días revisando la página de Shop Escritoras y el índice del podcast Hablemos, escritoras me di cuenta de la gran cantidad de libros que tenemos con la palabra “casa” o “casas” en el título, y esto, viniendo de la escritura de mujeres dice mucho. Me hace pensar en el gran peso que ese espacio privado constituye y en las muchas posibilidades que éste da en la escritura para desentrañar la naturaleza humana y la sociedad. Y por supuesto que en la literatura escrita por hombres también hay muchos títulos así como La casa verde de Marío Vargas Llosa, Casa tomada de Julio Cortázar y la no tan contemporánea obra de Federico García Lorca, La casa de Bernarda de Alba.
En el caso de los libros escritos por las muchas escritoras escribiendo en español tenemos el fundamental libro La casa de los espíritus que es la primera novela de la escritora chilena, Isabel Allende, representante de la escritura del realismo mágico. Otro aunque no en el género sino en lo extraño y fantástico está Casa de muñecas (Páginas de espuma) de la escritora española Patricia Esteban Erlés, un libro de microrrelatos en donde en diez habitaciones de una casa deambulan miedos, niñas que no crecen y fantasmas que las acompañan. En Casa en venta (Páginas de espuma) de Mercedes Abad, también de España, el guía del relato no es quien compra la casa, sino quien la vende, para ser el medio con el que escuchamos a la casa misma hablar y contarnos lo que siente.
La línea más hacía la familia está Casas vacías (Kaja Negra. Sexto piso) de la mexicana Brenda Navarro nos lleva al tema de la maternidad desde la desolación y desesperanza de una madre que pierde a su hijo en un parque y al que quedar al cuidado del adoptivo que se ha queda en casa. También de México Artemisa Téllez escribe Casa sin fin. Bullicio de la memoria (Verso destierro) que nos sumerge en la memoria, los muertos y los supervivientes de la casa familiar. Hablando también de muerte está desde México Vanessa Garnica con En un claro del bosque una casa (Ediciones Era), con el que nos recuerda que cuando la madre muere y la hija es la que tiene que desmontar la casa, los fantasmas de la memoria junto con la nostalgia por la niñez, la dicha y el dolor salen a la luz. Ahora que menciono a la niñez, está el libro de la escritora chicana Sandra Cisneros, La casa en Mango Street (Editorial Vintage) —traducido al español por la gran Elena Poniatowska y con una próxima traducción en 2022 por Fernanda Melchor—, que nos invita a ver la infancia de una niña de origen hispano en un barrio donde se entremezclan las identidades mexicano-americanas. Siguiendo hablando sobre niñez e infancia está Una casa con jardín (Enjambre literario) de Itzel Guevara que construye un retrato familiar en donde la palabra “amante” es parte de las peleas cotidianas de los padres frente a su curiosa hija que perderá la inocencia al saber los secretos del mundo adulto. Y hablándole ahora a los niños tenemos a la escritora mexicana María Baranda, quien ya nos ha mostrado que su poesía es como una flauta que atrae, encanta y fascina, así lo hace en La casa del dragón y otros poemas de horror (Ediciones SM) en donde un dragón y una niña viven en lo alto de una montaña. En esa narrativa de lo secreto está La casa árabe (Conaculta y Gobierno del estado de Tabasco) de Ruth Pérez Aguirre quien nos habla de una casa extraña construida al estilo árabe que encierra un hechizo que intriga al lector en la inquietud del suspenso. La casa de los secretos (Editorial Planeta) de la escritora veracruzana María de Lourdes Victoria es una novela que también nos pone en el suspenso de los secretos escondidos. El libro se trata de una historia familiar en Oaxaca rico en escenas costumbristas y de gran belleza entre fiestas exóticas y olor a café.
El término "la casa chica" designa ese hogar secreto, clandestino, corrupto que existe de manera paralela a la casa. En el libro titulado La casa chica (Planeta) Mónica Lavín hace un recorrido enorme en la historia de México entre personajes que se rindieron al poder, sus secretos, confesiones y decisiones, muchas de ellas afectando la vida de ese país. El rescate de la historia ha sido uno de los aspecto de la obra de la prolífera escritora española Rosa Montero. En La loca de la casa (Alfaguara) nos pone frente a una novela, ensayo, autobiografía en donde conocemos a personajes como Goethe, Tolstoi, en un relato de fantasías y sueños, locura y pasión. Hablando también de lo personal y autobiográfico, mucho ha escrito Clara Obligado sobre hacer vida en otro país como migrante. En Una casa lejos de casa. La escritura extranjera. (Contrabando) narra su propio exilio desde Argentina, su país natal, hasta España en donde al paso del tiempo se llega a esa cultura híbrida que tanto enriquece. Tal vez será también vivir en un país que no es en el que se ha nacido lo que hace a la escritora francesa Gaëlle Le Calvez escribir Otra es la casa (UAEM), donde explora la fragmentación en la soledad que habita una casa que no existe. La fragmentación es una de las características de la obra de la escritora argentina Samanta Schweblin como en su libro Siete casas vacías (Páginas de espuma), que gana el IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, y donde habla de locura y cordura en un relato lleno de atmósferas inquietantes.
Cierro con un libro de poesía entrañable, Casa nómada (Joaquín Mortiz) de la poeta mexicana Malva Flores —ganador del Premio de poesía Aguascalientes en 1999— que comprende 10 bellísimos poemas y que, como el oximoron del título nos dice, la casa interior es una, nómada y solitaria, la que habitamos en nuestras propias maneras de ver el mundo. Tal vez será que somos nómadas dentro de sus cuatro paredes.
Seguramente la lista es mucho más larga, pero por hoy nuestra curiosidad y nuestro apetito por leer tendrá suficiente tela de donde cortar.
Buen provecho.